Regreso a clases en el pico de la pandemia
Marcos Pérez Esquer.- Con aquel desparpajo, el presidente de México anuncia que las y los alumnos del sistema educativo nacional habrán de regresar a clases sí, o sí. Todo indica que sus “otros datos” le hacen ignorar la realidad de lo que está sucediendo con la tercera ola de la pandemia.
Ni siquiera en el pico más grave de la primera ola estábamos tan mal como ahora. Y ya cuando estábamos así, se suspendieron no solo las clases, sino las labores de la mayoría de las actividades económicas (salvo las llamadas “actividades esenciales”), pero ahora resulta que, aún con más contagios que antes, sí se puede volver a clases.
Dejan de lado que antier fue el día en el que más contagios se han registrado durante toda la pandemia, solo superado ¡por el día de ayer!
Desde luego no ignoro el grave problema que significa el confinamiento prolongado para miles y millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, y tampoco el impacto terrible que la inasistencia a clases implicará para todas y todos ellos. De hecho, será a los más pequeños a quienes les impactará más; la falta de estímulo educativo, cultural y social en la primera infancia, es determinante en la formación y el futuro desarrollo de las personas. Quienes hayan perdido estos preciosos años encerrados en sus hogares rehuyendo el contagio, perderán también buena parte -una parte fundamental-, de su formación más significativa para hacer frente a la vida… pero no podemos ignorar que al menos no perderán la salud… ni la vida.
El debate de hoy entre maestras, maestros, padres y madres de familia respecto de la decisión de enviar o no a sus hijas e hijos de regreso a la escuela ha sido intenso, y a veces intensísimo. Y no es para menos, el asunto es literalmente hablando, de vida o muerte. Y estamos hablando nada mas y nada menos que de una decisión que conlleva la posibilidad de poner en riesgo fatal a nuestros propios hijos. La circunstancia es tremenda, apabullante.
Desde luego, no se puede cuestionar, y mucho menos juzgar a las familias que decidan una cosa o la otra. Cada familia, cada hijo o hija, vive sus muy peculiares circunstancias, y ello puede hacer que en un caso la decisión de regresar a un hijo o hija a las aulas sea correcta, pero que, en otro caso, no lo sea.
El único que parece regodearse con la discusión es otra vez, el presidente de México. Algo hace que se sienta muy cómodo en condiciones de división y crispación social. La armonía, la cohesión, el acuerdo, en definitiva, no son lo suyo.
Eso de que la SEP pida a las madres y padres de familia firmar una responsiva para que sus hijas e hijos asistan a la escuela es por decir lo menos, estresante.
Hasta donde recuerdo, los lugares donde te piden firmar una responsiva van desde el hospital en el que te meterán cuchillo en una cirugía, hasta lugares en los que practicarás deportes extremos como el paracaidismo, el automovilismo, el buceo profundo, el rapel, o la escalada de altura. Tener que firmar una carta responsiva excluyente de responsabilidad para la SEP, para que mis hijos puedan volver a clases no me deja, ni por asomo, tranquilo.
Un médico de mucha confianza nos compartía ayer que en este momento el Hospital Infantil Federico Gómez de la Ciudad de México, está al triple de su capacidad. Esto es -decía el galeno-, un 25% más de lo que tuvimos en el pico más alto de la pandemia el año pasado. Así es como está atacando la variante Delta a los más jóvenes y pequeños. Y justo en estas condiciones, al gobierno se le ocurre obstinarse en que nuestras hijas e hijos regresen a escuelas que en general, no han sido acondicionadas para implementar los protocolos más básicos, vamos, algunas escuelas ni servicio de agua potable tienen todavía, ya no digo lavamanos, gel, mascarillas, espacios ventilados, diseño de distanciamiento social, etc.
Insisto, no juzgaré a las madres y padres de familia que decidan enviar a sus vástagos a las aulas porque cierto es que cada familia vive sus propias circunstancias y realidades, y de hecho, no solo cada familia, sino cada persona. Pero por lo que a mi respecta, no me hace mucho sentido que, en medio del pico más alto jamás alcanzado en toda la pandemia, se decida regresar a las niñas y niños a las escuelas cuando esta variante Delta está atacando precisamente a los más pequeños, y cuando esos pequeños son precisamente quienes aún no están vacunados. Sería como perder adrede.