EL PLEITO EN MORENA
Marcos Pérez Esquer.- A qué grado ha llegado el desorden interno en Morena que, no sólo carece de dirigencias en 17 Estados del país, sino que el Tribunal Electoral tuvo que instruir al INE que fuese él quien organizara la renovación de la dirigencia nacional.
Le ordenó, además, que la definiera mediante encuesta, ya que el padrón de militantes de plano no es confiable en absoluto como para celebrar una elección, y eso es lo que ha provocado una disputa interna que ha durado más de un año.
En acatamiento a la resolución judicial, el INE emitió la convocatoria en la que establece dos etapas, una primera para “cribar” a las y los participantes (47 aspirantes para la presidencia, y 53 para la secretaría general), y una segunda, en la que ya solo participarían las personas con mayor nivel de reconocimiento.
Además, en caso de empate, es decir, en caso de que haya un empalme en los intervalos de confianza, se contempla una tercera encuesta en la que solo participen quienes estén en esos intervalos.
Por otra parte, en el ánimo de cumplir con el principio de paridad, y por una nueva instrucción del tribunal, el INE dispuso algunas reglas para asegurar que, si la presidencia termina siendo ocupada por un varón, la secretaría general quede en manos de una mujer, y viceversa.
Para todo esto, el INE contrató a tres casas encuestadoras, las cuales combinarán sus resultados para seleccionar a las personas ganadoras.
En la primera etapa Porfirio Muñoz Ledo resultó el mejor posicionado -por mucho- con un 41.7%, frente a un Mario Delgado con solo 27.1%. En la segunda etapa, la diferencia ya fue mínima, 25.34% para Muñoz Ledo, y 25.29% para Delgado; de hecho, los intervalos de confianza de esta encuesta se entreveran, lo cual indica, técnicamente, un empate, lo que anticipa la necesidad de una tercera encuesta.
Pero ante el empate, los reclamos no se hicieron esperar, titulares periodísticos hubo a pasto: “Urgen a Delgado a aceptar derrota”, “Pleito de Morena se traslada a sus bancadas”, “Amenazas y acusaciones avivan guerra por liderazgo de Morena”, “En Morena no le bajan a su pleito”, “Polevnsky rechaza resultados de encuesta”, “Porfirio acusa fraude del INE”, entre muchos otros.
En ese contexto fue que Porfirio amagó con que tomaría protesta. En realidad, no le asiste la razón. Como dijimos, la metodología contemplaba la hipótesis de un tercer ejercicio, y eso es lo que ahora debe ocurrir.
Pero, ante todo este relajo, ¿habrá una ruptura? Creo que no. Creo que, en algún momento, cuando el asunto empiece a afectar sus intereses, el presidente de la República, que sigue siendo el verdadero jefe máximo de Morena, dará un manotazo en la mesa y los meterá en cintura. Quizá algunos por ahí no se sometan, -como Porfirio, quizá- pero en su gran mayoría sí lo harán.
Y es que Morena sigue siendo mucho movimiento y muy poco partido político. Mucho movimiento y muy poca institución.
Desde luego, legalmente sí es un partido, pero políticamente sigue siendo un movimiento. En términos de ciencia política, no se ha institucionalizado. Por lo tanto, como movimiento, sigue orbitando en torno al líder carismático, al líder populista que es López Obrador.
Lo óptimo sería que Morena se institucionalizara, esto quiere decir, en términos de Philip Selznick, que pase a una etapa de “rutinización” del cumplimiento de sus reglas internas, y de “internalización” de ciertos valores (que tenga una ideología clara), pero eso toma tiempo y mucho trabajo.
Muchos politólogos miden la madurez de una democracia, a partir del nivel de institucionalización de sus partidos políticos, porque la institucionalidad filtra e inhibe el ascenso de liderazgos mesiánicos y caudillistas, por lo tanto, es mala señal para nuestra democracia, que el partido mayoritario no se haya institucionalizado, porque ello no abona a una correcta canalización de las demandas sociales, y en última instancia, no abona a la estabilidad y gobernabilidad del Estado.
El riesgo es que Morena siga siendo caldo de cultivo para el ascenso y enquistamiento de ese tipo de lideres carismáticos y mesiánicos.
Insisto, es un muy mal dato para la democracia, que Morena mantenga esos altísimos niveles de conflictividad interna, y de falta de institucionalización.
A todas y todos, incluyendo a quienes no simpatizamos con Morena, nos conviene que Morena transite de ser un movimiento, a ser un verdadero partido político, y para ese propósito me parece que lo que conviene es que sea justamente Porfirio quien se haga cargo. Pero parece difícil. Ya lo veremos esta semana.