LAS MANOS DE MAMÁ
Por René Mondragón.- Los poetas hilvanaron y entreveraron versos y estrofas para intentar describir el corazón de una madre que ama sin límites, que perdona sin límites, que disculpa sin límites.
Lo mismo hicieron los más grandes escultores en la historia de la humanidad, para intentar descubrir los secretos maravillosos de los ojos de una madre; de esas miradas que, como en La Piedad, entretejen el dolor, con la visión esperanzada y esperanzadora de aguardar tres días para volver a abrazar y arropar entre sus brazos al Hijo que le dio sentido a su vida.
Es esa mirada de mamá que traspasa los espacios y los tiempos para adivinar qué atraviesa y por qué duele el corazón de los hijos. Es la misma forma de mirar cuando mamá comprende, cuando ríe discretamente y da gracias al Cielo, porque su pequeña ha encontrado el amor en el alma de un caballerito que se sonroja al tomarle la mano a la Princesa.
Muchos escritores centraron su atención en la capacidad auditiva y extrasensorial de mamá.
Es esa mezcla entre estrategia, carisma y habilidad extraordinaria que el buen Dios imprimió en la persona de mamá, para que ella sea capaz de -en medio del ruido tumultuoso, de la vocería en la fiesta y por encima de los varios miles de decibeles de la música… de escuchar la voz de los chicos y distinguir en la eutonía del fraseo de cada hijo, cuando puede percibir una señal de incomodidad o alarma.
Cuando mamá pregunta: “¿Qué tienes… te pasa algo?” y la respuesta cortante es: “No me pasa nada. No tengo nada”, no hay más que llegar a la conclusión de que mamá… ¡ya lo sabe todo! Porque así es su oído selectivo que, sumado a su elevadísimo nivel intuición, puede dejar a cualquiera en estado pre-catatónico. Lo sabe todo.
Sin embargo, poco o casi nada, se ha dicho del regalo que Dios le entregó a mamá y lo puso entre las manos de ella. Es válido decir que el Señor “le ungió las manos” a ella.
Sin duda, son -como señala el novelista- de una material extraordinario, casi indestructible, con una capacidad de adaptación fuera de lo común y con dones tan diversos que, el mensaje que sale de esas manos, aunque sea con un roce ligero, cambia cosas, transforma mundos, reinventa futuros o calma los vientos más huracanados.
Las manos de mamá tienen un efecto tranquilizante, cuando más se necesita.
Cuando el alma está inquieta y el corazón da vuelcos sin poder dormir, la caricia de las manos de mamá, aleja cualquier tipo de fantasmas y diluye miedos e inquietudes.
Sus manos regresan a la realidad a las ilusiones mal cimentadas, porque ella sabe que “ese tipo” de ilusiones solo dejan desilusionados en el camino. Lo paradójico llega cuando el mismo roce de las manos de mamá, catapulta cada sueño de los chicos; cuando nos hace creer que siempre seremos invencibles quijotes, capaces de todo, hasta de derrumbar a los molinos de viento que cada día dicen: “No vas a poder… tú no lo lograrás”
Son esas manos de mamá las que impulsan cuando las cosas no marchan bien y pareciera que el mundo se viene encima.
No sé cuántas veces mamá llegó hasta tu cama… te dio un beso en el que cifraba todas sus esperanzas y sus razones para vivir…. Te dio la bendición con esas manos tan suyas y tan divinas, y susurró un “Te quiero” envuelto con su corazón.
Gracias mamá por todas esas veces.