HISTORIAS DE AYER Por Esther Quintana
“Quizá la única lección que nos enseña la Historia, es que los seres humanos no aprendemos nada de las lecciones de la Historia”.
Aldous Huxley.
El presidencialismo es historia antigua en nuestro país y no obstante sigue vivo, coleando y rampante. En pleno siglo XXI y no podemos deshacernos de uno de los fenómenos más “emblemáticos” de un sistema político que ya debiera ser desechado por todos los lastres que arrastra provocando con ello el errado ejercicio del poder público.
La raíz del presidencialismo abreva en una mezcla pluricultural de indigenismo, de españolismo –ya me inventé este término, me refiero al bagaje traído de la península ibérica e instituido en los trescientos años de coloniaje-, de mestizaje y de criollismo, que dio como resultado una tradición política huérfana de ideología que desemboca en un “vasallaje” a la figura del “presidente-emperador”.
Dirá usted, que tan generosamente me lee, que exagero, pero no, ni siquiera me esfuerzo en recalcarlo, la evidencia está a la vista. Acabamos de vivir una elección el pasado 2 de junio, y TODO el proselitismo, para abarcarlo en un solo término, se centró en la elección presidencial, la legislativa, como siempre, como no es de relevancia desde la perspectiva de millones de mexicanos, aunque debiera, por la trascendencia que conlleva dadas las facultades y funciones de ambas cámaras, para generar el BIEN PÚBLICO TEMPORAL, finalidad sine qua non del hecho político por antonomasia, denominado ESTADO, pasó de noche. Y nos va a cargar la trampa POR ESO.
La centralización del poder en un solo individuo ha significado desde siempre abuso, corrupción, y lo que le sigue. Sin duda alguna, verbi gratia, hablando de la época del porfiriato, no puede negarse que hubo en México un avance económico e industrial sin precedentes, se saneó de pe a pa la hacienda pública, la expansión ferrocarrilera le dio un impulso extraordinario a las comunicaciones y al transporte, se pacificó el norte del país. La prosperidad porfiriana llegó a diferentes ámbitos de la administración pública, pero no todo fue luz y alegría. Se acentuó la desigualdad entre la población, porque la distribución de los frutos de esa riqueza económica no fue pareja; el despojo de las tierras de propiedades comunales y la expansión de latifundios tuvo un precio que estalló en 1910. Y algo que hay que subrayar, no hubo apertura política, el diálogo estaba cerrado, sólo se escuchaba la voz del presidente, o se estaba con él o contra él, y se pagaba hasta con la vida disentir.
De 1888 y hasta 1903 no hubo más autoridad que la de Díaz. Ya conocemos el final. El destierro a Francia y el olvido. Siguen sus restos en el cementerio de Montparnasse en Paris. Y después de él la llegada de Madero, su asesinato. Y el de Carranza y su asesinato, y el de Obregón y su asesinato. Y el arribo de Plutarco Elías Calles, y el nacimiento del PNR. Y el Maximato –el hombre detrás del trono del águila-, el jefe máximo, entre 1928 y 1934. Comenzó con el gobierno interino de Emilio Portes Gil, continuó con los gobiernos de Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez y finalizó cuando asumió la presidencia Lázaro Cárdenas. Elías Calles quería seguir mandando. Cárdenas no estaba dispuesto a ser su títere. La madrugada del 10 de abril de 1936, Cárdenas se hace acompañar de un grupo de militares, saca a Calles de su casa y sin permitirle siquiera cambiarse de ropa –en pijama- , lo lleva hasta un avión del Ejército Mexicano y lo manda a California. Lo expulsa del país, exige la renuncia de todos los callistas que le había impuesto en su gobierno. Solo regresó cuando el presidente Manuel Ávila Camacho, al final de su mandato, le permite de nuevo residir en el país. Murió el 19 de octubre de 1945 en la Ciudad de México.
El presidencialismo ya debiera ser historia en nuestro país. Pero no lo es. Perdura esa relación histórica entre el presidente y su partido, parece ser destino común. Infausta regla no escrita. Está por concluir el mandato de Andrés Manuel López Obrador, por primera vez una mujer recibirá la banda presidencial en San Lázaro. Y su arribo se dio al más rancio estilo del régimen. López la ungió como SU CANDIDATA, no obstante la pantomima de los demás enlistados. La impulsó, la apoyó, hizo campaña a su favor sin importar las prohibiciones de ley y se valió de todo el aparato gubernamental para alcanzar su objetivo. La “cargada” como antes se denominaba al “cuerpeo”, fue absoluta.
¿Hasta cuándo seguiremos cargando con esta farsa que para nada tiene que ver con la democracia? Sigue “funcionando” el ritual. Está más que probado. ¿Y sabe por qué, estimado lector, lectora? Porque es parte de la idiosincrasia del mexicano. Seguimos adorando tlatoanis, aunque estén huecos y con pies de barro. Lo que se vislumbra no es nada halagüeño. ¿Cómo será este gobierno? ¿Más presidencialismo? ¿Más autoritarismo? ¿Otro Maximato? Sí. El Congreso, como siempre, al servicio de la presidencia, no de los mexicanos, y un Poder Judicial electo por el pueblo sabio, que no sabe ni ma… de la especialidad de sus funciones.
Se judicializarán las elecciones, sí. Por lo que he visto y vivido no cambiará el destino del país que votó la mayoría. Lo que esperaría es que a los partidos políticos de oposición nos sirva la lección para resurgir de entre las cenizas. Nos detestan. Hay quienes dicen que la oposición no construye nada. Solo con hechos y con mucha humildad, vamos a demostrar que si sabemos, Necesitamos estadistas y esos no se improvisan. Y espero que haya una reforma expresa que prohíba la inclusión de un presidente de partido como legislador plurinominal, en ningún lugar de la lista. Don Manuel Gómez Morín fundó un partido político para servir a México, no para servirse.