La política del azadón
Esther Quintana.- La madre de la libertad es la verdad, sin ella esta no existe. Hoy día vivimos en un mundo inmerso en las mentiras, estas se han vuelto absolutamente cotidianas. Y no parece que haga mella en el sentir de los mexicanos, menos en el pensar. Tan cotidiano es mentir que a muy pocos, pero muy pocos, inmuta. Desde las altas esferas del gobierno endulzan con “bienestar” un sistema podrido hasta la médula, y no es difícil, dado que somos un pueblo acostumbrado a la antiquísima fórmula del “pan y circo”, con ello se mina cualquier intento de romper el cerco. El orden jurídico, es decir las leyes, se hacen a modo. Y es que hay que “legalizar” la farsa. Y en toda esta debacle juega un papel relevante, el dinero. Sí, el dinero para amarrar complicidades, el dinero para domar voluntades, para crear ficciones, para mantener la sumisión de una población a la que le han robado su dignidad, a la que tienen convencida de que así es la vida, que a uno les tocó Jauja y a otros jod…. Y son muchos, más de la mitad de los mexicanos vive en la pobreza. Y sigue dando “frutos” el sistema, lo dio por siete décadas de manera ininterrumpida y continúa con el actual, al fin y al cabo que provienen de la misma matriz. Coahuila es el ejemplo típico de semejante hegemonía. Es el bastión de todo cuanto el ejercicio del poder no debe ser. ¿Hasta cuándo?
La libertad es lo más preciado que tenemos los humanos después del otro gran tesoro que es la vida. Por ello conservarla y defenderla debiera ser primario, elemental. Sin libertad no hay humanidad. En tiempos electorales se recrudece el embate contra ella. Y no me estoy inventando nada. A doblegar voluntades con la entrega indiscriminada de despensas, de amenazas de perder los beneficios del “corralito” si no se vota por los que mandata el régimen. Y como la gente no lee, ni aquellos informan, pues viento en popa con la perversión. En el artículo 4 de la Constitución Política, la norma de más jerarquía en nuestro país, están establecidos estos programas asistencialistas, de modo que por mandato de ley deben otorgarse. Y ahí está la mentira comiéndose a la libertad. Y la gran tragedia es que un pueblo sin libertad está muerto por dentro, aunque respire.
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Ahora mismo estamos ante el denigrante espectáculo del analfabetismo social… ¿Qué no? A millones de mexicanos se les enseñó a leer, pero no leen, a escribir, pero no escriben. Tienen oídos, pero no escuchan; tienen ojos, pero no miran. Es como si la capacidad de raciocinio ante lo que estamos viviendo se les hubiera esfumado. Su libertad de elegir en conciencia, con conocimiento de causa… ¿a dónde se fue? El desdichado reverenciar a la simulación, a la apariencia, domina la arena política, pero a millones de compatriotas les vale una pura y dos con sal. Se les llena la boca a los políticos rastreros de “cantar” -y pagar millonadas para que las canten– las “glorias” del régimen con el que se están cargando al país todos los días. Y cómo decía aquella canción interpretada por Rafaella Carrá… ¿a quién le importa? Hay realidades que debieran estremecernos: 500 mil muertos por negligencia en el manejo del Covid, 50 millones de mexicanos sin seguro popular, 16 millones de recetas sin surtir en el IMSS, mil 600 niños muertos por cáncer, 2 años de caída libre del PIB -8.2 en 2020-, 1.6 millones de deuda –60 millones mensuales-, 4 millones buscando empleo y 10 millones de nuevos pobres… El empecinamiento de arrasar con ecosistemas completos y poner en riesgo las reservas de la Biosfera en Campeche y Quintana Roo, la negativa al uso de energías limpias. La pretensión de cambiar educación por adoctrinamiento ideológico… esto es el acabose. Hay un empobrecimiento alarmante de la población, un debilitamiento a ojos vistas de las clases medias…y esto, esto sí es muy peligroso, porque son los que sostienen al país.
Nuestra natural condición de animales políticos, es decir, diseñados genéticamente para VIVIR EN COMUNIDAD, nos está valiendo un carajo. “Ningún hombre es una isla”, expresaba John Donne, el poeta inglés en el siglo XVII, y sigue teniendo razón. Por eso es injusto, irracional, grosero, insano, que los mexicanos no digamos ni pío ante las acciones de una caterva de políticos insolidarios, y toleremos que sigan pudriendo a nuestro país. Nosotros somos más, sumemos esfuerzos, inteligencia, voluntad, para ponerle un hasta aquí a este mezquino estilo de hacer política al más puro estilo del azadón…