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La política como servicio/ Por Javier Brown César

  • Adolfo Christlieb Ibarrola dijo en 1963 que: “la permanencia de todos nosotros en Acción Nacional obedece, afortunadamente, a la convicción profunda que tenemos de que la política es, antes que nada, disposición y capacidad de servicio, y no ocasión para satisfacer apetitos personales”.

Desde su fundación, el PAN reivindicó el carácter ético de la acción política, y con ello, la naturaleza vocacional del quehacer público. En la actualidad, se afirma que la política es, ante todo, servicio. No obstante, este postulado de naturaleza ética es de carácter formal, por lo que requiere hacerse explícito a partir del análisis que desplieguen sus amplias implicaciones prácticas.

Política y vocación

La política, como el magisterio y el sacerdocio, es una vocación. Quien se dedica a la política auténtica siente el llamado al servicio, y en consecuencia, realiza todo aquello que es necesario para ejercer una profesión. Sin embargo, a diferencia del magisterio y el sacerdocio, la política no limita su radio de acción al alumnado o a la grey, sino que extiende su abrazo solidario a todos aquellos ámbitos en los que hay dolor humano que se puede y debe evitar.

Como vocación, la política apuesta por la transformación cultural de las comunidades y por la articulación de prácticas cotidianas en aras de la arquitectura del bien común, que es el fin supremo de su acción. La preparación para esta gran labor arquitectónica es ardua y el camino difícil de emprender, ya que exige esfuerzos y sacrificios considerables; de ahí, que actualmente sea más fácil incursionar en política confundiéndola con un negocio lucrativo, en lugar de valorarla como una actividad noble, notable y superior.

Política y donación

La vocación de la política es el holocausto de uno mismo, o sea, el más extremo y demandante de todos los sacrificios posibles. Ese sacrificio ha sido ejemplificado de forma suprema por los fundadores de Acción Nacional, quienes en tiempos en que no había financiamiento público fueron capaces de entregar no sólo su tiempo, sino también sus recursos e incluso sus vidas para la edificación del Partido en cada rincón de la patria.

El ejemplo de los fundadores debe seguir siendo el ideal rector del actuar de los dirigentes y militantes. Los fundadores dieron su vida para la construcción de una institución al servicio de la ciudadanía y apostaron por un régimen democrático, por la política basada en el diálogo y por un amplio sistema de libertades republicanas. Éstas deben seguir siendo nuestras apuestas.

Política y acción ética incondicional

La acción política se guía por el principio ético de la acción incondicional: se actúa en política no en espera de alguna retribución, sino para generar bienes y servicios que transformen la vida de las personas. Cuando se trabaja exclusivamente para conseguir votos, se incurre en prácticas clientelares y paternalistas, que lo único que hacen es generar una ciudadanía cautiva, expectante y pasiva.

Sólo a partir de la acción política que busca liberar a las personas del dolor evitable, para que sean capaces de conducir su propia vida y construir su subjetividad, es posible formar una ciudadanía activa, responsable y democrática. La incondicionalidad ética exige así invertir la ley económica de la vida (el mínimo de esfuerzo con el máximo de beneficio) para hacer de la política la expresión más sublime y acabada de la caridad (el máximo de esfuerzo con el mínimo de beneficio).

Política y madurez

Para la política se requieren dosis ingentes de madurez que inviertan la lógica infantil de querer acumular y tener cada vez más, y en lugar de ello, instauren la dinámica de dar incondicionalmente y de ser cada día mejores. La lógica de quien asume la política como vocación es la del deudor, la de quien se debe por completo a la ciudadanía, porque ella es la que elige y financia a los servidores públicos.

Se debe ser plenamente consciente de que entre más se asciende en la jerarquía política se está obligado a servir al mayor número de personas. Además, dado que el sector público se mantiene gracias a las aportaciones de la ciudadanía el deber mínimo es el de romper con la asimetría entre los impuestos recaudados y los bienes y servicios ofrecidos: el monto de los impuestos debe corresponder a la calidad de lo que ofrecen las administraciones públicas.

Política y mística

En el informe a la Segunda Convención Nacional, el 20 de abril de 1940, Manuel Gómez Morin dio la definición de mística que hasta el día de hoy es canónica. Para el fundador de Acción Nacional la mística es un “ímpetu espiritual que hace del heroísmo o de la santidad estilo de conducta individual, y empuja incontrastablemente los grandes movimientos sociales y nacionales”.

Sólo la política impregnada por la mística es valiosa, ya que está al servicio de causas espirituales. De ahí, la semántica que prevalecía en los tiempos de la fundación del PAN, cargada de connotaciones superiores y expresadas en frases como: “camino de salvación”, “empeño de almas”, “que nunca falten esos motivos espirituales a nuestra organización” o “cultura es parentesco y convivencia en el espíritu”.

Política y santidad

Es un principio aceptado por muchas personas que la política no tiene como objetivo la “salvación de las almas”, sino generar las condiciones materiales y espirituales necesarias para que ésta se pueda dar. De ahí, una diferencia fundamental entre la política y la religión, ya que quien se dedica a la política busca la santidad, no a través de la imitación de la divinidad, sino a través del servicio a las otras personas. Así, la tarea política tiene una eminente nobleza porque a través de la lucha frontal y decidida contra el dolor, y al generarse aquí y ahora condiciones de vida digna y decorosa, se encuentra a la divinidad en el rostro del otro.

Publicado en Revista La nación