Fernández Noroña, la histeria y la suciedad en la política
Por Tomás Pichardo.- Gerardo Fernández Noroña fue protagonista nuevamente de un vergonzoso episodio en la vida política de México. Quien durante una reunión en Tlaxcala, sin pruebas acusó a la Diputada panista Adriana Dávila de estar vinculada a la trata de personas. Este fue el primer error. El segundo fue calificar a la diputada de “bocona de la chingada” y pedir que le hicieran llegar elementos para “ponerle una chinga la próxima vez que abra la boca”.
Este hecho no sorprende, dado que su actitud “política” permanente es esa. Sin embargo, esta vez la diputada Dávila no estuvo dispuesta a pasar por alto el insulto y quiere llevar adelante un proceso en contra de Gerardo Fernández Noroña.
Lo anterior trae a la mente la reflexión de que esos comportamientos dañan todavía más la imagen de la política y los políticos, creando la falsa percepción de que este ambiente es de lo más bajo que puede existir en el contexto social.
Fernández Noroña es ese tipo de personas con quien no quisiera uno cruzarse en ningún ámbito de la vida, ni real ni virtual. Ni en la familia, el trabajo, el partido, ni en el facebook.
Desafortunadamente en todos los ambientes sociales ese tipo de personajes abundan, y más en el político, para infortunio de quienes los tenemos cerca y peor si están en un bando contrario.
No se que pasa por la cabeza de esa gente, pero por lo que dejan ver permanentemente su idea de la participación en la política, es que este es un espacio para insultar, denostar y calumniar a los contrarios que ellos ven como enemigos a quienes hay que dañar. Fernández Noroña en este sentido es todo un icono de esta nociva especie. Sus intervenciones públicas tienen la constante de resumar odio, violencia verbal, burla y mentiras. Algo curioso en las críticas de los “noroñas” de la política, es que son como un espejo que refleja exactamente lo que hacen. Noroña critica los excesos y defectos de la gente inmoral, abusiva, tramposa y sorprendentemente estos son los mismos actos que él tiene, pero en su visión los errores propios no existen y por eso se erige en juez implacable de sus rivales.
Pero la gente como Noroña tiene dos caras. Por un lado se muestran implacables y agresivos con quienes consideran sus enemigos y de quienes no pueden recibir ningún beneficio y por otro son zalameros y agachones hasta el ridículo con quienes saben que les pueden generar ganancias de cualquier tipo. He visto gente que en eventos de algún prospecto de gobernador, presidente o algún puesto de poder se esmeran por aparecer en la foto -incluso se resbalan ridículamente para aparecer en la misma- pero en cuanto ven que no llegó, llegan a afirmar que nunca estuvieron de acuerdo con que dicha persona fuese el candidato al puesto en cuestión.
Fernández Noroña refleja el dictador (Lenin, Stalin, Mao, Castro, Maduro …) que todo izquierdista lleva dentro.
Fernández Noroña es así. Y muchos otros como él también. Cuando lo observo me pregunto si en su vida hubo algo que los dañó tanto, al grado de volverlos personas sin escrúpulos, nocivos e “infecciosos”.
Por cierto, constantemente retan a sus enemigos a debatir, pero eso es imposible con ellos, porque en una confrontación verbal no razonan, solo están dispuestos a escucharse gritar cual merolicos al borde de la histeria, que atajan constantemente las respuestas de los demás, impidiendo la réplica a sus afirmaciones, que la mayoría de las veces son falsas e incoherentes. Ante esas actitudes acaba uno convenciendose de que la mejor respuesta a ellos es el silencio.