ENTRENANDO PARA UN ORDEN SOCIAL Por René Mondragón

En medio de un clima repleto de desorden, inundado por la corrupción, atascado en un mar de violencia y esclavizado por el dominio del narcoterrorismo, con una economía quimérica sujeta a los más leves vaivenes de los mercados y las ideologías, vale la pregunta: ¿Cómo entrenar la vida comunitaria para construir –juntos- un Orden Social que sea eso justamente?
¿POR QUÉ ENTRENAMIENTO?
Porque es necesario repensar -desde los hombres y mujeres en la familia, la empresa, las organizaciones intermedias, las iglesias, los partidos políticos, los clubes de servicio y las autoridades de los tres órdenes de gobierno- el respeto a las normas, en un país donde es un encanto brincarse los semáforos; aprender a convivir en armonía y en paz, en una sociedad donde predomina la autofagia. En un lugar en donde la solidaridad se instrumenta mediante el beneficio directo e individual y los demás no importan. En sitios en donde algunos billetes resuelven siempre un problema o se venera el narcotráfico y el crimen aderezados con corridos.
Entrenamiento porque es fundamental repensar los objetivos grandes y pequeños, la metodología que hay que echar a andar para lograrlo y la forma de evaluar los avances gestionando al mismo tiempo algunos conflictos.
QUÉ HAY EN LA ECUACIÓN
Existen normas aceptables por la comunidad. Las personas actúan dentro de ese marco normativo con el compromiso de respetarlas y asumir una sanción en caso de incumplimiento, porque se trata del flujo y reflujo de las relaciones interpersonales en un cierto contexto cultural donde se producen factores de propiedad, las infaltables relaciones de poder, mecanismos de comunicación y formas de convivencia.
En la vida comunitaria existen valores universales –libertad, dignidad, solidaridad, respeto- y una serie de principios rectores que al legitimarse generan orden social para favorecer la estabilidad colectiva, la división de actividades que constituyen la construcción de bien común, el valor de la educación para la convivencia y participación ciudadana.
LINEAMIENTOS ESTRATÉGICOS
1. Centralidad de la persona humana, lo que significa que el ser humano es principio, fundamento y fin de las instituciones sociales, porque fue creado para vivir en común unidad. En consecuencia, la vida económica, cultural, tecnológica y política, encuentran su pleno respeto en los procesos que reconocen la dignidad irrestricta de la persona, la vocación temporal y trascendente de la misma y el bien de toda la sociedad en su más diversas actuaciones, porque ello significa también, reconocer que cada individuo tiene una historia propia de vida y una historia de alma, como estaca Gaudium et Spes.
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Visto así, la per se unum –persona humana- posee derechos inalienables que el Estado sólo debe reconocer, cuidar, resguardar y proteger, porque brotan la misma naturaleza del ser humano. En consecuencia, nadie puede destruirlos, mudarlos o “rediseñarlos” para proceder a su exterminio. De aquí que también se puede afirmar que no existe un poder humano que pueda oponerse a la realización más sublime de la persona humana, (1)
- Por muy complicado o teorizante que parezca, el orden en la sociedad funcionará cuando surja un apego intenso y permanente hacia la Verdad, entiendo esto como la condición en donde cada individuo reconozca los derechos que le son propios y de los demás, así como la corresponsabilidad que cada uno tiene con respecto a los demás también, en expresión de SS Juan XXIII, cuando apunta hacia la Paz en la Tierra. (2) Se trata pues, de evitar cualquier tipo de acto que atente o sea incompatible con el respeto a la dignidad de la persona y a todas las personas.
- Otro factor insustituible para que haya orden en la sociedad, es la solidaridad, entendida esta como la virtud que se expande y se va superando así misma porque se cimienta en una total gratuidad, en el perdón y la reconciliación con el otro o los otros. Esta visión y comportamiento individual rebasa la estricta concepción de ver en los demás un ser humano sujeto de deberes y responsabilidades, para visualizarlo como una persona enriquecida por la fe, por los valores universales y por su mismo destino temporal y trascendente. Así nace el amor por los más próximos.
- ´De aquí surgirá entonces, un elemento que va aparejado a la virtud de la Solidaridad, porque deja de ser un mero sentimiento un poco romántico y superficial que se duele de los males que aquejan a otras personas, para convertirse en una decisión consciente, firme y vigorosa, perseverante y noble, que se traduce en el empeño continuo y continuado de construir el bien común, a fin de que todos puedan ser verdadera y auténticamente, responsables de todos. El caso es querer.
(1) Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, 1988, n. 1
(2) (Pacem in Terris, n. 35)