La democracia mexicana en el 2023
Esther Quintana.- Apuntaba Paulo Freire en sus Cartas Pedagógicas que “El futuro no nos hace. Somos nosotros quienes nos rehacemos en la lucha para hacerlo… en el mundo suceden cosas insoportables. Para verlas, hace falta observar con atención, buscar. Les digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis. La peor de las actitudes es la indiferencia, el decir ‘yo no puedo hacer nada, yo me las apaño’. Al comportaros así, perdéis uno de los componentes esenciales que hacen al ser humano. Uno de sus componentes indispensables: la capacidad de indignarse y el compromiso que nace de ella”.
Y cuando se prescinde de esto se abre paso la indiferencia, esa falta de emotividad, apatía rampante. Y esto viene a colación porque precisamente uno de los lastres más dañinos que arrastra nuestra democracia, es la indiferencia, que se traduce en la falta de participación ciudadana. Por eso la democracia mexicana es enteca. Por otro lado, un régimen democrático, como bien sostienen autores como Almond, Verba e Inglehart, necesita de una cultura política que le sea congruente, que pueda promover la participación y fortalecer sus instituciones. En México la democracia carece de ese acompañamiento, porque no nos hemos ocupado de desarrollarlo. Esto conduce en un momento dado a retrocesos en el ámbito institucional y también coadyuva a promover formas de participación vertical, no horizontal, autónoma, incluyente, que son la savia que la democracia NECESITA:
Giovanni Sartori señala que cuando en una sociedad hay ciudadanos informados, su papel se torna activo, su voto sintoniza con la posición ideológica del partido político con el que se identifica, y tienen mayores elementos para exigir a los políticos que cumplan con lo que prometen en campaña; a contrario sensu, si el ciudadano está desinformado tenderá a ser pasivo, y su voto arraigará en los sentimientos; lo que lo vuelve presa fácil de la manipulación vía la propaganda electorera y la labia de los políticos. Ergo, la participación que abona al fortalecimiento de la democracia es la sustentada en la información, con ella se puede desafiar a las autoridades. Hoy por hoy ahí tenemos una enorme deficiencia derivada de nuestra falta de cultura política. ¿Con qué elementos va a ponerle las peras a veinticuatro al gobierno si no conoce ni las obligaciones de éste, y de sus derechos como mexicano y ciudadano tiene una idea muy vaga o de plano nada? Sin duda que hemos tenido avances, pero no los suficientes para apuntalar una democracia representativa y menos, pero mucho menos, la participativa.
Uno de los cimientos de la democracia participativa es el respeto a los derechos considerados básicos de la población: los derechos civiles y políticos. El respeto a los derechos civiles implica el respeto del imperio de la ley, a la libertad de tránsito, a la libertad de expresión, a la libertad de prensa, entre otros. Por otro lado, los problemas que la democracia mexicana enfrenta hoy día son de carácter social. La agenda política de problemas estructurales está más vinculada al atraso que al progreso, hay que decirlo con toda claridad. La violencia, la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad, el narcotráfico, sumados a la debilidad institucional, conforman el conjunto básico de problemas pero también de oportunidades para mejorar nuestra democracia. Hay una serie de obstáculos a vencer, como las dificultades para generar una agenda pública positiva, derivada de la polarización que alienta el propio Presidente de la República TODOS LOS DÍAS; las ambiciones y mezquindades de hacer una democracia ad hoc a intereses sectoriales o personales; partidos políticos y dirigentes ensimismados en conservar sus cotos de poder en lugar de atender las causas de los ciudadanos que se identifican con ellos; gobiernos incapaces, y de ribete sin la mínima voluntad de aprender a abordar de manera organizada y permanente la problemática nacional. Entre otras.
La realidad política y social del México del siglo XXI es radicalmente distinta, verbi gratia, de la de hace 10 años, aunque haya circunstancias que permanezcan casi inalteradas. Los avances tecnológicos tienen mucho que ver en ello, bueno, hasta los fenómenos como la pandemia del COVID-19, alteran. Y los cambios continuarán con o sin nuestra venia. Esto nos obliga a repensarnos, a establecer qué queremos y qué debemos hacer para que nuestro país tenga un desarrollo democrático armónico. Se tiene que atender el problema de la falta de confianza en las instituciones públicas, las divisiones sociales, las fallas de liderazgo, la falta de identidad compartida entre la ciudadanía. En el barómetro de Confianza Global 2023 publicado por el Instituto Edelman Trust, el 47 por ciento de las personas encuestadas confían en el gobierno, 24 puntos por debajo de la confianza en los negocios que fue del 71 por ciento. Y el Índice de Percepción de Corrupción 2022 publicado por Transparencia Internacional nos ubica entre los países más corruptos. Persiste la falta de audacia y de acciones contundentes para combatir la corrupción y fortalecer las instituciones públicas, lo que repercute en la seguridad, el desarrollo y, sin duda, en la democracia. Vamos como los cangrejos, aunque el que desgobierna lo niegue, e insulte a quienes discrepen de sus “otros datos”. El que está podrido es él. La Corte ha estado Suprema.