Decisiones ponderadas
Esther Quintana.- Afiliarse a un partido político, sin lugar a dudas, obedece a experimentar afinidad y simpatía, ahí enraíza la afiliación; no obstante, también se trata de un compromiso para trabajar a favor de la comunidad a la que uno pertenece acorde con la filosofía y el plan de acción de la organización en la que uno ha elegido militar.
Ser parte de una agrupación de esta naturaleza demanda motivaciones, estimo que una de las más relevantes es cobrar conciencia de tener un rol de ciudadano activo, toda vez que al participar se corresponsabiliza de decisiones importantes, es decir de aquellas que tiene una persona que está consciente de la responsabilidad que conlleva dejar de ser espectador y asumir su investidura ciudadana.
En estos tiempos, no es pan comido tomar un compromiso de esta envergadura, se necesita carácter, entereza, determinación, porque los miembros de los partidos deben de estar preparados mental y emocionalmente para digerir y asimilar con inteligencia los costos derivados de las hostilidades procedentes no sólo del exterior sino también las que se gestan hacia el interior de sus propios partidos. Y si a esto le suma el desprestigio que se carga todo cuanto tenga que ver con política, y particularmente la que lastran los partidos políticos, vinculada a la corrupción, pues se necesitan convicciones muy firmes para lidiar con eso, y con la impronta de que todos los políticos son “iguales”.
He apuntado que para estar en un partido político hay que tener convicciones y espíritu de servicio, pero faltaría a la verdad si no mencionara, que no son los únicos, y que infortunadamente hay quienes solo se inscriben porque ven el trampolín para llegar al cargo público, pero no más. Y es muy legítimo aspirar a ser alcalde, legislador, gobernador o presidente de la República, vía un partido político, porque son la vía precisamente para acceder por mandato de ley, no obstante que hoy ya existe la de las candidaturas independientes. Lo que no se vale es que nada más sea por eso, y llegados al puesto se comporten como viles raterazos, mentirosos, incapaces, etc., en detrimento del partido que les dio su aval. Como tampoco se vale que el partido –como así sucede– se quede de brazos cruzados y no haga nada al respecto después de que fue el que se los presentó a la ciudadanía, afirmó que eran de fiar y pidió el voto a su favor.
Yo milito en un partido político desde hace 30 años, de modo que lo que aquí apunto, no es producto ni de mis fantasías, ni de mi inventiva. Yo soy panista. Y me ha tocado vivir sus luces y sus sombras. Hoy mi partido no está pasando por sus mejores días. Y si quienes permanecemos en el PAN no entendemos esto con claridad y sobre todo con humildad, difícilmente, muy difícilmente, podemos aspirar a recuperar la confianza que un día nos tuvieron los mexicanos, y hablando de mi patria chica, los coahuilenses.
Me centro en Coahuila. En 2023 tendremos que elegir gobernador y legisladores locales. Hoy el debate es si el PAN va en alianza con el PRI y con el PRD. En mi partido hay quienes quieren la alianza y hay quienes no. La sensatez indica que el partido debe consultar a la militancia para conocer su opinión al respecto, pero también tiene que preguntarle a la sociedad. Con esto ponderado se podrá decidir si la coalición es procedente o no y actuar en consecuencia. Hoy más que nunca la puerta debe estar abierta para escucharnos, así, en plural.
El PAN necesita repensarse, no sus principios, no su filosofía. Esa sigue siendo válida. Pero hay otros aspectos que requieren revisión urgente. Alguien me dijo el jueves de esta semana que el partido no es atractivo para los jóvenes, que nos ven anticuados, no me dijo por qué. El PAN nació con jóvenes, con muchos jóvenes, en 1939. ¿Por qué? Porque Gómez Morín les dio una causa para que se integraran y trabajaran por México. ¿Y hoy, que hay al respecto? Asimismo ¿qué le está ofreciendo a la clase media, nuestros aliados naturales, los que nos dieron la fuerza para darle por primera vez a México la alternancia en el 2000 y repetir en 2006? ¿Qué representamos para la gente más vulnerable de este país que otrora fue con nosotros? ¿Y por qué la clase que genera empleos e inversiones nos dio la espalda? Obligado preguntarnos ¿Qué nos pasó? ¿En qué momento nos perdimos? Justo cuando nos derrotó la victoria, exactamente sucedió lo que don Luis H. Álvarez no quería que sucediera. Justo cuando se impuso la inercia del desgraciado y decadente sistema político y la conducta de algunos dirigentes y hombres y mujeres en el poder emularon a pie juntillas lo que antes se criticaba y se combatía. Esto es, entre otros males, lo que tenemos que extirpar.
A mí no me quita el sueño la alianza, lo que me estremece es saber si seremos capaces de enderezar lo que torcimos y/o permitimos que se torciera, y si nos alcanzará para recuperar la credibilidad como la oposición seria y comprometida que un día fuimos, para quienes sufragaban a favor del partido de Gómez Morín. Ese es reto que tenemos que enfrentar con la cabeza bien fría, y unidos, porque no es tarea para unos cuantos.