La forma es fondo
Marcos Pérez Esquer.- Se atribuye al ideólogo del PRI, Jesús Reyes Heroles, haber acuñado la frase “En política la forma es fondo”, y parece que el tiempo le ha venido dando la razón. Formado y formador de una escuela política en la que las formas lo decían todo, heredera de las formas soviéticas y comunistas en las que las señales políticas se transmitían a partir de símbolos y representaciones, Reyes Heroles entendió que era ahí, en las formas, en donde muchas veces podían encontrarse los indicadores de lo que había en el fondo de la política.
Así, a partir del gesto amable o adusto que el presidente de México le dispensara en público a uno de sus subalternos, por ejemplo, podía saberse del porvenir venturoso o desventurado de la carrera política de este. Que no lo saludara sería lapidario. Si el presidente citaba a alguien y lo recibía en una sala para conversar placenteramente, significaba que el presidente quería transmitir cercanía, confianza, pero si lo recibía en el despacho con el escritorio de por medio, significaba todo lo contrario. Igual si se le hacía esperar mucho o poco antes de recibirlo. Que en un evento alguien fuese colocado cerca del presidente decía mucho acerca de la deferencia que se le tenía. Entre más cercano al presidente apareciera alguien en el podio o en la foto oficial, más cercano era en lo personal y en lo político; más y mejor futuro tenía.
Pues bien, rememoro estas cosas porque en México lejos de habernos desembarazado de las formas en la política, parece ser que siguen tan vigentes como hace décadas, o quizá incluso más vigorosas que antaño.
Esta semana sucedieron dos cosas que lo dejan ver. Por un lado, el reclamo que la vocería de la presidencia hizo a la presidenta de la Suprema Corte, Norma Lucía Piña, por no haberse puesto de pie en el momento exacto en el que se hicieron “honores al presidente”, durante la ceremonia por el aniversario de la Constitución.
Llama mucho la atención el reclamo porque desde la presidencia se insiste en que ya estamos en una nueva etapa en la que la separación de poderes, y la independencia y autonomía de ellos, es real, no simulada; pero, por otra parte, se ofenden cuando la titular de otro poder, lo deja en claro.
Parece pues, que la vigencia de la independencia judicial es tal, pero muy a pesar de la presidencia de la República. Todo indica que en Palacio Nacional se añora la subordinación, y acaso también la abyección de los demás poderes. El solo hecho de que se hicieren “honores al presidente”, que no “honores a la bandera”, habla con claridad de ese talante. También el hecho de que se colocara a los secretarios de defensa y de marina junto al presidente, y se remitiera a la ministra, y al presidente del Congreso a los extremos. Así el respeto por el poder militar, y el desprecio por el Legislativo y Judicial.
Desde mi punto de vista la ministra presidenta hizo bien, y mejor aún cuando discurrió con valentía defendiendo la independencia judicial, igual que lo hizo el presidente del Congreso, Santiago Creel, defendiendo la democracia.
El otro evento fue justamente el de la presencia de una escolta armada en la Cámara de Diputados. Nadie mejor que el propio Ejército sabe que nadie -ni ellos-, puede entrar armado al recinto parlamentario, así lo dispone su norma interna desde hace décadas. Siempre, cuando militares se apersonan en dicho lugar, lo hacen desarmados; pero ahora, en lo que parece una afrenta propia del proceso de militarización que México está viviendo en diversos ámbitos de la vida pública, y una trampa contra el presidente del Congreso, los militares se presentaron fuertemente armados. Se negaron a dejar fuera sus armas aduciendo que reglamentariamente forman parte de su indumentaria castrense. Nunca antes argumentaron eso. Ante la negativa a desarmarse, el diputado Creel no tuvo más opción que pedirles se hicieren los honores a la bandera, en el vestíbulo. Las hordas morenistas no tardaron en abalanzarse contra Creel por su “mala conducción de la sesión” y por no haber consultado la decisión con la Mesa Directiva. Pero sucede que el reglamento es muy claro y le confiere al presidente del Congreso tal decisión. Como sea, es a partir de un asunto de formas, como este, que se le pretende destituir del cargo como presidente de la Cámara. Parece poco probable, casi imposible, que lo logren, pero lo desean a más no poder.
Si por la 4T fuere, ya estarían destituyendo a Santiago Creel y a Norma Lucía Piña, por cuestiones “de fondo”, maquilladas de asuntos “de forma”.