La inteligencia en el poder público
Salvador I. Reding Vidaña.- Reflexionar sobre la inteligencia de un mandatario no es sobre Andrés Manuel nada más, como interés crítico de los mexicanos; es un asunto de análisis político de la historia, del presente y del futuro posible de un Estado. Un Estado que puede ser el propio o de otra nación, cuyo desempeño tiene consecuencias sobre el propio. Pero hay que hacer varias reflexiones al respecto para poder llegar a conclusiones útiles.
Primeramente, reconocer que no hay “una” inteligencia, sino varias posibles para diferentes destrezas intelectuales, que se han clasificado en general entre seis y diez, según a quienes se les pregunte. Segundo, que hay ciertas destrezas que no necesariamente involucran un alto cociente intelectual, entre ellas (por propia iniciativa), me refiero a lo que se conoce como astucia.
Pero de un tiempo a la fecha, salió a relucir el concepto de inteligencia emocional. La forma como las emociones influyen en los procesos del pensamiento. Pero en realidad, la importancia de la emotividad es tal que, en la mayoría de los casos, controla la manera en que pensamos, deducimos y tomamos decisiones, tanto de lo que creemos de temas de la vida como de lo que decidimos hacer, que sea importante (es decir, no de simples rutinas).
Daniel Goleman (1995) define la inteligencia emocional como: “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”. Capacidad para la autorreflexión: Identificar las propias emociones y regularlas de forma apropiada.
La emotividad en el análisis de hechos y la toma de decisiones es crucial tratándose de personas con mucho poder, como es el de un jefe de Estado. Afecta a muchas personas, para bien o para mal, al presente y al futuro. Bajo esta óptica reflexionemos un poco sobre Andrés Manuel y su inteligencia, a la luz de su carrera política y administración de gobierno.
Voy directo al tema: Andrés Manuel no ha demostrado, en su vida pasada y en su forma de gobierno federal, ser inteligente, recuerdo que su Kardex de la UNAM (es era público) reflejó fallas académicas importantes. Y esto no es ni una burla, agresión, provocación (diría él) ni manera de desquitar enojos. Decir que no es inteligente, es resultado de reflexiones sobre su conducta política y lo que se espera en el futuro próximo a México.
¿Por qué digo que no es inteligente? Porque toma muchas decisiones y hace declaraciones que muestran una enorme falta de reflexión sobre sus consecuencias. De acuerdo en que quiere llevar a cabo sus caprichos a como dé lugar, por una enorme soberbia necia. Pero no lo hace inteligentemente. El armar pleitos con muchos sectores de la ciudadanía, por echar fuera sus visceralidades, opera en su contra, y no se da cuenta, pues lo sigue y sin duda seguirá haciendo. Acabarse los dineros del erario creándose un problema irresoluble si no cancela lo que él llama sus programas sociales, que no son más que dádivas de estrategias populistas, es algo que se ve fuera de su alcance mental.
Andrés Manuel miente y vuelve a mentir considerando, sin duda, que todos se lo tragan, pero la famosa “terca realidad”, lo contradice, sobre todo en mentiras muy evidentes, y en sus obvias contradicciones en comentarios y declaraciones. Como lo acusan: un día dice una cosa y otro lo contrario, al parecer sin ser capaz de darse cuenta.
Ha dicho, para aplicarlo a terceros, que “es de sabios cambiar de opinión”, pero aún ante evidentes errores de su gobierno, él no lo hace. Hizo, durante años, muchas promesas de gobierno, para hacer de éste un país próspero, pero en este campo todo le ha salido mal, y no parece entenderlo, darse cuenta y mucho menos, cosa de sabios, rectificar. Sigue haciendo promesas incumplibles, como la de crear, en cuanto salga México de la crisis pandémica, ¡dos millones de empleos! Lo cual es imposible, ya que, en su gobierno, la pérdida de cientos de miles de empleos es una realidad y una predicción razonable.
No se da cuenta de que ofrece imposibles, y que esas ofertas van poniendo en evidencia su incapacidad como presidente, y que está haciendo humo, primero lento y ahora más aprisa, su capital político. No es capaz de ver su desgaste de imagen, nacional e internacional (en donde ya ha sido objeto de burlas de distinguidos políticos).
Pero dirán sus seguidores y algunos observadores, que fue capaz de convencer a mucha gente, es cierto, pero eso es astucia de manipulación social, que han tenido y tienen muchos dictadores y líderes populistas, aun cuando se trata de líderes fallidos como gobernantes. ¿Quieren ver eso como una forma de inteligencia? como gusten, pero no va de la mano lo mismo, inteligencia, para manejar la vida política del país.
Para México, las consecuencias son desastrosas de que Andrés Manuel no muestre inteligencia para conducir al país, para llevar su gobierno a la historia como gran gobernante, y para lograr eso que llama cuarta transformación hacia un México mejor. En los pocos meses de gobierno ha sido, todos los indicadores lo dicen, alguien que no gobierna con inteligencia, que usa el poder y los recursos del Estado dañando seriamente al país, en obsesivo capricho que no es capaz, intelectualmente, de reconocer.
Su emotividad, su visceralidad, se sobreponen a su pensamiento, por eso no se da cuenta de que las cosas le salen al revés. Si actuara inteligentemente, cometería muchos menos errores críticos para su gobierno, su imagen y su futuro político y digamos post-político. Su escasa inteligencia es un grave problema para los mexicanos, sobre la que sobrepone sus visceralidades. Y les está costando demasiado caro, y será peor aún, pues no da muestra alguna de ser capaz de, inteligentemente, corregir el rumbo. Como dijo, es de sabios cambiar de opinión.