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Nuestro 2021: Una puerta a la esperanza…

Esther Quintana.- En México, el Gobierno prefirió negar la realidad en los inicios de la pandemia. Los mantras establecidos no ayudaron. La banalización de la enfermedad tuvo efectos terribles, que perduran. Una de las certezas que arroja el erróneo manejo de la misma es que para superar los estragos económicos y sociales acaecidos, es fundamental la solidez de las instituciones democráticas, verbi gratia, congreso equilibrado y poder judicial independiente. La cohesión de éstas con la sociedad civil y el tejido económico, es sustantiva.

Nunca como hasta ahora ha sido tan necesaria la unidad política. El gobierno federal debe abrir el ámbito de gobernanza y acuerdos a la moderación y al equilibrio. Ya basta del infausto pandemónium de Babel. Es esencial el espíritu de diálogo, respeto y convivencia, resulta clave para encarar con fuerza el incierto 2021. Frente a la polarización debe privilegiarse el esfuerzo conjunto de todos y cada uno de los actores políticos.

​Tras un año horrible, iniciamos el 2021 con un término luminoso en la cabeza: Esperanza. No obstante las cifras de contagios y muertes registradas, las vacunaciones nos han oxigenado el espíritu, incluso a los más incrédulos. Dos mil veintiuno arriba con una buena dosis de ilusión, tras lo vivido en el 2020, que enlutó y espantó a la sociedad. Una vacuna contra el coronavirus, lograda a contra reloj, en un empeño excepcional de los expertos de la ciencia, digno de todo reconocimiento, llega a ponerle freno al mal que ha venido a trastocar nuestra humana existencia. Es la luz al final del túnel que nos alienta, que nos abre la ruta a transitar hacia la añorada normalidad que hemos perdido.

Sin ánimo de arruinar cuanto esto nos representa, no perdamos de vista que no será miel sobre hojuelas. El destrozo provocado por el agresivo virus no es menor, en todo sentido. A ver si aprendemos a no dar por sentado nada, con esta lección tan amarga que nos ha enderezado la pandemia.

​Recuperar la otrora normalidad será nuestro reto, tarea particularmente dolorosa para quienes han perdido seres queridos y/o los que han vivido meses de angustia aislados en sus domicilios, igual para los que, en lo económico, lo han perdido todo. El 2021 será un año de transición entre un 2020, de infausta memoria, y un 2022, en el que sabremos si se implementaron las políticas idóneas Toda crisis conlleva una transformación, que en ocasiones se traduce en oportunidad, y a lo que se ve, esta, vendrá de la mano de la digitalización.

El coronavirus ha generado una revolución tecnológica sin precedentes, a todos los niveles. Para muestra, un botón: las videollamadas a través de aplicaciones como el Zoom, se han convertido en práctica común para comunicarse. La tecnología será clave para innovar en este siglo XXI. Quien se monte en el vehículo tendrá avances importantes, es prácticamente un hecho. Y para eso, la formación resulta esencial, de modo que hay que fomentarla. La educación virtual es otro reto.

​Necesitamos adoptar nuevas formas de pensar, con ideas y conocimientos prístinos, y sobre todo, con una actitud del todo diferente. Tenemos que desechar viejos paradigmas y promover el nacimiento de una conciencia crítica que abreve en valores como la solidaridad y el respeto irrestricto al mundo del que somos parte. Esta pandemia que nos asola debe ser el detonador del renacimiento de nuestra naturaleza gregaria, el recordatorio de nuestra pequeñez y vulnerabilidad ante el embate de una enfermedad que ha sido devastadora. A ver si nos lleva a recuperar una de las virtudes más grandes que hace tiempo dejamos de llevar en nuestro corazón: la humildad. Sería un bálsamo de paz a una sociedad tan enferma de arrogancia y superficialidad. No nos amilanemos, si vamos juntos será mucho más sencillo. La esperanza siempre es luz, no la apaguemos con la insania de individualismos mezquinos.

​¡Feliz y próspero 2021!