El FOBAPROA y la 4T: ¿Cuál quebranto ha sido peor? Por Aminadab Pérez Franco

Es increíble la manera en que los políticos mexicanos defienden las tragedias económicas que provocan.
Peor aún, es ver cómo los ciudadanos que apoyan a esos políticos y a sus partidos retoman tanto los argumentos como las descalificaciones de la guerra política para condenarlos o exculparlos según sus preferencias, sin darse cuenta muchas veces del daño económico acumulado en sus bolsillos o patrimonios por culpa de funcionarios irresponsables que, para seguir dañando, simplemente cambian de partido o de discurso con tal de seguir en el poder y tomar decisiones equivocadas.
El costo del rescate bancario asumido por el gobierno del presidente Ernesto Zedillo rebasó los 60 mil millones de dólares. La destrucción de la riqueza en el sexenio de López Obrador alcanzó una cifra equivalente, considerando los 7,300 millones que costó la cancelación del Nuevo Aeropuerto de Texcoco (sin contar lo ya invertido ahí que se destruyó), 5,800 millones por la construcción del AIFA que pocos usan (sin considerar los subsidios y las obras de comunicación todavía pendientes), los 20 mil millones de dólares de la Refinería de Dos Bocas que aún no refina y, los 25 mil millones del Tren Maya que casi nadie usa (sin considerar el daño ecológico y el impacto ambiental por construirse a capricho y sin reparar los daños causados).
Los dos bandos justifican sus acciones: Unos dicen que el rescate bancario fue el mal menor porque de lo contrario millones de ciudadanos hubieran perdido sus ahorros e inversiones si hubiera quebrado el sistema financiero. Otros sostienen que el tráfico en el AIFA está aumentando, que pronto entrará en producción la refinería y que el pasaje en el Tren Maya también crecerá.
Lo cierto es que la salvación de los ahorros en la crisis de 1995 no debería ocultar la culpabilidad de los gobiernos de Carlos Salinas y de Ernesto Zedillo, el primero por la irresponsabilidad de la deuda contratada en Tesobonos y que le reventó a su sucesor con el Error de Diciembre y el segundo por no ejercer a cabalidad las regulaciones bancarias que permitieron a banqueros de ominosa memoria y que acabaron en la cárcel como Carlos Cabal Peniche, Jorge Lankenau Rocha o Ángel Isidoro Rodríguez, defraudar a sus clientes y convertir operaciones ilegales (como el financiamiento sucio al PRI en 1994) en deuda pública.
Igualmente cierto es que la cancelación del Nuevo Aeropuerto de Texcoco y la construcción del AIFA fueron una caprichosa destrucción de la riqueza decidida por Andrés Manuel López Obrador, además de que ignoró deliberadamente todas las objeciones técnicas a la construcción de una nueva refinería y de una línea ferroviaria de pasajeros sin demanda tangible. Eso, sin contar otras extravagancias injustificables de AMLO como la resurrección de Mexicana de Aviación, la adquisición de bodegas privadas para instalar su megafarmacia sin medicinas o la compra de plantas aerogeneradoras para, supuestamente, recuperar la soberanía energética del país.
Zedillo y los suyos creen que se debe ponderar el rescate de los ahorradores al costo del FOBAPROA. AMLO y los suyos creen que el gasto social para dar apoyos a los más pobres es suficiente para perdonarle el derroche en obras inútiles y que consumirán presupuesto como los viejos agujeros negros de PEMEX o la CFE. Pero las justificaciones no contemplan lo que le ha costado al país, en términos de crecimiento y desarrollo, así como a las familias mexicanas, en términos de ingreso y patrimonio, el manejo irresponsable que ha llevado a las decisiones arriba apuntadas.
¿De qué tamaño sería hoy la economía mexicana y los patrimonios familiares sin los rescates bancario y carretero, sin la posposición de las reformas estructurales que llegaron tarde y sin la destrucción de la riqueza perpetrada por el actual régimen morenista?
Esto es lo que nadie evalúa, nadie condena y nadie exige. Sin estos capítulos ominosos el salario sería mayor, las empresas serían más prósperas y las familias tendrían más patrimonio y mejores expectativas. Pero la polarización política destruye la inteligencia y el espíritu crítico y ahí están los ríos de tinta, las horas de video y los bits en las redes para comprobarlo.
Sí hubo quienes criticamos tanto al autoritarismo priísta como a la dictadura morenista, pero parecemos ausentes porque nuestra posición no ha sido capaz de tomar distancia de ambos, ya que, por criticar la tragedia del presente parecemos olvidar los errores del pasado. A México le urge una alternativa al neoliberalismo y al populismo que sea capaz de trascender a ambas versiones de la mediocridad, el autoritarismo y la perversión política.