La segunda vuelta para México
Por Rafael Funes
En la elección del 2006 el margen que separó a Felipe Calderón de López Obrador fue muy estrecho 36.69 contra el 36.11%, lo que motivó un conflicto derivado de las acusaciones de López sobre un fraude en su contra. A partir de entonces el debate sobre la necesidad de una segunda vuelta se acrecentó en México.
En América Latina hay tres variables para elegir presidentes:
Mayoría relativa, donde quien obtenga más votos es el triunfador: Honduras, México, Panamá, Paraguay, Puerto Rico y Venezuela.
Sistema de mayoría a dos vueltas, se requiere el 51% para ganar sin necesidad de segunda vuelta: Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Perú, República Dominicana y Uruguay.
Mayoría relativa calificada, es suficiente con 40%, pero es indispensable contar con una diferencia de 5 a 10 puntos porcentuales con respecto a la segunda minoría: Argentina, Costa Rica, Ecuador y Nicaragua.
En el caso de la elección del 1 de julio del presente, López Obrador mantiene un 52.96% de las preferencias, con lo cual en cualquiera de las tres modalidades sería el triunfador sin necesidad de una segunda vuelta. Adicionalmente, aún y cuando fuese mayoría calificada, la distancia con respecto al segundo es de 30%, lo que haría innecesaria segunda vuelta.
La elección del domingo es ejemplar para México, tanto por el margen de victoria del ganador, como por la amplia participación de la ciudadanía, 64% del padrón.
El hartazgo de los mexicanos con la corrupción, la impunidad, la desigualdad, la inseguridad motivó en gran medida el voto masivo por López Obrador, al igual que sucedió en el 2000, el voto recibido no necesariamente se identifica con la posición ideológica, más bien con la esperanza de lograr un cambio auténtico.
Así como en la elección del 2000 no podía afirmarse que la sociedad mexicana fuera de “derecha”, ahora no podemos sostener que el ciudadano votó por una postura ideológica de izquierda, reflejó la impaciencia por ver pasar políticos que dicen trabajar por las causas ciudadanas pero que en realidad lo hacen por sus intereses.
El triunfo de López está aparejado con un amplio apoyo a nivel del legislativo, tendremos por primera vez en la historia de México unas cámaras dominadas por partidos de “izquierda”, pues ahí hay que sumar a los diputados y senadores de Morena a los del PRD, Movimiento Ciudadano, PT y más de un priísta y aliancista que se sientan del ala “progresista”.
La tentación de gobernar y legislar desde las posiciones ideológicas es algo que está latente, se requiere de un gran esfuerzo de madurez política para que se entienda que las posiciones en el congreso no representan necesariamente el sentir de los mexicanos.
Debemos estar atentos para exigir y vigilar al nuevo gobierno y sus legisladores, necesitamos preservar los logros forjados en los últimos años, ante la tentación populista y de izquierda que se avecina.