Cuidar la deuda. Por Alejandro Díaz
La deuda externa del gobierno de la República será la más grande de la historia, 16 billones de pesos y servirá para cubrir el déficit más elevado en tres décadas, 4,9% del Producto Interno Bruto. Si bien al tomar posesión el inquilino de Palacio heredó una deuda de 10 billones de pesos, la creció un 60%. Para ello pide un presupuesto, inflacionario, que pondrá a discusión la capacidad de pago gubernamental.
Evidentemente la oferta de no endeudar a México sólo fue promesa de campaña. Mientras hubo fideicomisos que usar para disponer de fondos para sus proyectos no creció mucho la deuda. Manipuló el presupuesto federal restringiendo fuerte los sectores de Salud, Seguridad y Turismo, para concentrar las partidas aumentando apoyos a PEMEX, a adultos mayores y a jóvenes, así como para realizar obra pública en sus proyectos insignia.
Obsesionado con realizar obras públicas en el Sureste mexicano, por su sola voluntad concentró tres proyectos en esa región: la refinería de Dos Bocas, así como los Trenes Maya y Transístmico. Aunque no era su prioridad, también envió recursos al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, pobre alternativa a la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco.
Ninguno de esos cuatro proyectos partió de un plan adecuado. Sin estudios de estimación de costos, factibilidad de la inversión o de impacto ambiental, sobre las rodillas y por su propia autoridad se hicieron los primeros gastos. Después se elaboró una estimación de presupuesto de cada proyecto, que siendo a todas luces insuficientes, obligó a autorizar incrementos anuales que han triplicado o más cada uno de los montos originales.
Son proyectos que no verán resultados económicos en el corto plazo, y posiblemente requieran largos años de apoyo gubernamental. Tampoco tendrán gran impacto en la creación de empleos; aún si Dos Bocas pudiera refinar los miles de barriles de gasolina para los que se diseñó, su impacto en el mercado laboral local es limitado. Acaso unos pocos miles de empleos, y eso mientras se sigan utilizando motores de combustión interna y no se sustituyan por eléctricos.
Los posibles resultados de los dos trenes en comento siguen siendo un misterio. No se conoce su plan de negocios ni de su impacto en la creación de empleos más allá de la construcción. Aún si fueran un éxito económico dentro de diez años, habrá que subsidiar la operación mientras llegan a ser autosustentables.
PEMEX y los cuatro proyectos insignia de este gobierno demandan cuantiosos recursos que han salido tanto de rubros del presupuesto, como de un mejor cobro de impuestos y del uso de fondos de apoyo ahora extinguidos. Sin ellos, para el futuro, sólo queda recurrir al presupuesto que es notoriamente insuficiente. Además, está el pago anual del servicio de la deuda. De esta forma, al no detener el avance,, endeudó más al país.
No se recurrió al aumento de impuestos por su impacto negativo en la opinión pública, por ello, la única opción viable para mantener el tren de gastos e inversiones ha sido endeudarse. Si bien fue promesa de campaña no hacerlo, es lo que puede realizar el gobierno sin que tengan que pagar un alto costo político de inmediato.
Pagar apoyos a diversos grupos poblacionales demanda muchos recursos que se verán obligados a mantener subsiguientes gobiernos, lo que no es el caso de los proyectos insignia, ni menos el de PEMEX. Estos cinco rubros requieren cirugía mayor a la brevedad para poder salvar las finanzas nacionales.
Urge responsabilidad y eficiencia al ejercer el gasto público, y que sea ejercido con transparencia.
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