RECESIÓN: ¿PRESAGIO O PREOCUPACIÓN?
Por Alejandro Díaz.- Por años se ha temido que suceda una recesión tanto en nuestro país como en nuestro principal socio comercial. Preocupa su recesión porque disminuiría fuertemente lo que les podemos surtir, y los dineros que remiten o que nos pagan, afectando inversiones, empleos y nivel de vida.
Una recesión es la disminución de valor o la pérdida generalizada de la actividad económica de un país o de una región. Se mide a través del descenso del Producto Interno Bruto real durante un tiempo significativo, usualmente durante al menos dos o tres trimestres. Se le teme porque baja el consumo, caen las inversiones, desciende la producción de bienes y por supuesto el empleo. La situación ideal es que no hubiera nunca recesión, pero los ciclos económicos no pueden controlarse al cien por ciento, y después de años de crecimiento una recesión corrige excesos.
De por sí la economía global se ha desacelerado a causa de la guerra en Ucrania, por la posibilidad de que el COVID vuelva a atacar a China (y al resto del planeta) y porque los bancos centrales han subido las tasas para inhibir la inflación. De esa manera no sería difícil que la mayoría de las economías del planeta pudieran caer en recesión. Por otro lado, la iniciativa norteamericana de disminuir inversiones y compras a China y trasladarlas a nuestro país (el llamado nearshoring), si bien alivia nuestra economía, dificulta la del país asiático. Falta ver si las reacciones chinas nos afectan o al menos limitan nuestro crecimiento económico.
Pero si los mexicanos creemos de entrada que la recesión llegará en forma inexorable, estaremos perdidos: nuestra economía, y sobre todo, nuestra actitud se irán a pique. Vivimos tiempos inéditos aunque haya quien diga que repetimos momentos del pasado. Cierto que hemos tenido varias recesiones en el último medio siglo, pero casi todas ellas por devaluaciones forzadas por un mal manejo de las finanzas públicas. Así fueron las grandes crisis de 1976, 1982 y 1994. La que se dio en 2009, se debió principalmente a la desaceleración económica en EUA y a la epidemia de gripe AH1N1 que afectó comercio y turismo, haciendo que descendiera 8% nuestro PIB y que medio millón de mexicanos perdieran su empleo.
El gobierno actual dice que maneja sanamente las finanzas públicas sin endeudarse, aunque hay razones para no creer todo lo que dice (p. ej. este año creceremos menos del 1%). Manejan frecuentemente datos fuera de la realidad. Las declaraciones oficiales dicen que la deuda pública externa ha disminuido en este sexenio pero es difícil aceptarlo con certeza porque muchas veces maquillan las cifras económicas con “otros datos”.
Como en el pasado sólo sabremos la realidad hasta que llegue un nuevo gobierno. Así ha sido en otros sexenios, inclusive con devaluaciones catastróficas y la subsecuente recesión. Muchos queremos creer en que ahora sí hay responsabilidad financiera, en especial contemplando la moderada revaluación del peso mexicano frente a otras monedas. Sin embargo, el gobierno no puede cantar victoria pues en estos tiempos que todo incrementa su precio, preocupa el de la principal divisa extranjera se haya reducido. Como en otros momentos, comprar dólares se puede convertir en una tentación que nos arroje al vacío.
Esperando que la economía pueda sostenerse con las acciones que han emprendido las Secretarías de Hacienda y de Economía las familias mexicanas deben prepararse para no contribuir a caer en recesión. Sin descuidar las necesidades financieras usemos los recursos en forma inteligente con nuestros proveedores de servicios (tiendas, restaurantes, etc.) en forma moderada y constante para no arriesgar su desaparición.
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