LOS LIBROS DE LA DISCORDIA
Por Alejandro Díaz.- La astucia política del inquilino de Palacio le está fallando: primero al manejar su relación con la senadora Xóchitl Gálvez, y ahora repite un error que en el pasado ya costó ríos de tinta, discursos encendidos y marchas multitudinarias, los libros de texto gubernamentales. El que menosprecia la historia está condenando a repetir el sufrimiento. No sólo para él, sino para millones.
El fino sentido político que mostró durante años para atraer a su público dividiendo al país en vez de gobernar, sin resolver las carencias que el país tiene. Así, en vez de atender la pobreza, la inseguridad, la infraestructura eléctrica, la mejora de vías de comunicación o la promoción de la educación prefirió dedicar sus habilidades de comunicación para alimentar a su feligresía con una narrativa habilidosa alejada de la realidad. Sus ‘otros datos’ son fantasías cuando no mentiras (más de 67 mil mentiras en los primeros tres años de gobierno reportó el Centro de Análisis Spin).
Su desencuentro con Xóchitl Gálvez le permitió a la senadora aprovecharlo para ascender rápidamente en las preferencias electorales. Inicialmente estaba entre los aspirantes al gobierno de la CDMX, pero al verse difamada la senadora y serle negado su derecho a réplica en la tribuna presidencial, el mismo inquilino le abrió la puerta para que sobrepase a sus “corcholatas’ en la contienda.
Con esa misma falta de tino político ahora abre un frente que va a costarle a él y a México sangre, sudor y lágrimas. A diferencia de Winston Churchill, en este caso sólo para crear una controversia innecesaria para el país. Aunque sí es necesaria una mejora educativa, su propuesta de libros de texto parece producto de su pobre formación académica. No sólo contiene errores de concepto, de ortografía y de sintaxis, sino también de exaltación de la violencia armada. En vez de reafirmar valores familiares y nacionales pretende entronizar la ‘descolonización’ y conflictos que le conviene destacar aunque omita a los Zapatistas de Chiapas.
Los libros de texto no fueron preparados en forma académica. Su redacción no fue realizada como marca la ley, se preparó a escondidas en los cinco años que lleva este gobierno. Con todo lo que le gusta hablar y presumir al inquilino de Palacio, omitió referirse a su redacción por más de 220 semanas (unas 1100 ‘mañaneras’). Ahora ordenó montar un teatro para que no se le exija cumplir con la Constitución, las leyes y la sabiduría que indica que se deben hacer foros por cada tema, y quizá por cada libro, con la participación de expertos, académicos y maestros con experiencia.
Retrasar la distribución de los libros es necesario para no difundir errores, exageraciones y omisiones. El que los libros ya estén impresos no justifica las fallas de los mismos. Se tomaron cuatro años para escribirlos fuera del escrutinio público, sin consultar a expertos ni tomar opiniones calificadas. Si los hubieran publicitado durante su elaboración o permitido su revisión oportuna, se habrían evitado errores, y protestas de educadores y padres de familia. Prefirieron trabajar ‘en lo oscurito’ como quienes planean robar un banco.
Se puede apreciar que los libros de texto pagados del presupuesto federal, y por tanto con recursos provenientes de los impuestos (o sea, no son gratuitos) parecen ser continuación de las ‘mañaneras’ con un añadido de adoctrinamiento como salido de un manifiesto anarquista (que no marxista ni comunista). Y quizá el sigilo es porque tienen la intención no de robar un banco, sino la mente de la niñez actual y futura. Los ciudadanos organizados debemos impedir ese atraco.