CASTILLO PERAZA, periodismo y comunicación
Por Rene Mondragón.-
EL VIAJE DE CUÁNTICA A QUÁLITAS
El periodismo y la comunicación, para Castillo Peraza, eran algo cuasi sagrado. Y lo era por la palabra.
Para Carlos, si las ideas no se convertían en palabras, eran “malas ideas”. Si las palabras no se transformaban en acción, “eran malas palabras”
Así era y así es. Desde aquella conversación entre él y Rodríguez Pratts, fue así, claro, directo, contundente, pero con una enorme perspectiva humanista, aprendida en la dirección nacional de la ACJM.
Para Carlos, la palabra también encerraba una gran dosis de elegancia, de vehemencia envuelta en una retórica contemporánea empleada en un ejercicio de comunicación “que llegaba” a sacudir el corazón de quienes lo escuchamos y aprendimos; porque, además, la palabra siempre asumía una vocación ética, moral y trascendente.
Creía tanto en la palabra, que por eso respetó siempre La Palabra. Sostenía que, en el principio era la Palabra y la Palabra era Dios, en expresión del Génesis.
No creía, por lo mismo, en el periodismo que se prostituye y se ofrece al mejor postor; ni en quienes emplean la pluma para el chantaje o la extorsión.
Escribir así le atrajo muchas animadversiones, a las que llegó a derrotaren buena lid, desde la editorial de La Nación, los periódicos que hospedaron durante años sus colaboraciones editoriales; o en la tribuna pública o la calle.
Su debatir y rebatir siempre asumió el papel de nobleza. Por eso, sus más enconados adversarios le daban la mano sin reservas. Esa fue una de las lecciones generosas. La tolerancia nunca fue soportar el mal, acatar las torceduras de la ley o la doctrina.
Para Carlos, aún en los muchos debates epistolares, la tolerancia resultó una ejercicio de más fondo para el humanismo político que jamás escondió: Fue el esfuerzo sincero y sin cortapisas para entender el argumento adverso y formular una corrección fraterna, incluso, arrancando la sonrisa por la ocurrencia oportuna de lo que este escribano le llama “su extraordinario tenis intelectual”
Siempre nos habló, citando al maestro Esteban Zamora, orientando a quienes asimismo la vocación de “tundir el teclado”, para nunca dejar de ser honesto de pensamiento, palabra y obra.
Si Carlos hubiese empleado las redes sociales –que sin duda serían otro maravilloso y dúctil instrumento de su ejercitar intelectual- a este escribano le parece que, podríamos leerlo juguetando en Face Book, haciendo ironía y sarcasmo con la 4T; su cuenta de Tweeter sería una ametralladora de ideas, de críticas, de aportaciones, de creación de pensamiento a tiempo y a destiempo.
Sin embargo, consideramos que no acudiría a su correo electrónico. Dos razones: a Carlos le gustaría responderlo en forma personal. Y obvio, habría que robarle más tiempo al sueño para responder y saludar, para abonar y aportar; para debatir y proponer.
Ese era Carlos. Gracias Dios por hombres como él.