LAS MUJERES DEL SIGLO XXI: MÁS DERECHOS Y MEJORES ROLES
Por Salvador I. Reding V..- Uno de los fenómenos sociales más relevantes del siglo XX, fue la lucha en favor de los derechos de las mujeres. Más que nada, fue un despertar del mundo “civilizado” en aprender, saber cuál es el papel de la mujer en el mundo, en los mundos particulares, en la familia, en la economía y en la política.
No es un asunto sencillo, pues la cultura judeo-cristiana-occidental primero, y las culturas orientales después, se plantearon a nivel planetario, cuestiones que anteriormente parecían indiscutibles, ya vistas y recluidas en los recintos religiosos y filosóficos, y sometidas a criterios cerrados, muchas veces machistas o de subestimación del ser femenino (“las mujeres a la cocina”). Las mismas religiones han tenido que revisar sus propias posiciones sobre la mujer y reivindicarla.
Tampoco podemos hablar de un movimiento social, sino de diversas movilizaciones de todo tipo para reivindicar el rol de la mujer en todas las manifestaciones de la vida. El feminismo, el de la “liberación femenina”, como movimiento social, es solamente una pequeña parte, la más ruidosa quizá, de toda una revuelta para revisar el papel de la mujer.
LA JOVEN DEL NUEVO SIGLO
Para una joven en edad ciudadana de este principio del siglo XXI, votar es una actividad cotidiana, cuyo derecho se contiene en mandatos constitucionales. Ninguna tiene que pelear o gritar para que la dejen entrar a las urnas con su boleta. Sin embargo, a mediados del siglo pasado, el mundo estaba en pleno proceso de reconocer que las mujeres tenían, no solamente el derecho de elegir poderes públicos, sino desde la capacidad misma de discernimiento para hacer dicha elección. De hecho, era en mucho el concepto de adolescente que se atribuía sin discutir a la mujer en general lo que era desechado. La frase definitoria de que la mujer “es un ser de cabellos largos e ideas cortas”, del siglo XVIII, tenía amplia carta de aceptación.
No podemos decir que la cuestión del rol de la mujer en la vida se haya resuelto en el pasado siglo XX, sino que el mundo hizo un gran avance en esa dirección. Aunque ya a finales del siglo XIX, había en los países “más avanzados” movimientos de mujeres, normalmente educadas y de buen nivel económico, es en la centuria siguiente cuando la humanidad, no solamente los varones sino también las propias mujeres, reconocen a ellas capacidades y derechos para participar en las decisiones que las afectan. Simultáneamente, las oportunidades de desarrollo personal, en educación, arte, ciencia y gobierno, y en ocupación profesional en general, se van haciendo reconocibles y reales.
MUJERES EN EL PODER PÚBLICO
El poder heredado por derecho “divino” de la Reina Victoria en el Imperio Británico del siglo XIX, no tiene nada en común con el poder político de mujeres como Golda Meir e Indira Ghandi, como ejemplos fuera de serie. Estas últimas son un nuevo fenómeno en la historia de la humanidad. De ellas en adelante, un cierto número de mujeres, pequeño, por cierto, ha tenido o tiene el poder ejecutivo de naciones enteras. La inglesa “Dama de Hierro” Thatcher, fue una notable heredera, y por supuesto lo es Angela Merkel.
En la historia “antigua”, las mujeres monarcas se distinguían con un poder heredado como el victoriano, y las soberanas que destacaban junto a sus también soberanos maridos, lo hacían por un especial ingenio, poder de seducción e influencia y generalmente en segundo plano.
DERECHOS ADQUIRIDOS POR LA MUJER
El nuevo mundo occidental reconoce a las mujeres muchos derechos antes reservados a los hombres, tanto en la vida social, como en la económica, académica y política. Ya no es extraño ver una mujer ejecutiva, catedrática o gobernante. En el mundo de la medicina, desapareció la sorpresa de ver que la mujer, además de enfermera, es también médica cirujana.
Aparece también otro fenómeno a favor discutible de la mujer: la militar; antes, en toda la vida de la humanidad que conocemos, los varones arriesgaban sus vidas para defender a sus mujeres, sus niños y sus ancianos (Juana de Arco se disfrazó de hombre). Ahora ellas toman también las armas para ir a la batalla, cuando en la Segunda Guerra Mundial lo que hacían era conducir camiones o fabricar armas, ser secretarias uniformadas o enfermeras militares.
