CULIACÁN EN CRISIS SIN VERLE REMEDIO Por Salvador I. Reding Vidaña

Culiacán, al contrario de muchas personas que no conocen esa ciudad creen pensando en los narcos, es en cambio una comunidad de gente amable, trabajadora, muy franca y con buen sentido social. Me consta bien. Los culichis, como se autonombran, gustan de la buena comida y su música, hablan su propio español, tienen mucho amor por su patria chica: Sinaloa y en particular su ciudad. Y su fama de mujeres hermosas es bien ganada.
Durante mucho tiempo, a pesar de los conflictos del narcotráfico liderado y realizado desde el estado de Sinaloa, la ciudad capital se había mantenido relativamente en paz local. El narcotráfico local ha sido más sinaloense que culiacanense. El cártel de Sinaloa no es el cártel de Culiacán. Desde los tiempos de los entonces llamados gomeros, por la goma de opio, el cultivo y manejo de otros enervantes, como la marihuana y la coca, procesada de amapola, estas actividades han sido desarrolladas en las montañas, aunque luego el tráfico se hiciera a través de varios puertos marítimos, además del tráfico vía aérea desde pistas ilegales.
La presencia del narcotráfico en la ciudad capital siempre había sido más bien discreta, aún con algunos eventos de gran violencia y eso permitía que la población se sintiera cómoda de vivir y moverse en la ciudad. La delincuencia común no era y sigue estando fuera del rango de las ciudades consideradas por datos oficiales y por percepción de las más peligrosas del país.
Pero ahora, con los enfrentamientos de las dos facciones en que se ve se ha dividido el cártel de Sinaloa, con la gente de los llamados chapitos, los hijos de El Chapo Guzmán y la de El Mayo Zambada, la apodada mayiza, la ciudad vive ya no en miedo sino en pánico. No es que antes no se hubieran presentado episodios semejantes de violencia con asesinatos dentro de Culiacán, pero no había sido una condición digamos de prácticamente todos los días.
Cuando se dio el llamado culiacanazo con la detención y liberación del hijo de El Chapo, Ovidio, en que la ciudad se vio envuelta en ataques en diferentes puntos de la ciudad, la inseguridad en las calles de Culiacán empezó a vivirse. Y aunque no se estuvieran viviendo episodios constantes de enfrentamientos y asesinatos en la ciudad, la inquietud de andar en la calle con el miedo de que en algún momento “pasara algo” se volvió constante en la mente de los culichis. Porque sí “pasa algo” violento de balaceras.
Pero ahora, con enfrentamientos entre facciones y con las fuerza militares dentro de la ciudad, y con víctimas totalmente ajenas a las mismas, ya la ciudad de Culiacán ha llegado a un alto nivel de inseguridad día y noche, lo que ha reducido la vida familiar, comercial y de diversión a ciertas horas del día, pasadas las cuales la población ha decidido quedarse en casa por un muy razonable temor a quedar en medio de una balacera.
¿Qué va a pasar en el corto y mediano plazo con la inseguridad en Culiacán? Nadie parece saberlo, más cuando una autoridad declaró que la seguridad regresaría, la paz en la ciudad, cuando así lo decidieran las facciones en pugna del cártel de Sinaloa. Muy triste este panorama social de la buena gente de Culiacán. Lamentablemente, la violencia delincuencial entre facciones sólo parece posible de resolver utilizando la violencia formal del gobierno, lo cual es para nada tranquilizante. Quizás las respuestas de acciones de gobierno hagan que para evitar las acciones de represión oficial, los sicarios combatientes salgan de Culiacán e intenten arreglar sus intereses en medios despoblados, o dejar de matarse entre ellos pero eso está por verse.
Podemos rezar a Dios porque la tranquilidad ciudadana de Culiacán, aunque sea relativa, se convierta en realidad muy pronto. Pero esto requiere una gran inteligencia en las acciones del gobierno, sobre todo de las fuerzas armadas federales. Por supuesto que la inseguridad y enfrentamientos no son algo tan sencillo como el nuevo pleito entre facciones del cártel, implica también las redes de complacencia y connivencia con personajes de la política, local y nacional. Y hay que sumar la crisis política popular contra el gobernador Rubén Rocha Moya.
¿En qué forma afectará a los cárteles del narco, y por lo tanto la situación en crisis de Culiacán, comenzando por el de Sinaloa, la clasificación estadounidense de grupos terroristas y las acciones que dicho gobierno pueda tomar contra ellos dentro y fuera de México, con o sin la colaboración del gobierno mexicano? Por ahora nadie lo sabe.
Los culichis no están en posibilidad de pedir a los sicarios del narco que por favor arreglen sus broncas fuera de la ciudad y dejen en paz a sus habitantes ajenos al narcotráfico, y que les hagan caso, solamente las acciones y políticas inteligentes del gobierno y sus fuerzas del orden pueden ir logrando que la tranquilidad regrese a la buena gente de Culiacán.
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