La persistencia en la equivocación
Por Juan José Rodríguez Prats.- “Intentar hacer algo que sea enteramente imposible siempre es un empeño que corrompe” Michael Oakeshott
El derecho intergeneracional prescribe dos clases de deberes: con las generaciones que nos precedieron, conservar lo bueno y con las generaciones venideras, entregar mejorado lo heredado. En otras palabras, darle continuidad a las tradiciones e instituciones que aportan beneficios y propiciar situaciones más amables de existencia para los que nos sucederán. De ahí la obligación de recibir con beneficio de inventario el acervo de una nación.
Ni todo lo viejo es malo por viejo ni todo lo nuevo es bueno por nuevo. Percibirlo con objetividad es tarea del buen estadista. Mucho daño hacen los iluminados que se esmeran en demoler todo lo que no es de su autoría sin reemplazarlo por medidas viables y bien estudiadas, despreciando experiencias tanto propias como de otras naciones.
Nadie puede negarle a nuestro presidente la enorme hazaña política alcanzada con enorme denuedo. Pero lo hizo debido a continuadas reformas forjadas desde hace varias décadas, impulsadas por distinto partidos políticos y gracias a los consensos que con gran ligereza hoy son subestimados.
No puedo imaginar a López Obrador, en el viejo PRI, siendo designado por el dedazo presidencial para desempeñar el cargo que hoy ostenta. Es un producto de las reformas concebidas y ejecutadas por quienes son condenados hoy sin reconocerles ningún mérito.
A un año de gestión obradorista, anoto algunas señales altamente preocupantes que incurren en un enorme desprecio, tanto a las generaciones pasadas como a las venideras.
Desde luego, el crecimiento económico fue mediocre en el periodo conocido como neoliberal (poco más de 2%) que podríamos considerar como una tendencia inercial. Sin embargo, lo más factible es que en los dos primeros años del gobierno de la 4T no tengamos crecimiento ni desarrollo debido a decisiones de la administración actual. No se continuaron políticas públicas que funcionaban y se creó un vacío que propició el retroceso.
Lo contrario aconteció con la política de seguridad. Prácticamente se siguió con las mismas acciones de los dos gobiernos anteriores y los resultados fueron peores.
La principal preocupación de un gobierno debe consistir en su respeto a los derechos humanos. Si se falla en eso, todo lo demás pasa a segundo plano. Anoto tres graves decisiones que evidencian un enorme atropello.
AMLO extinguió el Centro Penitenciario de las Islas Marías mediante una simple orden, sin tomar en cuenta que había sido creado por ley en el gobierno de Lázaro Cárdenas. Era la única cárcel considerada como respetuosa de los derechos humanos. Los reclusos hoy están hacinados en diferentes reclusorios e inclusive intentan ejercer alguna acción para su retorno a una estancia mucho más humana para purgar su sentencia. Una decisión arbitraria, ilegal y dañina.
Otro caso. Al haber cedido ante la amenaza de Trump de incrementar aranceles, se abandonó, violando el artículo primero de nuestra Constitución, la protección de los inmigrantes centroamericanos y, a su vez, perdimos toda autoridad moral para pedir respeto a los derechos de nuestros connacionales que viven ilegalmente en Estados Unidos. La foto del migrante ahogado con su hija en el río Bravo es testimonio de la insensibilidad del actual gobierno ante un asunto que exige respuestas humanitarias.
El brutal fraude para imponer a una persona descalificada al frente de la CNDH destruye una institución que se consolidó tras muchos esfuerzos. Las consecuencias serán lamentables.
Persistir en proyectos inviables como la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía y el tren maya constituye una gravísima irresponsabilidad.
En resumen, no hay muchas maneras de gobernar. La experiencia es contundente. Respetar lo que funciona, reformar lo que no funciona. La improvisación y la actitud de cambiar por cambiar siempre fracasan.