LA NUEVA CHACHALACA
Marcos Pérez Esquer.- Allá por 2006, unos 100 días antes de la elección presidencial, el candidato Andrés Manuel López Obrador le espetó al presidente Vicente Fox, aquella famosa frase: “cállate, chachalaca”. Todo, porque el presidente habría criticado la propuesta de AMLO en materia de combustibles.
Hoy, cuando ya ha iniciado el proceso electoral 2020-2021, el ahora presidente de México, no cesa de emitir opiniones que impactan en materia electoral, y peor aún, no deja de criticar y hasta de denostar a los partidos y actores políticos opositores. Con ello, el presidente López Obrador llega mucho más lejos en su imprudencia electoral, de lo que pudo haber hecho Fox en su momento.
La actitud de López Obrador no es reciente, la ha venido desplegando desde hace tiempo. Podríamos decir que, de hecho, nunca ha dejado de estar en campaña. Las incursiones al ámbito electoral en sus “mañaneras” es cosa frecuente. Sin embargo, se acentuó a partir de su denuncia de lo que él denominó el BOA (el Bloque Amplio Opositor) -que todo indica, estaba más en su imaginación que en la realidad-, descalificando lo que en su caso no sería más que una estrategia legítima de participación política por parte de sus eventuales opositores.
El presidente no parece entenderlo pero la democracia es así, la gente se organiza para participar conforme a las reglas vigentes, en el ánimo de obtener victorias en las urnas; pero para el presidente, el solo hecho de que algunos actores pudieran estar organizándose para ello, en contra de su proyecto político, ya era motivo de descalificación. Eso lo pinta de cuerpo entero, no solo no es demócrata, es profundamente autoritario.
Pero después del capítulo del famoso BOA, siguió con sus indebidas intervenciones en materia electoral. En algún momento incluso, declaró que actuaría como “vigilante” de las elecciones. Pronto, las y los consejeros del Instituto Nacional Electoral, le hicieron ver que esa pretensión devenía totalmente ilegal. El árbitro, el vigilante de las elecciones, es el INE; este, y no el Ejecutivo, es el ente constitucionalmente diseñado para ello.
Ahora que en días recientes empieza a conformarse una gran coalición para enfrentar a la 4T en las elecciones intermedias de 2021, el presidente ha emprendido de nuevo una andanada de señalamientos y descalificaciones; lo hace sin rubor alguno tanto en sus giras por el país, como en las “mañaneras”.
Con todo ello, el presidente no se limita ya a la mera imprudencia, incurre en la ilegalidad.
Desde 2007, y justo a partir de presiones ejercidas por el propio López Obrador, se reformó la Constitución y la ley, para prohibir que los gobernantes emitieran sus opiniones públicamente en materia electoral. La lógica de la reforma era la de generar un piso más parejo en las contiendas electorales evitando que los servidores públicos incidieran en las preferencias electorales al expresar sus propias simpatías.
Uno puede o no estar de acuerdo con esta regla (de hecho yo no lo estoy), pero es una realidad que hoy por hoy esa es la regla y debe cumplirse, y el primer obligado es el propio presidente, no sólo por su condición de Jefe del Estado mexicano, sino además, porque en el caso concreto, fue precisamente López Obrador quien, hace 13 años, exigió que se impusiera esa regla.
Así las cosas, la semana pasada la Comisión de Quejas y Denuncias del INE, determinó que en efecto, los dichos del presidente vulneran la equidad en la contienda al influir en las preferencias de la ciudadanía de cara a los comicios venideros, y resolvió emitir medidas preventivas para que se abstenga de realizar expresiones ilegales que constituyan una intromisión electoral o proselitismo político, violentando los principios de imparcialidad y equidad que deben prevalecer en la contienda.
Frente a esto, de nuevo sin pudor y sin rubor algunos, ahora López Obrador dice exactamente lo contrario de lo que decía en 2007, ahora dice que está ejerciendo su libertad de expresión.
Bien dice el dicho que cae más pronto un hablador que un cojo; quien tanto criticó a Fox por su supuesto activismo verbal, quien exigió que se reformara la ley para impedir que los gobernantes opinaran de política electoral, quien espetó al Ejecutivo en turno aquello de “cállate, chachalaca”, se ha convertido hoy, en la nueva chachalaca.