Es lo que hay…
Esther Quintana.- Ikram Antaki es una de las mujeres pensantes que más admiro, desde que leí El Banquete de Platón me convertí en lectora asidua de su obra. Ella ya no está, se fue el 31 de octubre del 2000, pero su prosa inteligente, exquisita, inspiradora, permanecerá siempre. Voy a compartirle un párrafo magnífico de su brillante autoría, que nunca se ha borrado de mi entendimiento y de alguna manera continúa alimentando mi anhelo: “…Un día nos volvimos por fin un país ideal; instalamos la razón en lugar del delirio y el derecho en lugar del abuso. Entendimos el papel unificador, dignificador, del Estado; protegimos la República, que es la madre, para poder amar la democracia, que es la hija; domamos las pasiones políticas y definimos y vivimos los valores comunes. Los maestros volvieron a ser los arquitectos, los húsares del país; el último mentiroso emigró a la Conchinchina y el último ladrón fue encerrado en el reclusorio. Dimos lugar y respeto al trabajo y entendimos que el conformismo puede disfrazarse de revolución. Despreciamos el recurso de la violencia. Los medios de comunicación prefirieron ser antipoder a ser un nuevo poder abusivo. Un día nos pusimos a construir una civilización original y tolerante, y dejamos de utilizar como bandera deshecha, aquella que otros, en el pasado hicieron…” Ikram no nació en nuestro país pero vivió muchos años aquí, conoció el alma, la cultura, la idiosincrasia de los mexicanos. Me duele mi tierra, me lastima ver que no cambiamos, que seguimos inmersos en lo que ya debiera estar fuera de nuestras vidas, y lo más duro, es lo que estamos transmitiendo a las nuevas generaciones, como si no hubiera pruebas más que de sobra de que ya no sirve porque lo pervertimos con la dejadez, el qué me importa, el que al cabo que todo acaba en lo de siempre, y a seguirle con el gatopardismo… !cambiar todo para que nada cambie…” ¿Por qué?
En el siglo XVI, Étienne de La Boétie escribió su Tratado de la Servidumbre Voluntaria, y que vigencia tiene. Nos muestra la condición que habita en el interior de los hombres, y que los postra, los unce a los más despreciables yugos políticos, y sabiéndolo no tiene empacho en doblegarse. Se trata de una sumisión vergonzosa, infame, porque ni siquiera se impone a la fuerza, sino a través de elecciones populares ayuntadas en la pasividad de la costumbre. Es increíble la aceptación del hombre a ser tiranizado, burlado, vejado, por la misma escoria, cada tres o cada seis años, según la elección de que se trate. México tiene una historia de mansedumbre que a ratos abomina pero vuelve a echársela a cuestas porque está acostumbrado a ser tratado por sus gobernantes como si les debiera algo. Decía Píndaro, el célebre poeta de la Grecia clásica que “Mientras más grande la masa, más ciego su corazón”. El número de marginados materiales a más de los de intelecto que tiene nuestro país es enorme, pero no se queda atrás el de los valemadristas, que sumado al de los cómplices, han dado como resultado este amasijo de inequidades e injusticias institucionalizadas que tenemos como patria. Mire en que pretende convertirnos el que ahora preside. Vamos como los cangrejos, hacia atrás. Con un nacionalismo mal entendido que en nada abona a la comprensión de la realidad actual. Que delirio por mantener un pasado ruinoso, que hostigamiento a un presente del que no entiende ni jota, y del futuro…pues al paso que lleva va a ser una… iba a escribir una palabrota, pero mejor póngala usted que tan generosamente me lee. Javier Marías, el escritor español, en su libro Los villanos de la nación escribe que “Para los políticos no existe nada mejor ni más cómodo que esto: un electorado infantilizado o ancianizado, que pide a gritos que se le mienta y anuncia que se creerá las mentiras”.
Ikram, todavía estamos a años luz de tu sueño…Sigue la misma bandera desecha en manos de quienes no tienen ni el mínimo de interés en que ondee otra. Esta semana se esmeraron “nuestros representantes” en el Congreso de la Desunión en darnos una demostración completa de que México les vale una pura y dos con sal. Cada vez el nivel de los que llegan está más allá del ras del suelo. Es lo que hay…