DERROTANDO AL TIRANO
Por Alejandro Díaz.- El mundo entero está dominando por hombres fuertes en distintos grados: tiranos, dictadores, déspotas y aspirantes a convertirse en cualquiera de los anteriores. Las democracias, ya sean funcionales o deficientes, son una absoluta minoría.
El que se diga que la democracia proviene de Atenas, de la Antigua Grecia, es por lo menos ingenuo, pues en aquellos tiempos, incluso en la propia Atenas, alternaron regímenes democráticos, oligárquicos y dictatoriales. Así se dieron en esos tiempos y generaron las palabras ‘democracia’, ‘oligarquía’ y ‘tiranía’, expresiones de origen griego que se utilizan hoy en prácticamente todos los idiomas.
Estados Unidos y Suiza son referentes mundiales de una democracia con el sobrenombre de ‘liberal’, que se ha asentado en el mundo desarrollado y es modelo para otros países aunque estén lejos de ese ideal. Además de los países mencionados, Europa Occidental, Japón, Australia y un puñado más de países disfrutan de una vida democrática, pero la inmensa mayoría de países en desarrollo apenas pueden aspirar a vivir en ella, en especial para con ello, mejorar el nivel de vida de sus habitantes.
Otros países, en especial China, siguen un camino distinto: elevaron el nivel de vida al amparo de un régimen dictatorial. Otros -como Tailandia, Turquía, Rusia o Sudáfrica- han mejorado sus niveles de vida aparentando ser democracias pero en realidad son gobernados por un hombre fuerte que llegó al poder forzando -o abusando- de los caminos democráticos.
Precisamente por ello, muchos ciudadanos de distintos países prefieren defender su posición política antes que doblegarse ante el autoritarismo. De esa manera, las elecciones nacionales del pasado fin de semana en Turquía y en Tailandia señalan un camino para dejar de depender de decisiones unipersonales. En ambos casos la oposición unida, exceptuando un partido, lograron arrinconar al respectivo hombre fuerte.
En el caso turco, Kemal Kiricdaroglu, encabezando a la oposición impidió el triunfo gubernamental en primera vuelta, forzando a Recip Tayip Erdogan a someterse a una segunda vuelta en la que enfrentará ahora sí a la oposición unida que con seguridad lo derrotará. En el caso tailandés Pita Limjaroenrat sí logró superar por mucho al candidato oficial, General Prayut Chan-Ocha, aunque éste cuenta con el apoyo del Senado que no fue renovado en esta ocasión. Los dos casos enfrentan intentos de manipulación del respectivo hombre fuerte que con subterfugios legales intentará conservar el poder a toda costa.
La comunidad internacional esta atenta al desarrollo de esos procesos electorales para saber si hay posibilidades de cambio en los países en desarrollo y aumentar la lista de los contados que pueden llamarse en verdad democráticos.
México, sin estar como en esos dos casos emblemáticos, sí enfrenta a un populista con aspiraciones dictatoriales, aunque no pueda hacerlo personalmente por motivos de salud. Su permanencia en el poder la intenta a través de incondicionales de su partido. Por ello, los mexicanos debemos aprender de la experiencia ajena: si en verdad se quiere el cambio, todos los partidos opositores están obligados a unirse. TODOS SIN EXCEPCIÓN. Pero adicionalmente, estar preparado para una larga lucha legal contra los incondicionales que buscarán mantenerse en el poder.
México ha tenido sólo breves momentos demócratas en sus doscientos años de vida independiente y merece un mejor gobierno que el de un populista. Éste por más que hace como que se preocupa por el país, ha logrado en cuatro años que el país retroceda medio siglo en Salud, Educación, Empleo y Cultura sin cumplir sus principales promesas de campaña.
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