Cuando despertemos, la violencia todavía estará allí
Marcos Pérez Esquer.- Hace unas semanas, en el contexto de sus conferencias “mañaneras”, el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sorprendió a propios y extraños con una increíble expresión; refiriéndose a la pandemia del Covid-19 señaló: “Nos vino esto como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”.
Desde ese 2 de abril y hasta la fecha, muchas y muchos hemos seguido tratando de desentrañar -sin éxito por supuesto-, qué pudo haber estado en su cabeza como para decir tan terrible barbaridad.
Aún antes de su etapa más crítica, hasta este miércoles pasado, la pandemia ya ha cobrado la vida de 2,704 personas en nuestro país, y 27,634 personas han sido confirmadas como contagiadas; muchas de ellas afortunadamente en franca recuperación, pero otras muchas aún se juegan la vida.
Con esto, ¿cómo es que un Presidente puede decir que la situación “vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”?, ¿pues qué tipo de transformación es esa?, ¿acaso el desasosiego, la enfermedad y la muerte, son los propósitos de la transformación?, ¿cómo podría todo este mal, ser beneficioso para su proyecto político… o para lo que sea?
Por otro lado, la crisis económica asociada a la pandemia, generará miles de nuevos pobres; familias enteras verán esfumarse lo poco que con años de esfuerzo lograron construir, y se enfrentarán a la carencia de los bienes más elementales. La crisis social y humanitaria que podría desencadenarse después la pandemia, es de pronósticos reservados. ¿Cómo puede Andrés Manuel López Obrador pensar que esto “nos vino como anillo al dedo”?
Pero esa desafortunada expresión presidencial resulta aún más patética cuando hacemos conciencia de que todo este asunto del coronavirus ha venido a recrudecer la otra pandemia, la que ya veníamos sufriendo desde antaño, la pandemia de la violencia.
La delincuencia y el crimen organizado que ya asolaban por doquier, lejos de ponerse en cuarentena, han aprovechado el momento para extender sus tentáculos, a grado tal que justo en estos días de cuarentena hemos vivido los más violentos del año. El pasado 20 de abril se sucedieron 114 homicidios dolosos, rompiendo el récord sentado apenas el día anterior en el que los asesinatos ya habían alcanzado la espeluznante cifra de 105.
En definitiva la delincuencia no está en cuarentena; pareciera que los espacios que la ciudadanía ha desocupado resguardándose del SARS-CoV-2, han venido siendo ocupados por los cárteles de la droga. El espacio público les está más disponible que nunca, y me temo que cuando reiniciemos con nuestras actividades ordinarias nos encontraremos con que la delincuencia aún estará ahí, y más cerca que antes. Como en el icónico relato de Monterroso, cuando despertemos, el dinosaurio aún estará ahí, y agregaría que el dinosaurio estará más feroz que nunca.
La esperanza abrigada en la nueva Guardia Nacional se ha esfumado. Videos captados en Ciudad Obregón, Sonora, evidencian cómo la novel corporación ya empezó a hacer de las suyas entrándole a las viejas prácticas de la amenaza, la extorsión y la componenda con el crimen organizado. Cuando volvamos a poner atención en esa institución de tan reciente cuño, nos llevaremos una gran sorpresa y una gran desilusión; no contamos con ella.
Para colmo, la cuarentena tampoco ha contenido la violencia contra las mujeres, porque aunque el Presidente asegure que “en el caso de la violencia en general y la violencia contra las mujeres no hemos nosotros advertido un incremento”, sabemos que no sólo la violencia más cruda contra las mujeres -como lo es la violencia feminicida- ha aumentado, sino también la violencia intrafamiliar.
El primer trimestre del año ha sido el más violento contra ellas desde que se llevan estadísticas de violencia en razón de género, en 2015. En el trimestre ocurrieron 964 asesinatos contra mujeres, esto son casi 11 casos diarios.
La propia Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, advierte que la violencia intrafamiliar durante el confinamiento ha aumentado en un 60 por ciento; la Red Nacional de Refugios sostiene que durante la contingencia sanitaria las detenciones de agresores contra mujeres aumentaron en un 7.2 por ciento, mientras que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública revela que las llamadas de auxilio de mujeres al 911 aumentaron en un 23 por ciento entre febrero y marzo.
Insisto, cuando despertemos, la violencia todavía estará ahí… y más rabiosa que nunca.