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LA FARSA DE LA RIFA DEL AVIÓN

Marcos Pérez Esquer.- Pues no, después de dos años de hablar y hablar del avión presidencial, el avión sigue ahí. Ni se ha vendido, ni se ha rentado, ni se ha rifado, ni nada.

Pero es curioso, de pronto, se dejó de hablar del avión. Había venido siendo el tema favorito del presidente en sus mañaneras; prácticamente no había mañanera en la que no tocara el tema; de hecho, en una de esas conferencias matutinas y en medio de terribles problemas nacionales de diversa índole (emergencia sanitaria, inseguridad, crisis económica, etc.) se atrevió a decir a los reporteros de la fuente que sólo quería hablar del avión, que no le preguntaran nada más.

Pero insisto, después de la rifa-no-rifa del avión, nadie volvió a tratar el asunto, como si de verdad el tema hubiese quedado resuelto con la famosa lotería.

Desde mi punto de vista, esto revela al menos dos cosas importantes: primero, que el gobierno, y sobre todo el presidente, saben que la idea de rifar el avión fue todo un fiasco; y segundo, que tienen el control de la mayoría de los medios de información, con lo cual pueden manipular de qué se habla y de qué no se habla en la opinión pública.

Ahora que al gobierno no le conviene seguir hablando del avión, porque no pudo rifarlo, ni venderlo, ni rentarlo, ni nada, es decir, después de que ha quedado en evidencia el incumplimiento de la que fue quizá la mas sonada promesa de su campaña, todo el mundo calla.

Precisamente cuando todo al respecto debería ser más escandaloso, viene el silencio. Y debería ser muy escandaloso, porque la rifa del avión implicó una serie de desatinos, no sólo políticos, sino económicos y legales.

Para empezar, en realidad no rifaron el avión. El hecho de que se hablara y hablara hasta el cansancio de la rifa del avión, y el hecho de que en el boleto de lotería apareciera la foto del avión, seguramente hizo caer a muchos consumidores en el equívoco de comprar un boleto creyendo que en verdad participaban de la rifa del avión. Esto, de suyo, ya debería investigarse como un posible caso de fraude. Pero más allá de ello, decidieron que la rifa del avión fuera solo “simbólica”, y que en realidad se repartieran 100 premios de 20 millones de pesos cada uno, es decir, una suma de premios por el orden de los 2 mil millones de pesos, cifra aproximada a la del valor del avión.

Así, emitieron 6 millones de cachitos de 500 pesos cada uno, con lo cual pretendían obtener 3 mil millones de pesos; repartirían 2 mil millones en premios y les quedarían mil millones de ganancia. ¡Genial!

Pero sucedió, que a muy pocos les interesó comprar cachitos de esa locura, así que, de entrada, mediante presiones diversas, se obligó a empresarios a comprar ingentes cantidades de boletos. Esto también debería investigarse como un potencial caso de extorsión. Y peor aún, a tan solo una semana de la fecha de la rifa, programada para el 15 de septiembre, viendo que ni así alcanzaban a vender boletos suficientes siquiera para pagar los premios, decidieron que el gobierno se auto-comprara un millón de boletos por un monto total de 500 millones de pesos.

Por orden presidencial, el INDEP entrega ese dinero al INSABI, y el INSABI paga los boletos y los reparte entre hospitales covid.

Esto significa que el INSABI utilizó recursos del erario para participar en una apuesta. El desvío de recursos es patente, y está a la vista de todos.

Además, era un pésimo negocio, ya que al comprar el 16.7% de los boletos, el INSABI tendría que haber sido lo suficientemente suertudo como para haber adquirido al menos el 25% de los boletos ganadores, lo que le permitiría apenas recuperar su “inversión”. Matemáticamente es sumamente improbable.

El INSABI despilfarró pues, el dinero del erario en una apuesta absurda, en medio de una pandemia de proporciones históricas. Es difícil encontrar un caso de mayor irresponsabilidad gubernamental.

Podrían estarse configurando delitos como uso ilícito de atribuciones y facultades, abuso de autoridad, y/o ejercicio ilícito de servicio público.

Como sea, si descontamos los boletos auto-comprados por el propio gobierno, en realidad la rifa implicó una pérdida de dinero, ya que sólo se vendieron 3,865,800 cachitos, es decir, ingresaron mil 932 millones 900 mil pesos. La venta de boletos no alcanza para pagar los 100 premios de 20 millones; se perdieron 67 millones de pesos. Esto también puede implicar responsabilidades administrativas y penales con motivo del daño patrimonial.

Ya se entiende por qué el gobierno no quiere que se vuelva a hablar de la rifa del avión.

Se engañó, se extorsionó, se desvió dinero, se perdió dinero, y el avión aún sigue ahí, ya no solo como símbolo de los excesos del pasado, sino de los desvíos y desvaríos del presente.