PEJELANDIA
Marcos Pérez Esquer.- El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, presentó por escrito su Segundo Informe de Gobierno ante el Congreso de la Unión. Con ese motivo, el mismo día, pero por la mañana, dirigió un mensaje a la Nación que llamó la atención por varios motivos.
Por un lado, la comunicación no verbal del presidente -eso a lo que también llaman comunicación corporal-, refleja que tenemos un presidente preocupado, cansado y hasta superado por las condiciones difíciles en las que nos encontramos. Su modo de andar, los gestos faciales, el tono de voz, su actitud en general, dejan en la mesa esa sensación. Incluso la inusual brevedad del mensaje abona a favor de esa percepción. Pareciera estar harto.
Pero por otro lado, el mensaje formal, la comunicación sí verbal del presidente, expresa todo lo contrario. Discrepa totalmente con su comunicación corporal. En este mensaje –en el formal-, pareciera que para el presidente vivimos en el mejor de los mundos.
Si bien es cierto que reconoce que estamos inmersos en dos crisis, la sanitaria y la económica, no reconoce que el grave problema de la violencia que nos flagela sea también una crisis, la minimiza, y mucho menos reconoce que también estamos en medio de una crisis institucional.
De hecho, incluso las dos crisis que sí reconoce, las minimiza. En cuanto a la sanitaria, señala que está siendo atendida por los expertos y que ya estamos saliendo de ella. Olvida el presidente, que esos “expertos” dijeron hace meses que el escenario más catastrófico implicaría la muerte de 60 mil personas, y que ahora mismo ya contamos más de 65 mil; pero no solo eso, sino que las nuevas proyecciones estiman que hacia el cierre del año la cifra podría ser del doble, es decir, la conjunción de dos escenarios catastróficos. Lejos estamos de poder cantar victoria o de sentirnos tranquilos, y lejos estamos también de estar en las mejores manos a ese respecto. El manejo que el gobierno ha hecho de la pandemia es terrible y ha propiciado más muerte y dolor del que era necesario.
Por lo que hace a la crisis económica, dice el presidente que ya estamos en vías de recuperación, que en una gráfica se vería como una “V”, y que ya estamos en el ascenso. Esta una falsedad aún más grande que la anterior. Las estimaciones de los especialistas, incluido el Banco de México, señalan que no será sino hasta el año 2025 que logremos tener una economía como la que teníamos hace un par de años. Eso evidencia que en materia económica al menos, el sexenio de López Obrador será un sexenio perdido. Este mismo año la caída superará los 10 puntos del PIB, algo no visto desde hace casi un siglo durante la Gran Depresión en la que México decreció 14.8%.
Pero además, dice el presidente que en el peor momento de la pandemia se perdieron un millón de empleos. Lo cierto es que se perdieron 12.5 millones. El presidente sólo está computando las bajas del IMSS, pero no las del resto de los subsistemas de seguridad social como los del ISSSTE, los estatales, los de las universidades, etc., con lo que la pérdida de empleos formales llega a 2.5 millones, y tampoco cuenta desde luego lo peor, la pérdida de 10 millones de empleos informales. Todo esto generará 12 millones de nuevos pobres y mucha más desigualdad.
Insisto, al presidente la crisis de la violencia no parece ya preocuparle mucho, la desdeñó, señaló que salvo por el homicidio doloso y la extorsión, la mayoría de los delitos iban a la baja. Ciertamente algunos van a la baja, pero otros de los que mencionó no, como el feminicidio.
Como sea, cuando las y los mexicanos hablamos de la crisis de inseguridad, nos referimos principalmente a la crisis de la violencia, y esa sigue en claro ascenso. En los primeros 20 meses de gobierno han asesinado a 60 mil personas. En esa etapa de Peña Nieto no llegaron a 30 mil, y en el mismo período de Calderón, no llegaron a 20 mil.
Del combate a la corrupción ya no habló tanto, porque ya trae cola que le pisen. Videoescándalos entre sus huestes, y otros muchos casos de corrupción flagrante.
El presidente sin embargo, sigue hablándole a su mercado electoral, a su segmento, a sus seguidores; de nuevo ya está en campaña y eso es todo lo que le importa; y estando en campaña, desde luego que México es Pejelandia.