La extinción del Homo Sapiens… ¿? Por Esther Quintana

No es la primera vez que le comparto, apreciado leyente, que la política es una de mis pasiones. Así como hay quienes gustan del deporte o de la música rock, a mí la política simple y sencillamente me fascina. Se trata de una disciplina, de una ciencia, de un arte, con el que se puede generar bien común, como afirmaba don Manuel Gómez Morín, y también utilizarla para envilecer cuanto toca. El maestro de Estagira, doscientos años antes de Cristo, afirmó que el ser humano es un animal político, y sigue hasta la fecha, teniendo razón. El hombre está diseñado para hacer política. Y a lo largo de su historia, el hombre, sus hechos, le dan fisonomía a la política. Y hay una amalgama de luces y sombras, a veces de más luces y otras de más sombras. La política de la apariencia puede convertirse en un hit, pero si no se es lo que se pretende ser, se cae. La solvencia no se alimenta de espectáculo.
Estamos viviendo tiempos –y por supuesto que no es novedad- en que a la política la han ido convirtiendo en lo que usted guste y mande, pero ya no es política. Es puro teatro, fanfarrias, ruido y más ruido, y entre más gritón sea el politicastro más apantalla a quien lo oye. Está como el sexo, así a secas, cuando se consuma se acabó el encanto. Igual pasa con los pseudo políticos, los que se “venden” como los grandes hacedores de un distinto mañana y al final del día no son más que oquedades, y van dejando a su paso una sociedad que cree menos… y que se acostumbra a ser tratada como cero a la izquierda.
Decía el recientemente fallecido ex presidente de Uruguay, don José Mujica que: “El poder no cambia a las personas, simplemente revela quiénes son”. Y seguirá teniendo razón por secula seculorum. Toca un punto sustantivo de como debe ser ejercido el poder cuando se llega a un cargo público, con humanidad y ética. Hoy en muchas latitudes de este planeta se está viviendo con crispación y polaridad. Han convertido el ejercicio del poder en un circo en el que exhibe todo aquello de lo que carecen, y están convencidos de que el público, o séase el pueblo que les paga para que le sirvan, son una caterva de imbéciles, a los que no se les debe ni siquiera una disculpa por las tiznaderas –discúlpeme el francés, estimado leyente– que les hacen todos los días.
Y esto no es nuevo. Ha pasado en otros tiempos. La Historia da cuenta puntual, verbi gratia, del oscurantismo que se vivió en la Edad Media en Europa, hacia el siglo XVI. Fueron tiempos aciagos en los que preponderó la oposición a la razón, a la ciencia y al progreso, dominando el dogma y la ignorancia. Se da tras la caída del Imperio Romano. La influencia de la religión y la ausencia de desarrollo científico retratan el atraso a que fue condenado el hombre de esos tiempos en nombre de la fe. Qué forma tan deleznable de esclavizarlo. Se perseguía como si se tratara de demonios a quien pensaba, ya no digo a quien pensaba distinto. Toda la filosofía de la triada de la antigüedad, Sócrates, Platón y Aristóteles, fue proscrita. Se tenían que esconder para conocer el pensamiento que iluminó una época de manera excelsa, que gestó la democracia, que enseñó la maravilla de aprender a discurrir, a PENSAR. Se me viene a la cabeza mientras esto escribo la mayéutica de Sócrates, el método de preguntar y re preguntar. Lo imagino caminando con los brazos cruzados en la espalda, seguido por sus alumnos, enseñándolos a “parir” el conocimiento, guiándolos a través de un proceso de reflexión y argumentación a encontrar la verdad, la explicación racional del mundo del que eran arte. ¡Carajo! Y pido disculpas de nueva cuenta por el uso de la altisonancia, pero es nomás para enfatizar mi rechazo al control ejercido por la Iglesia Católica en la vida intelectual, social y política, de aquel tiempo. Pero todo tiene su zenit y su nadir.
Ahora bien, el oscurantismo no se queda en la Edad Media. Cualquier régimen autoritario en el que se proscriba la libertad de expresión, la censura, la persecución de quienes piensen diferente, la imposición de una ideología en lugar de enseñar a conocer el panorama completo y decidir por sí mismo en la vía del raciocinio, también es oscurantismo. No estamos ajenos en pleno siglo XXI a que esto siga ocurriendo. Ahora mismo está ocurriendo. No es privativa de un grupo en particular la cerrazón, la mezquindad, la ausencia de compromiso y de responsabilidad.
Todo el tiempo ha habido “becerros de oro” para rendirles pleitesía, alimentados en la marginación material e intelectual de un número importante de población, y en la ambición y el hambre de poder de un grupúsculo de desalmados, porque se necesita serlo para condenar a su propio país a la dependencia eterna. Estamos regresando a la Edad Media, ahora la opresión viene de las máquinas, y no hacen falta grilletes, ni tribunales como la Inquisición de Torquemada… bueno ahí hay algunos asegunes, como las “reformas” que se le hace a las leyes a modo, pero ese es tema aparte, ahora el “control”, y vuelvo al punto, se realiza con la complacencia de muchos padres de familia a darles por nana a sus criaturas un celular o una tableta, según las posibilidades económicas, con la indiferencia masificada, con el montaje de un escenario en el que abundan la apariencias, los disfraces, la proclama de lo que no se es pero que “compra” simpatías, visualizaciones al por mayor, entre más “likes”, mejor. Es la moda. Santo Dios, ¿será posible que se salgan con la suya, con la creación de una sociedad alelada? Pronto, a como vamos, del Homo Sapiens, no va a quedar ni rastro. Sepa cómo se denominará al próximo. ¿Será la era del Homo “Idiotés”? Y lo destaco en comillas, porque así se referían los griegos en la antigüedad a aquellos que no se ocupaban de los asuntos públicos.
No, no es posible que nos quedemos con la vista perdida en el infinito. Tengamos como sociedad del siglo XXI nuestro Renacimiento. Hagamos nuestra renovación. No somos un ente perdido, somos la obra máxima de la Creación, fuimos dotados de voluntad e INTELIGENCIA, honremos nuestra propia naturaleza alimentando los lazos de la calidez, del encuentro, del escuchar y de escucharnos, la tecnología está a nuestro servicio, no es al revés, los avances científicos no son para desgraciarnos, sino todo lo contrario. Y aunque suene a estribillo, por favor ilustremos nuestro intelecto, para eso son los libros, para instruirnos, para iluminar nuestro entendimiento. Leer NO ES UN ASUNTO BALADÍ, es INDISPENSABLE para recrear nuestra humanidad, para conocerla, para amarla entrañablemente y ser mejores personas y mejor comunidad. Promocionemos la lectura, induzcamos a los niños a que se enamoren de ella, a que la vuelvan su compañera inseparable. Porque eso son los libros, se los juro, amigos para siempre.