EL OKUPA DE PALACIO
Por Alejandro Díaz.- Por largo tiempo me he referido al “inquilino de Palacio” para no mencionar por su nombre a quien no hace honor a ser presidente de todos los mexicanos. Sin embargo, en forma cada vez más frecuente, recibo comentarios de lectores que no es verdaderamente un ‘inquilino’ pues no paga renta ni contribuye con recursos o esfuerzo propio a mejorar el inmueble. Que en realidad es un ‘okupa’.
Aunque en México “okupa” no es término usual -aquí se usa más ‘paracaidista’ aunque no sea tan preciso-, en España y otros países se usa con frecuencia. Es la más clara forma de describir a un individuo, o a una familia, que se introduce a una propiedad y vive en ella sin importar que lo haga con violencia o con astucia.
Sin duda los “okupa” son perniciosos. Se comportan como si tuvieran un derecho infinito cuando lo que hacen es precisamente contrario al derecho. Sin ser propietarios reales presumen el lugar elegido y hacen gala de ello por su astucia.
Si aquel no fuera “okupa” buscaría merecer el título de Presidente de todos los mexicanos, pero cada día se empeña en dirigirse sólo a su clientela a la que arenga contra quien ose criticarlo. Es tan repetitivo y ambiguo que cada día son menos los que lo escuchan y más los que lo temen. Vive en un Palacio Nacional secuestrado al público; un edificio visitado por millones de personas antes de que él lo okupara, y que en manifestaciones no convocadas por él hace rodear el edificio con mamparas de acero y fuerza pública.
Él, que presumió en el pasado ser ‘presidente legítimo’ se deslegitimó en los hechos. En vez de convocar a todos por igual a construir una patria solidaria que permita salir de la pobreza a los menos afortunados, sólo se arropó en un lema para crear más pobres. Su grito de ‘primero los pobres’ no fue para atender primariamente a quienes saben y poseen menos; fue para captar simpatizantes.
Nunca intentó que el país progresara. No promovió la creación de empleos facilitando la inversión privada, mientras la pública la concentró en pocos proyectos a largo plazo, descuidando los urgentes que requiere la población. Firmó una segunda edición del Tratado de Libre Comercio (TLC) ahora T-MEC, para no cumplir lo pactado, orillando a demandas que pueden costarle a México millones de dólares, además de acentuar nuestra pérdida de prestigio internacional.
¿Hay posibilidades de mover al ‘okupa de Palacio’? Sí, y siempre que los ciudadanos asuman su deber de participar y la oposición actúe unida. A pesar del cambio en de consejeros en el INE, con una nutrida participación ciudadana y candidaturas unificadas, el cambio de gobierno en 2024 es más que posible. El actual gobierno ha actuado a base de promesas no cumplidas y pésimo desempeño.
En Seguridad falló tanto por la absurda política de ‘abrazos, no balazos’ como por su relación con cárteles del crimen organizado; en Salud, por el descuido en adquirir y distribuir medicamentos, además de la pésima administración de vacunas durante la pandemia de COVID; en Educación, por la incapacidad técnica al intentar cambiar planes de estudio, libros de texto y relaciones con padres y maestros.
No se diga con el fracaso en el primer año del Aeropuerto Felipe Ángeles o de la refinería de Dos Bocas que aún no produce gasolina. Del Tren Maya sólo se puede decir que es una tragedia ecológica pues aún está lejos su puesta en marcha.
No importa quien suceda al ‘okupa’, seguramente lo hará mejor y se preocupará por ser un Presidente para todos los mexicanos.