EL MÁS GRANDE COMPRADOR DE VOTOS
Marcos Pérez Esquer.- Con una desfachatez que no tiene parangón en la historia nacional, el presidente López Obrador está inmiscuyéndose ilegalmente en el proceso electoral. Desde el púlpito de sus mañaneras ataca sin reparo a quienes considera sus adversarios y a quienes sostengan opiniones distintas a las suyas, sean medios de comunicación, organizaciones de la sociedad civil, candidatos de oposición, etc.
Sus ilegales intromisiones resultan paradójicas cuando recordamos que fue a partir de sus quejas contra las expresiones que en su momento hacía el presidente Fox, las que detonaron reformas legales que prohíben ese tipo de injerencias de los gobernantes. Fue pues el propio AMLO el que propició, con sus exigencias, que se impusieran esas restricciones a la libertad de expresión, pero ahora alude a su derecho a expresarse, para violar esas disposiciones. ¿Incongruente? ¿desmemoriado? ¿ventajoso? ¿esquizofrénico?, probablemente todo lo anterior.
Sus más recientes intromisiones en las que definitivamente ha perdido todo pudor, han sido sus denuncias contra el candidato priísta a la gubernatura de Nuevo León, Adrián De la Garza, por supuestamente comprar votos mediante la entrega de tarjetas o monederos electrónicos. Pero deja de lado dos aspectos importantes:
1) En su momento ya la autoridad electoral determinó que en tanto dichas tarjetas no contengan dinero, no puede decirse que hay compra de voto, sino en todo caso una promesa de implementación de un programa social que en caso de una victoria electoral ese gobierno impulsará a favor de determinado segmento de la población. Este criterio surgió en 2017 cuando los candidatos priístas a gobernadores de Coahuila y el Estado de México, Riquelme y Del Mazo, respectivamente, distribuyeron este tipo de tarjetas. A Riquelme sí se le sancionó, porque contra la entrega de la tarjeta, se le pedía los electores sus datos personales señalando que serían esas personas específicas las que en su momento serían beneficiaras del programa (había una promesa hacia una persona específica) lo que se interpretó como algo equiparable a una compra de voto, pero en el caso del Edomex no se sancionó porque no se levantaba esa base de datos, por lo que la tarjeta no pasaba de ser una especie de volante plástico propagandístico, y
2) Desde hace 10 años, muchos candidatos han utilizado este tipo de propaganda, y a partir de estos criterios de la autoridad, el fenómeno creció aún más, y Morena y sus aliados no han sido la excepción. Uno de los primeros en usarlo fue el actual subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, cuando contendía por la gubernatura del Estado de México en 2011, que repartió una tarjeta llamada “la cumplidora”, mientras que su contendiente del PRI, Eruviel Ávila, repartía “la efectiva”. Hoy el candidato morenista a la alcaldía de Miguel Hidalgo en la Ciudad de México, Víctor Hugo Romo, ofrece la “tarjeta violeta”, mientras que el candidato morenista a alcalde de Guadalajara, Carlos Lomelí, reparte la propia, y el candidato a gobernador de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo, de la alianza PVEM-PT, entrega “la cumplidora”. Es más, por increíble que parezca, incluso la candidata de Morena a gobernadora de Nuevo León, Clara Luz Flores, distribuye la “Tarjeta Nuevo León”.
Ah, pero nada de esto ve el presidente, solo ve a los adversarios y les echa a la Fiscalía por delante de la manera más facciosa posible. El que frecuentemente dice “no somos iguales”, lo ha demostrado… es mucho peor.
López Obrador puso como ejemplo de un caso igual al de Nuevo León, el de las tarjetas Monex que utilizó Peña Nieto en su campaña de 2012. Ignora el presidente (o hace como que ignora), que en ese caso, el problema fue que el PRI usó las tarjetas para pagar a su estructura electoral por cantidades que en su conjunto demuestran un claro rebase de topes de campaña, pero no la compra de votos.
El punto es que el presidente ve la paja en el ojo ajeno, y no ve la viga que carga sobre sus hombros. Y esa viga no son solo los actos de sus propios candidatos que aquí hemos referido, sino sus propios programas sociales.
Programas como la pensión a adultos mayores, jóvenes construyendo el futuro, o sembrando vida, fueron creados a partir de un padrón de beneficiarios construido obscuramente por los “Servidores de la Nación”, que a la sazón eran activistas de la campaña presidencial de Morena, la campaña de AMLO. Ya en el gobierno, fueron incorporados a la nómina gubernamental para repartir los apoyos. Y eso, eso sí que es compra de votos al por mayor. López Obrador es el más grande comprador de votos de la historia de México, y lo hace con nuestros impuestos. Como dice el refrán: dime de que presumes, y te diré de qué padeces.