Enseñarles a pensar… ese es el reto (Segunda parte)
Esther Quintana.- Es de principalísima relevancia subrayar que cada persona que existe sobre la faz de la Tierra es única e irrepetible. Partiendo de esto, la lógica nos dice que entonces es esencial estimular los talentos y habilidades de cada quien y no seguir casados con el formato del pensamiento único. Está más que comprobado que las concepciones autoritarias conspiran contra el conocimiento.
Bajo esta premisa, es de sentido común estimular la riqueza de los intercambios interdisciplinarios, en los que desde ópticas distintas se generan soluciones muchas veces inconcebibles a problemas que parecieran no tenerlas por pretender darles respuesta encerrados en el paradigma de los especialistas. Tenemos que romper con patrones rígidos, son contra natura, mantenernos en su dinámica conlleva a la permanencia de comportamientos y procesos cognitivos igualmente rígidos.
Si llevamos este pensamiento lineal al ámbito de lo social, de lo político, de lo económico, nos vamos a topar con la misma muralla, con un tumulto de creencias asumidas como válidas, nomás porque la mayoría así las ha aceptado. Verbi gratia, para decirlo en términos coloquiales… ¿Por qué hemos de aceptar que el peral da manzanas si estamos viendo que da peras? Tenemos que atrevernos a contemplar otras rutas para superar problemas que hoy nos están ya causando malestar. Tenemos que aprender a ver soluciones más allá de lo que se ha tasado como “normal”, tenemos que recomponer lo que nos está provocando ese malestar, o de plano desecharlo y buscar otras alternativas. Por eso es tan importante una revolución educativa, un movimiento que prepare a las nuevas generaciones para encarar con éxito un mundo que ya no es ni por asomo el que sus padres y abuelos conocieron.
La educación que se imparta en las aulas tiene que promover el desarrollo de habilidades y talentos de cada uno de esos niños y jóvenes, para ello necesitamos un magisterio preparado para hacerlo. Se requieren profesores guía, no disertadores a los que hay que hay que ir a escuchar sin cuestionar, se requieren maestros que muevan conciencias y provoquen que los educandos aprendan a pensar por cuenta propia, que se deslumbren al descubrir el potencial que tienen.
Por eso los docentes tienen que ser lo más selecto y brillante que exista, porque son los encargados de preparar personas sobre las que va a recaer el relevo generacional en todos los espacios del quehacer humano de una nación. ¿Por qué diablos en México no lo entendemos así, cuando hay países que hace décadas le han dado a la educación sitial de privilegio en sus políticas públicas? ¿Hasta cuándo los mexicanos vamos a seguir tolerando semejante mezquindad, sin inmutarnos? Necesitamos un magisterio de excelencia frente a grupo, preparado en las mejores universidades, con dos licenciaturas, una en educación y otra en una rama del arte, como ocurre, por ejemplo, en Finlandia. Y muy bien pagados.
Necesitamos un magisterio que ya no esté sometido a lideretes sindicales, porque sus derechos laborales están garantizados en el marco constitucional, que no los traten como instrumento para ganar elecciones, porque en eso los convirtió el deleznable sistema político que sigue aleando en nuestro país, lealtades electorales a cambio de plazas y de prebendas. En la reforma educativa que echó abajo López Obrador desaparecimos semejante yugo, pero ya lo devolvió. ¿Por qué despreciar una cultura de méritos para alcanzar una plaza, obtener reconocimiento académico y mejores ingresos? ¿Por qué seguir amarrados al despreciable padrinazgo, compadrazgo o como se llame?
En un pueblo educado y formado para pensar por cuenta propia, no prosperan el borreguismo, ni el sindicalismo esclavizante, ni el populismo, ni el clientelismo, ni el autoritarismo, ni todo ese lastre de porquería que ha hecho que en nuestro país no todos los mexicanos vivan acorde a su preciosa dignidad humana y lo más increíble… Que estén conformes con semejante suerte. Yo ya estoy hasta la ídem… ¿Usted no?