SALARIOS, SEXISMO Y FEMINIDAD
Pero en la vida laboral, en especial en el ejercicio de las llamadas profesiones, el rol de la mujer tiene como falla clave la remuneración. No solamente se les paga menos por el mismo trabajo, sino que ellas mismas están dispuestas en mucho a considerarlo como un paso en el proceso de reconocimiento de su aportación al trabajo, pero sabiendo que están en situación desventajosa de competencia laboral. Las famosas “leyes del mercado” del trabajo operan en su contra.
Otro problema no resuelto de sus desventajas ocupacionales, es el hostigamiento sexual en el trabajo, al que creen tener derecho tanto superiores como hasta compañeros de trabajo. La belleza, un don en la vida social, se vuelve una carga en la vida laboral.
Por otra parte, la feminidad se asienta como un activo de la mujer, pues mientras las feministas beligerantes vociferan la igualdad entre los sexos, las organizaciones reconocen los roles que las mujeres desempeñan mejor que los varones, desde lucir bonitas y tener sonrisas conquistadoras, hasta tener la paciencia y el cuidado para trabajos de detalle que desesperan a los hombres. El encanto y carácter femenino, tienen, sin duda, un lugar de ciertos privilegios.
MAQUILADORAS Y VIDA FAMILIAR
Pero en materia laboral de los últimos decenios del siglo XX, México, como otros países, conoció un nuevo fenómeno del trabajo femenino. Las maquiladoras, buscando no solamente mano de obra barata, sino también menos beligerante y más dedicada, reclutaron mujeres jóvenes para sus líneas de ensamble. De pronto, en el humilde hogar dominado por el padre, aparece primero la hija y después la esposa o hermana, que aún a salario mínimo, gana más que él, tiene empleo fijo y algunas prestaciones. Esto trastoca la estructura familiar en las ciudades en que se presenta. Si por derecho divino el padre manda, pero se sabe que por otro lado el dinero manda, ¿cómo quedaban las decisiones familiares?
AVANCES Y DESIGUALDADES
Falta mucho por recorrer en el camino de dar a las mujeres las oportunidades sociales, ocupacionales y políticas que merecen, pero el siglo XXI no parte de cero. Tampoco es asunto generalizado el reconocimiento a la capacidad, destreza y derecho de la mujer, pero lo avanzado en parte de la sociedad mundial ayuda a las rezagadas. Desde la mujer afortunada en el desempeño profesional del primer mundo, hasta la mancillada por la llamada circuncisión femenina y la feroz malinterpretación del Corán por culturas como el Talibán, que las humilla, maltrata y apedrea, hay aún mucha distancia. El doble rol de trabajadora y ama de casa ante el varón, persiste contra viento y marea, salvo casos de excepción verdadera.
La violencia intrafamiliar contra las mujeres, es un fenómeno cada vez más denunciado socialmente, a fines del siglo XX y no tiene visos de solución. Requiere todo un proceso a gran escala de reeducación humana que está aún por darse.
RETO DEL SIGLO XXI: TERMINAR LA TAREA
El mundo debe mantener viva la llama de la oportunidad vital de la mujer, en el más amplio de los sentidos, para bien de la humanidad misma. Pero debe tener mucho cuidado de las posiciones no digamos extremas, sino distorsionadas por un radicalismo llevado fuera de proporción. Hablamos de las corrientes feministas que, al buscar la llamada liberación femenina, llevaron a las mujeres a la pérdida de su misma feminidad, a luchar contra los varones en vez de competir en buena lid con ellos, a confundir sus derechos con aberraciones morales como el supuesto derecho al aborto, es decir al asesinato de sus hijos nonatos.
El proceso de dar a las mujeres las oportunidades que se merecen, debe seguir adelante en este nuevo siglo, para que, en los próximos decenios, una joven vea con la misma naturalidad de la votante de hoy, su realización personal como mujer, esposa, madre y profesional. No sea la mujer igual que el hombre, que sean cada quien lo que natural y divinamente es, pero tenga como algo normal el reconocimiento y el ejercicio de su derecho a realizarse como persona, en cuerpo y alma.
OCHO DE MARZO, DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER