Oteando el horizonte…
Esther Quintana.- Vivimos en un siglo en el que los cambios se dan a mil revoluciones por segundo. Estamos ante una aceleración de los procesos de integración mundial que han vuelto más complejos los diagnósticos y las posibles solventaciones a la ristra de problemas sociales, políticos y económicos en los que vivimos inmersos, aunque ni siquiera nos demos cuenta, como son la globalización, las tecnologías disruptivas, la comunicación digitalizada, los procesos migratorios, los nuevos empleos, los nuevos mercados, la escasez de recursos naturales, el cambio climático, la movilización urbana en expansión, entre otras turbulencias a las que no estábamos acostumbrados y menos, pero muchos menos, preparados para digerirlas y aceptarlas como parte de nuestra cotidianeidad.
La pandemia del COVID y adláteres vino a rematar el estado de cosas, a exhibir lo que somos y lo que no somos. Y sin duda que todo este mare magnum acendró las debilidades, ineptitudes y mezquindades de las instituciones políticas para responder a esta problemática de la segunda década del XXI, provocando entre la población frustración, coraje y más desconfianza de la que ya existía por toneladas en este país, en el que el sistema político que pervive, no obstante la obsolescencia que lastra.
Ante los ojos de los destinatarios de las políticas públicas, crece el sentimiento de rechazo de estructuras con anemia profunda de representatividad y capacidad para responder con eficiencia y eficacia. Por eso muchos mexicanos están hasta la ídem de sus gobernantes, con ese estado anímico es bien difícil hacer un análisis objetivo. ¿Qué tenemos en México?, ¿con qué lidiamos esta crisis que hoy nos abate y que se refleja en el ámbito político? La dificultad principal estriba en que el gobierno está empecinado en dar soluciones ancladas en un pasado que es eso, PASADO, y con cero disposición para escuchar.
Nuestra democracia, por ejemplo, no ha dado para resolver asuntos tan primarios como la pobreza, la desigualdad, sino todo lo contrario, porque insisten desde el gobierno en no implementar acciones y programas para que la gente descubra su potencial y sepa que con ello se puede ser autónomo y por ende libre. La educación que se imparte en la escuela pública que es a la que asiste el grueso de los niños y jóvenes en este país, no tiene esto como PRIMACÍA. La gente sigue amarrada a las cadenas de la dádiva ad perpetuam, no le interesa al gobierno que las nuevas generaciones tengan otra mentalidad, una que les impulse a crecer como personas, a florecer como ciudadanos.
Ya sé que parezco disco rayado, pero no dejaré de mencionarlo. Sueño con un país en el que sus habitantes se sientan realizados, completos, exitosos, que disfruten lo que hacen no solo porque les da para vivir con dignidad, sino por la emoción de saberse útiles y vigorizados por estar haciendo lo que les gusta, que no tengan que emigrar al extranjero, ni ser parte de la delincuencia organizada, ni envilecerse con adicciones ni con cuanta perversión existe hoy día para perderse a sí mismo.
Nuestro país tiene tanto para darnos, tanto que no han podido acabárselo las hordas de sinvergüenzas de todos los colores que lo han desgobernado, con todo y lo que se han robado para ellos, su descendencia y la corte de lamepatas que los entroniza.
Necesitamos repensar nuestra democracia para enfrentar con éxito los escenarios futuros, para traer otro modo de gobernar que sea compatible con la realidad de hoy. Necesitamos tener clara la realidad de nuestras instituciones democráticas, en general, pero particularmente la que atañe al Poder Legislativo, porque es el órgano del Estado, por excelencia, para canalizar el hartazgo social. El Congreso tiene un papel sustantivo y estratégico dado que es el sitio en donde la política se manifiesta en toda su diversidad, en el que se pueden acordar, diseñar y planificar las políticas ad hoc para que se consume el objetivo principalísimo del Estado, que es la generación del bien público.
Es ahí donde la polarización puede redireccionarse y convertirse en fuente de consensos y acuerdos a favor de México. Hoy, infortunadamente, no es eso lo que tenemos. Lo que se exhibe es la voracidad del partido en el poder, el servilismo del grupo mayoritario al Presidente de la República… lo de siempre pues… porque nada de eso es nuevo. Fueron 70 años de hegemonía partidista y el gobierno actual es lo que está reinstaurando, pero más grosero, burdo y soez.
Mañana hay elecciones en seis estados de la República. Los perdedores no serán los partidos ni sus candidatos, serán los mexicanos de esas entidades federativas, si responden como están esperando que lo hagan los hacederos de cochupos, de complicidades, de compra de voluntades… ah y de la indiferencia de una clase media que está viendo la tempestad y no reacciona. Cómo quiero tragarme este comentario…