DEGRADANDO A LOS MEXICANOS POR LA POLÍTICA Por Salvador Reding
Hace tiempo escribí sobre lo que llamé un deporte nacional: la auto-denigración que muchos mexicanos practican, y hasta obsesivamente. Es una práctica inaceptable cuyo resultado es la frustración y generación de complejos de inseguridad (más que de inferioridad). Ante la avalancha de destrucciones institucionales, constitucionales y otras legales que Morena está haciendo en el país, las quejas o más bien acusaciones contra la ciudadanía aparecen una y otra vez por críticos autonombrados como tales para denigrarla.
Las quejas son de que mientras se destruye a México por quienes tienen el poder tanto ejecutivo como legislativo (y van por el judicial) los ciudadanos “no hacen nada”, que son irresponsables y muchos epítetos semejantes. Que se ha perdido la capacidad de indignación y de asombro, dicen. Pero no, no es así. El problema está en otro lado.
Los mexicanos, millones de nosotros sí estamos indignados, y sí nos sorprende, nos asombra también la destrucción que hace Morena, pero ello acompañado de una gran sensación de impotencia para impedirlo. Me refiero, claro, a los mexicanos que no están ciegamente fanatizados por la demagogia sembrada fructíferamente en ellos por López Obrador y sus corifeos y sus cómplices que se benefician en corrupciones impunes.
Si, no hay duda de que millones de mexicanos están de acuerdo con lo que hace la mafia morenista, y son incapaces de reflexionar cómo la práctica política de AMLO y Morena (incluyendo a Claudia) los afecta directa o indirectamente en sus vidas familiares. Millones se han dejado comprar por dádivas en dinero que ni siquiera les resuelven la vida pero “que en algo ayudan a los gastos”.
Y entre estos millones beneficiados por los llamados programas sociales muchos sí se dan cuenta de que les está yendo mal en varios aspectos de vida como la terrible inseguridad, pero se callan. ¿Por qué? Ya lo sabemos, por miedo a que les quiten esas dádivas periódicas. Meterles miedo a perderlas le ha funcionado excelentemente bien a Morena o como a ellos les gusta llamarse, la 4T.
Los intentos de aclarar que una vez que los programas sociales están en la constitución federal, ya no se los pueden quitar simplemente no han servido en la práctica para nada. Y esto porque aunque se entienda que legalmente no deben quitarles las dádivas piensan que el gobierno podrá hacer lo que le pegue la gana como lo hace en muchas cosas y quitarles la ayuda.
Pero hay otros millones de mexicanos incluyendo a indignados y a quienes no han sido capaces de sopesar el desastre que está pasando en México con Morena. En lenguaje coloquial a estos últimos “no les cae el veinte”. Pues de irresponsables, insensibles quizás, se les puede acusar, pero ante estas actitudes no se puede esperar que se indignen.
Y sí, quedan otros millones que sí están muy indignados, y asombrados de hasta dónde puede llegar (y ya ha llegado) la perversidad de la gente de Andrés Manuel. Pero ante la forma tan burda como se han silenciado las voces que protestan y acusan (y hasta insultan) en los medios de comunicación, el ciudadano de a pie no tiene idea de cómo y en qué medios puede manifestar su descontento, su desacuerdo con lo que está pasando. ¿Qué pasa si levanto la voz en público? Se preguntan, ¿me inventarán delitos y me encarcelarán o atentarán contra mi familia y mis bienes? ¿Perderé mi trabajo? La frustración de impotencia de poder protestar abiertamente se detiene ante el muy razonable miedo. ¿Qué ese miedo se debe superar? Es más fácil decirlo que hacerlo.
Hay otros ciudadanos que también ceden a sus miedos, en general empresarios que saben que cualquier acción de protesta fuerte puede ser objeto de represalias, mal usando o torciendo la Ley. La posibilidad de perder desde la empresa hasta su libertad por abusos del poder los hace callar ante los poderosos. ¿justificable? Cuestión de opiniones, pero humanamente comprensible sabiéndose indefensos para efectos prácticos. Muchos de ellos se confían en los voceros de las organizaciones empresariales.
Los partidos políticos de oposición, las grandes organizaciones sociales deberían crear esos canales de comunicación de la indignación social, pero no es tan fácil, ni siquiera para ellos mismos, dado el poder del Estado para contenerlos y suprimirlos, negándoles la posibilidad de salir en medios de comunicación, pues muchos están cooptados, vendidos o amenazados. Y las redes sociales, el recurso abierto tiene los límites de la propia red para llegar más lejos.
Los críticos que acusan a la ciudadanía mexicana de no saber de indignación o de asombro no son capaces de conocer lo que es la naturaleza humana, ni de darse cuenta de que el mexicano no es diferente a la generalidad de la humanidad. Actúan los ciudadanos comunes, sencillos en contra y en la protesta como pueden y en abrumadora mayoría su capacidad de expresarse casi se reduce a pláticas de familia o de café o de las redes sociales. Se supone que lo que funciona es “salir a las calles” en masa, pero eso ha demostrado en el mundo que raramente tiene algún resultado, salvo echar fuera emociones, las que se estrellan ante la soberbia de los poderosos. Si no lo creen pregunten por ejemplo a los valientes venezolanos.
No, no es justo acusar a los mexicanos de pusilánimes o de cobardes, pues las vías de manifestación del desacuerdo, la protesta y el reclamo les hacen falta. La sensación de impotencia ciudadana está más que identificada (al menos para las ciencias sociales) y entendida. Si la población ve cómo la gente de Morena se burla de la oposición política, empresarial y social organizada, y de que se diga lo que se diga hacen lo que les pega la gana, cómo se espera que crean los ciudadanos de a pie y hasta líderes sociales y religiosos que sus voces puedan influir y hasta detener la aplastante destrucción del Bulldozer morenista.