CARBÓN E IRRESPONSABILIDAD
Por Alejandro Díaz.- En los siglos pasado y antepasado en distintas partes de Europa se dieron tragedias en minas de carbón que fueron relatadas por escritores que describieron crudamente la triste vida de los mineros del carbón. Lo mismo en Polonia, que en Silesia (hoy Alemania), Gales e Inglaterra abundaron las tragedias mineras en zonas carboníferas, como si una maldición las persiguiera de la mano del gas grisú.
En México las minas de carbón no han logrado superar esa maldición, la siguen arrastrando consigo. Como el precio del mineral obtenido nunca ha sido alto, quienes operan esas minas ni pagan buenos sueldos ni destinan recursos suficientes a la seguridad de quienes ahí laboran. Cuando no se colapsan techos y galerías deficientemente soportados, alguna chispa o descuido permite que explote el gas grisú como trampa mortal.
La Secretaria del Trabajo y Previsión Social (federal) es la responsable de asegurar las condiciones de seguridad en los establecimientos mineros, pero dada la falta de presupuesto para verificarlos sólo lo hacen muy de vez en cuando. Con seguridad los funcionarios de dicha dependencia ni siquiera habían pensado verificar la mina colapsada, pero después de ahogado el niño, su actuación deberá ser totalmente diferente.
El gas grisú está íntimamente ligado a los depósitos de carbón, y es el causante de múltiples desgracias mineras. Quizá sea la más mortal de las amenazas a los mineros junto con las fallas humanas para contener paredes y techos de galerías y tiros. Para evitar accidentes en países desarrollados no extraen el mineral en minas confinadas y prefieren hacerlo a cielo abierto. Pero no así en México, en especial en la región carbonífera de Coahuila, donde las microempresas mineras e incluso la explotación primitiva apenas tienen medios para ganarse la subsistencia.
El caso Sabinas sigue llamando la atención pública porque 10 mineros no han vuelto a ver la luz del día, pero no es muy distinto del sucedido en Pasta de Conchos hace 16 años. Si bien en aquella ocasión murieron mucho más personas por el tamaño de operación, el accidente que nos ocupa debe llevar a terminar con este tipo de extracción por su elevado riesgo.
El carbón es una fuente energética que ya ha perdido importancia. Actualmente aporta menos del 7% de la energía consumida en México, incluida la importación. Además de la alta contaminación que produce al quemarse, su costo en vidas humanas debe conducir a un paradigma distinto. Si no puede evitarse su uso por razones económicas, el gobierno debe limitar la extracción a sólo minas a cielo abierto para proteger vidas humanas. Seguir cerrando los ojos al problema no lo resolverá.
La matriz energética de México tiende a modernizarse, y por ende a dejar de lado las fuentes más contaminantes como el combustóleo y el carbón. Ambas pueden ser sustituidas por fuentes ecológicas (y más económicas) como las eólicas y las fotoeléctricas con ventaja para generar electricidad. Las fuentes ecológicas no conllevan peligros como las mineras, y le permiten al país avanzar en inhibir la contaminación para lograr las metas del milenio al tiempo de reducir el costo de energía para las familias.
Si se dejan de explotar minas de carbón y se cesa de quemarlo, gana el país: menos contaminación, menores costos energéticos y se evitan pérdidas humanas. Por supuesto que habría que contar con un programa para ofrecer a quienes hoy se dedican a esa riesgosa actividad para ganarse el sustento en otras actividades productivas, de preferencia en la misma zona donde viven.
Y que la secretaria de Trabajo asuma su responsabilidad: que trabaje o renuncie.
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