CON LOS OJOS CERRADOS IRÁ TRAS DE ÉL Por Marcos Pérez Esquer
Más allá del hecho ciertamente histórico y plausible de que por primera vez en nuestro país una mujer asuma la presidencia de la República, el contexto del inicio del nuevo gobierno no deja mucho más qué celebrar.
No porque López Obrador haya dejado un tiradero que será difícil recoger, y tampoco por el hecho terrible de que apenas el segundo día del mandato de Sheinbaum ya se haya registrado la primera masacre por parte de militares en Chiapas, que dispararon sin reparo a un grupo de migrantes matando a seis de ellos, justo un 2 de octubre; en realidad, iniciamos mal por el propio mensaje que dio la nueva presidenta en su toma de posesión.
Dejando de lado el vergonzoso ditirambo hacia su antecesor, se trata de un mensaje plagado de mentiras, lo cual revela que en eso no habrá cambio alguno; la mentira llegó para quedarse y se vierte desde la presidencia misma sin recato ni pudor.
Miente cuando dice que 9.5 millones de personas salieron de la pobreza. Vamos, aún en los sueños guajiros de López Obrador, la cifra ronda los 4.5 millones. Pero tal parece que, cuando dicen -sin sustento- que son 4.5 millones, ya da igual decir cualquier otra cifra, 9.5 millones o 50, qué más da.
Miente también cuando asegura que se redujeron las desigualdades. Lo cierto es que se acentuaron, porque los ricos de antes ahora son mucho más ricos. La propia Sheinbaum lo reconoce más adelante cuando dice que “ganaron más los empresarios y los bancos”. Es bien sabido que las grandes fortunas mexicanas ahora se hicieron mucho mayores; la riqueza se concentró mucho más, lo que aumenta la desigualdad.
También miente respecto de la deuda. Insiste, como lo hacía su antecesor, en que no nos hemos endeudado. Lo cierto es que tan solo en los dos últimos años, de cara a las elecciones por supuesto, la deuda autorizada fue por 2.1 billones de pesos. Sí, más de 2 millones de millones, con lo que la deuda alcanza prácticamente la mitad del tamaño de nuestra economía. Y lo peor es que, aun así, con los despilfarros electoreros de López Obrador, el gobierno entrante empieza sin dinero y ya está considerando ampliar la deuda en 18 mil millones de dólares, que es lo que tiene autorizado en la Ley de Ingresos aún vigente. Se trata de algo así como ¡1,000 millones de pesos diarios de deuda!
Así fue acumulando mentiras, y medias verdades, como la de darle crédito al gobierno por el fenómeno de la relocalización de empresas, por ejemplo.
Pero lo más importante está en la parte en la que evidencia que seguirá dividiendo a la sociedad, y propiciando odio entre los mexicanos. Se asume como demócrata, pero descalifica a quienes piensan diferente. De hecho, los insulta. Asevera que quienes digan que el país está tomando una ruta hacia el autoritarismo mienten. No se da cuenta de que su solo dicho ya constituye un acto autoritario y faccioso, porque ojo, no dice que se equivocan, dice que mienten, es decir, que obran de mala fe, que engañan, pero lo cierto es que todos los datos objetivos revelan que la democracia se ha deteriorado de manera muy significativa y que la concentración del poder avanza a pasos agigantados. Tan solo véanse las dos más recientes decisiones relevantes como la reforma judicial, que debilita a ese poder de manera muy preocupante, y la de militarizar la Guardia Nacional. Ah, por cierto, también dijo que quienes creen que la adscripción de la Guardia Nacional en la SEDENA es una militarización, se equivocan. Vaya, vaya, eso es como decir que quienes piensan que una militarización es una militarización, se equivocan.
Pero algo que resultó enormemente revelador es que, justo después de pedir que se usase la palabra “presidenta”, así con “A”, porque -dijo- lo que no se nombra no existe, continuó su discurso sin nombrar jamás a las miles y miles de personas víctimas de la inseguridad, a las 200 mil personas asesinadas, a las 150 mil desaparecidas, a las madres buscadoras que nunca fueron recibidas por la presidencia, a los padres de niños con cáncer que fueron despreciados y hasta difamados por el obradorismo, a las 800 mil personas que murieron durante la pandemia por la pésima gestión de López-Gatell, o los muchos escándalos de corrupción que implicaron al gobierno saliente y al círculo cercano del propio presidente de la República.
Nada de esto fue nombrado, como pretendiendo, según sus propias palabras, que no exista, que ninguno de los males heredados de López obrador exista. Pero existen, existen, aunque la presidenta inicie su gobierno con los ojos cerrados.