LA META INEVITABLE
Por Julio Faesler.- Lo que el ciudadano quiere es vivir en paz, educar a sus hijos y ocuparse tranquilamente a su oficio.
En tiempos pasados la lealtad daba sentido a la vida. Por lealtad el monarca llamaban a guerras dinásticas. Se dieron las largas guerras de religión que creaban y reforzaban la autoridad y fuerza de los reyes. Vino luego la era por conquistar colonias en tierras lejanas. La naciente industria requería materias primas y los productos de las metrópolis los mercados correspondientes. Esas conquistas convergían en confirmar la pasión patriótica.
Las revoluciones de los que no participaron de las riquezas proclamaron desde las rejas de los palacios los temas libertarios de igualdad para sustituir a los regímenes antiguos. Se creó una nueva dimensión, esta vez económica más que heredotaria, basada en el modo de producción empresarial organizada, no por autoridad real sino ahora por lideres de la nueva visión avasallar al enemigo no en el campo de batalla sino en la cosecha de ganancias financieras.
Antes el subdito sacrificaba hasta su vida en el ara de la corona o en el de la patria. Empeñaban su honor en guerras para conquistar espacios de poder y gloria y esculpia que exaltaba el orgullo nacional, en algun Arco de Triunfo mereciendo quedar inscritos sus nombres en el premio inmarcesible gloria militar. Pero el poder real se translucía en el de los dueños de los instrumentos de la producción y de distribución naciendo el caítalismo de gran dimensión que no fue propuesto por el pueblo que tampoco participaba de sus frutos.
Las glorias dinásticas agotaron la autoridad de las clases nobles que quedaron sin función. El avance liberal de la gran revolución tampoco cumplió su promesa de dignificación porque se atravesó la ola del capitalismo que es la expresión del poder supremo que el individuo recibió del monarca destronado.
El otro emblema, el de la democracia en las decisiones públicas que ha sido ensayado repetidas veces en el curso del siglo XX y aun esporádicamente en el actual, bajo propuestas socialistas de izquierda o de derecha que eliminan la inevitable responsabilidad del Estado también han sido fracasos rotundos que sumen a sus pueblos en dramátícas privaciones.
Lo que ahora tenemos es un mundo inventariado al tope de necesidades y exigencias suscitadas bajo los huecos lemas de igualdad económica, democracias electorales e ideales de justicia social. Un camposanto de exigencias incumplidas magnificadas por la reciente explosión demográfica. El patriotismo es de viejo cuño, ideal anticuado y sin sentido práctico.
Frente a este cuadro de realidades, ni hay razones para repetir las formulas ni los errores del pasado. Es natural que las nuevas generaciones busquen nuevas respuestas de convivencia social en que alojar sus expectativas propías de vida digna y de realizaciones. Es claro que ni individualismos ni socialismos que concentren poder incontrolado ni el caos que al que se precipita cuando el Estado abdica su responsabilidad. Su papel esta en ser el receptor de las demandas sociales de todo tipo con la responsabilidad de asegurar reparto imparcial de soluciones. La justificación del Estado está en el servir. Las nuevas fórmulas políticas al alejarse de etiquetas ideológícas, y concentrarse en atender lo necesario modernizan metas y renuevan lealtades..
El ejercicio electoral de 2024 es ocasión para tomar en serio la gravedad del momento que vivimos para decidirnos a evolucionar hacia una nueva coordinación modrnizada verdaderamente efectiva entre las instituciones con que todavía contamos después de la devastación del sexenio a punto de finalizar. Interesar a la juventud en los asuntos que las arduas condiciones que vive México es la tarea primordial. Sabemos que este reto es grave, más que el que enfrentamos en años anteriores. Las incongruencias del gobierno saliente tiene que resolverse para atender necesidades populares de nivel digno de vida junto con refacción financiera que habilite la producción empleadora. Las urgencias estan por doquier. Constatamos que los regímenes que se estilan progresistas retrasan. Al siguiente gobierno corresponde reconstruir.
2024 es la ocasión de elegir al que encabece el Poder Ejecutivo e igualmente de trascendencia es la de integrar un Poder Legislativo inteligente y operativo.
Hay tiempo. Solo hay que medirlo bien. La meta es clara y hay que alcanzarla.