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RECORDANDO NAVIDAD EN LAS MONTAÑAS

Por Alejandro Díaz.- Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) nos legó una extensa obra literaria, con numerosos cuentos cortos de entre los que destaca Navidad en las montañas. A pesar de que Altamirano era un liberal convencido que luchó en la Guerra de Reforma y sirvió a los gobiernos sucesivos, en ese cuento relata como puede llegarse al entendimiento y encontrar calor humano entre un militar liberal y un sacerdote católico. Nos relata como un militar llega la noche de Navidad a un pueblo de montaña donde no tiene conocidos. Ahí encuentra en el sacerdote, que además es de origen español, a un ser humano con el que puede no sólo conversar sino llegar a estar de acuerdo en muchos temas de la vida. Es un ejercicio formidable de tolerancia y empatía entre dos seres humanos que piensan distinto.

En estos momentos que nos acercamos al día de Navidad en un ambiente crispado por la intolerancia y una innecesaria división entre mexicanos, es bueno recordar y adentrarse en el cuento de Altamirano para encontrar la necesaria empatía para poder ver hacia el futuro con confianza.

Al igual que un militar convencido de sus principios laicos, alejado de todo sentimiento religioso y no precisamente amigo de los extranjeros, llegó a dejarlos de lado para encontrarse en forma profunda con quien encarna a sus adversarios. El sacerdote por su parte se empeña en hacer sentir bien al forastero al que siente su hermano a pesar de las diferencias en ideología. En el relato no se ve que ninguno convenza al otro, pero sí muestra el cambio de actitud de ambos. Si bien seguirán caminos distintos, lo harán sintiendo la humanidad del otro.

Se la dificultad del momento, pero quizá por eso pongo el ejemplo de este cuento para que intentemos al menos por un tiempo entender a quienes no piensan como nosotros. Cambiar de convicciones es usualmente un proceso largo, pero no es así cambiar de actitud. Nos conviene a unos y a otros seguir los ejemplos del militar liberal y del sacerdote español. Ofrecer empatía y apertura para entender al que piensa distinto, aceptar sus aciertos y entre ambos encontrar puntos de convergencia puede permitirnos vivir una nueva Navidad en las Montañas en todo el país.

En todas las familias hay quienes piensan distinto, y la Navidad es el tiempo de estar en familia, incluso con quienes viven en otras localidades o piensan de manera diversa al resto de la familia. Tiempo de reflexión y de reencuentros, de reafirmar vínculos, de mostrar cariño y empatía con los demás. Aunque a la Navidad se le ha intentado usar para justificar festejos y excesos, éstos no logran opacar el sentimiento original.

La Navidad comenzó a celebrarse entre los primeros cristianos para celebrar el nacimiento de Cristo sin poder evitar la influencia de celebraciones paganas de las culturas prevalecientes en su entorno. La cercanía al solsticio de invierno mezcló la motivación religiosa con tradiciones mundanas de los recién convertidos. Festejos y emblemas navideños, como el árbol o el pesebre, son parte de una tradición con influencia en costumbres anteriores a la llegada del cristianismo y que se han arraigado en el transcurso de los siglos.

Hay quienes siguen estrictamente las ceremonias religiosas y hay quienes sólo las ven de lejos, pero siempre imperan los sentimientos familiares. Y con sobrada razón, porque la familia es la base de la sociedad. Sea ésta urbana o rural, industrializada o en desarrollo, la Navidad es la fiesta de la familia. Ahí se pueden encontrar todos sus miembros. ¡Feliz Navidad! y nos seguiremos encontrando en un sin duda mejor 2021.