¿Los mismos o lo mismo? Hartazgo y decepción sobre el quehacer público
Esther Quintana.- ¿Qué es lo que usted espera en las próximas elecciones que tendremos en Coahuila? Le he hecho esa pregunta a personas cercanas y por parte de algunos de ellos esta es la respuesta que se repite: Que los candidatos este año y el próximo, que tendremos la federal, no sean los mismos de siempre. ¿Cómo es esto? Sí, me recalcan, como va, queremos gente fresca, de preferencia que no tenga ningún vínculo con ningún partido político, es más, con participación cero en todo lo que tenga que ver con esto. A ver, y ya esto lo apunto yo. Una de las grandes ausencias que tenemos en México es la participación de la población en los asuntos públicos, ¿y quieren candidatos con esta carencia? El alimento natural de la democracia es la participación ciudadana, es lo que la hace vigorosa. ¿Cómo es que están pensando en llevar a las instancias de representación política a hombres y/o mujeres carentes de experiencia política? Y esto es algo que debería preocupar a partidos políticos y políticos.
De este tamaño es el hartazgo y la decepción de los electores en torno al quehacer público por el que pagan. En cualquier actividad se requiere de un aprendizaje, y aun dándose este, se cometen errores en la toma de decisiones, precisamente por el desconocimiento y la impericia. Ahora bien, quienes vienen de un partido político no están exentos de metidas de pata cuando llegan a un cargo público por compadrazgo, por pertenencia al grupo que “lidera” al partido, etcétera. En el peor de los casos, los “usan” para cometer actos de corrupción o levanta dedos a la hora de votar, o en funcionarios que contribuyen con la exhibición de su ineptitud a agrandar más el distanciamiento entre gobernantes y gobernados, a la repulsa a todo cuanto tenga que ver con política y a que la democracia les parezca algo hueco y sin sentido.
El ámbito político es bien complejo, con la experiencia y el conocimiento teórico se facilita entenderlo y actuar en consecuencia conforme a lo prometido en las campañas. Esto es esencial en la esfera de lo público, esto es lo que hace la diferencia en estricto sentido, entre un desempeño acorde a los intereses de la población o a una suma de ineficiencias y hasta de sinvergüenzadas, que se traduce en más de lo mismo, al margen de que sean distintos las caras, los nombres y los membretes con los que se “venden” en las campañas.
Si es esto lo que alienta el que ya no sean los mismos los que intervengan en los comicios, y los electores lo que quieren es la renovación de la clase política, es de aplaudirse, toda vez que se abre la puerta a la esperanza de que quienes lleguen sí sirvan a los intereses de sus representados. Y aquí está lo sustantivo. Que quienes figuren en las boletas y ganen la elección no repitan, no se comporten como sus antecesores, replicando lo de siempre, es decir, lo que ha vuelto despreciable el ejercicio del servicio público; que tengan los arrestos de romper con ese pasado de porquería que le ha robado a la política su preciosa dignidad, y sean verdaderos representantes de quienes les han confiado la generación de su bienestar. Si este giro se da, no hay cambio alguno. Hoy lo estamos viendo.
Ha sido difícil, pero muy difícil, tener avances importantes en la construcción de la democracia mexicana. Tristemente, y me apena decirlo, los avances en lo general no los ha movido el amor a la patria, sino la circunstancia de que no les ha quedado de otra. Nuestra legislación electoral, si usted la lee con rigor, va a darse cuenta de que está basada en la desconfianza, en “le ponemos esto o nos fastidian más adelante”. Verbi gratia, el IFE, hoy INE, nació porque era un despropósito que las elecciones las organizara y las vigilara el propio gobierno. Era impostergable tener un árbitro ciudadanizado.
Los mismos de siempre lo son hasta que demuestran lo contrario con su trabajo, sus hechos y sus resultados. Así de simple y de claro. Si los partidos políticos se aferran a designar candidatos atendiendo a los intereses de los grupos internos o por los billetes que aporten a la campaña, o porque son “vedettes”, dará igual si los candidatos son caras nuevas, jóvenes o viejos, con o sin experiencia. Y se repetirá el mismo ciclo pernicioso porque los electores estarán votando por oportunistas, por personas que no están casadas con el bien servir. Se continuará premiando la incompetencia, la irresponsabilidad, la vanidad y hasta el narcisismo en algunos casos, pero nunca el fortalecimiento de la democracia.
¿Por qué subrayo esto? Por lo que he vivido, sentido y visto en el tiempo que me he dedicado a esta fascinante disciplina que es la política, el problema no es que permanezcan los mismos de siempre, sino que se mantengan y preserven las mismas prácticas que han envilecido a la política. Que se carezca de la determinación y la voluntad para romper con lo que está mal y les falten los tamaños para innovar y prefieran seguir nadando de “muertito”.
Amigos todos, repensemos esto. Es por México, es por Coahuila, por nosotros. Necesitamos todos ponerle alma, amor y honestidad a la construcción de una patria distinta a la que hoy tenemos.