He aquí… lo que hoy tenemos…
Por Esther Quintana Desde la perspectiva de quien hoy gobierna este país, y así lo declara un día sí y otro también, la derecha es la causante de todos los males que aquejan a esta enorme y amada tierra en la que hemos nacido. En su discurso y en sus hechos no hay ni una palabra que llame a la reconciliación ni a la concordia, al contrario su invitación a seguir abonándole al divisionismo es patética. Cava la zanja entre buenos –quienes están con él– y malos –quienes discrepan de su manera de hacer gobierno– con singular deleite, porque lo disfruta, signa la superioridad de la “izquierda” que abandera. Según sus cánones, su superioridad moral justifica cuanto se instrumente para alcanzar el objetivo. Sus causas son las únicas que vale la pena defender. La derecha debe ser destruida porque la sociedad estará mejor sin ella.
¿Izquierda? ¿Derecha? ¿En qué época se quedó anclado?
En 1995 el Premio Nobel de Literatura, don José Saramago escribió su novela “Ensayo sobre la Ceguera”, y hay una frase en ella que dice así: “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo no ven”. Y me parece que describe lo que hoy sucede en nuestro país.
Estamos en medio de una crisis económica, social, política, cultural, emocional, moral, cuya existencia se explica porque somos un pueblo de “ciegos que viendo no ven”, y nos está llevando a un precipicio que si no lo detenemos va a dañar de manera severa no sólo a quienes estamos hoy, también, y esto no tendrá nombre, a las generaciones que aún no han llegado, pero que vendrán. Sin embargo para el gobierno federal este “redireccionamiento” es un triunfo, una victoria que los encumbra y los fortalece.
La inflación desde 2021 a lo que va de 2022 registró incrementos anuales de 7.22 por ciento y 9.07 por ciento, respectivamente. El semáforo nacional de inflación está en rojo. Traducido a palabras llanas, todo se está encareciendo, y el dinero no alcanza. ¿Y sabe a quienes se afecta de manera más severa? Sí, a las personas de más bajos ingresos. ¿No que primero los pobres? Y no es exclusivo, también a la clase media le está provocando descalabros. Y se vienen más severos estos. Y para acabarla de rematar, tenemos otro problema, el actual “administrador” tiene proclividad enfermiza a espantar inversiones, ya no se diga extranjeras, también nacionales, que vengan a generar empleos a nuestro país, y si no hay trabajo, no hay ingresos, y entonces la economía se colapsa.
El Estado de derecho es el legado más preciado del liberalismo a la democracia, infortunadamente no le representa nada al Ejecutivo en turno, lo violenta cada vez que se le da la gana con el apoyo de sus esbirros en el Poder Legislativo o con decretos sacados de la manga. Y eso afecta la confianza y la credibilidad que cualquier gobierno, dirigido por un estadista, cuida con uñas y dientes. Nada más vea lo que está haciendo con los compromisos signados con sus dos socios comerciales Estados Unidos y Canadá en relación con el T-MEC. Ante esta declaración de López Obrador, como mexicana, no sé si llorar o reír: “Aun tratándose del mercado más importante del mundo (Estados Unidos), si tener acceso a ese mercado nos implica ceder soberanía, no lo aceptamos. No vamos a entregar nuestra independencia a ningún gobierno extranjero”. Hágame el “refavrón cabor” –con su permiso don Armando. ¿Independencia? ¿Soberanía? No le da vergüenza exhibir cuanto no tiene y pavonear su arrogancia. Menuda mezcla. Es un listado interminable de supinez. La oposición tiene que agarrar vuelo y proponer soluciones realistas, aunque el presidente no quiera.
Los populistas, igual que los atletas mediocres, ni saltan más alto, ni son los más fuertes, ni los más rápidos. A la hora en que deben entrarle en forma a la competencia, se les engarrotan los músculos y se les nubla el cerebro. El filósofo norteamericano Peter Boghossian apunta que “cuando vives al servicio de una ideología, y no de la verdad, comprometes tu integridad y pierdes legitimidad mientras socavas los valores que pretendes servir”.
Órale, vamos a despabilarnos, mexicanos, y empecemos a trabajar en forma para evitar que el iluminati de Palacio y sus huestes pagadas con los recursos de los que sí laboran todos los días y pagan impuestos religiosamente, nos vuelen en pedazos la única casa que tenemos, México.