Seguridad, una experiencia exitosa
Cuando la disciplina se convierte en un hábito…decimos que existe ya una “cultura de seguridad” Rafael Fernández de la Garza
Juan José Rodríguez Prats.- Hace muchos años leí un relato de Ricardo Garibay de cómo se construyó Chicoasén, una de las más importantes hidroeléctricas del país. Los héroes (así los podemos denominar) eran los trabajadores dirigidos por capaces y responsables ingenieros, profesionistas que mucho han aportado al desarrollo de México. Tienen una especial entrega al trabajo, están conscientes de las necesidades del país y, lo más importante, le tienen “amor a la camiseta”. En muchas ocasiones hacen obras rechazadas por las comunidades y son agredidos. Sin embargo, perseveran en su trabajo. Les platico un caso paradigmático.
En diciembre de 1988 el director de la CFE, Guillermo Guerrero Villalobos –funcionario público excepcional, excelente amigo– me invitó a colaborar con él. Habíamos trabajado juntos en la construcción de los ejes viales y la Central de Abasto. Me reconocía ciertas habilidades políticas y me encargó ocuparme de algunos conflictos de esta gigantesca empresa: negociar con los sindicatos, resolver las afectaciones de las presas Zimapán y Agua Milpa y la suspensión de la presa Tizantún. Lo más importante, encargarme de los movimientos opositores a la nucleoeléctrica Laguna Verde. Esto último me obligó a estudiar sobre los riesgos de este tipo de plantas y así poder dialogar con los grupos ecologistas. Confieso que al inicio tuve temores de lo que todo esto significaba.
En los primeros días viajamos a la planta. Para mi sorpresa, me encontré con que al frente del cuerpo directivo estaba un buen amigo de la juventud, el ingeniero Rafael Fernández de la Garza. Ahí me enteré de una decisión suya que salvó el proyecto hacia el final del gobierno de Miguel de la Madrid: cargar el combustible a los reactores y hacer los simulacros de evacuación en caso de un accidente. Rafael sabía que, de no hacerlo, el siguiente gobierno podía suspender la operación de la planta, dada la presión de la opinión pública. Desafortunadamente, es frecuente que obras inconclusas que trascienden sexenios pueden ser canceladas con los daños consecuentes. El gobernador de Veracruz, Fernando Gutiérrez Barrios, ordenó suspender las pruebas señaladas, pero en un acto valiente y responsable, Fernández de la Garza, con el apoyo de Fernando Hiriart, secretario de Energía y Joaquín Carreón, director de la CFE, desobedeció al Ejecutivo estatal, quien posteriormente sería secretario de Gobernación y pediría su renuncia.
Guerrero Villalobos inició con un trato duro a Fernández de la Garza. Yo le expresé que si tenía con quien sustituirlo, lo relevara del cargo, lo cual me parecía absurdo, pero que si continuaba al frente, le diera su voto de confianza. Así fue. También le sugerí –y aceptó– proponer al gobernador interino, Dante Delgado, un ambicioso programa de electrificación en Veracruz utilizando los recursos ya aprobados para mejorar la imagen de la planta. Así se hizo, la presión disminuyó y la nucleoeléctrica tiene 35 años de funcionamiento como sostén básico en la producción de electricidad.
Hace unos días, al recordar estos hechos, le hablé a Rafael para solicitarle algunos datos. Me respondió que había hecho un libro –pagado con sus propios recursos– sobre el tema y que tituló “Qué verde está mi laguna”. Lo leí de un tirón. Rafael trabajó siete años en Pemex en el área de seguridad y expone su experiencia de buenos resultados. Es un excelente texto, no sólo por ser un tratado de seguridad ingenieril, también da lecciones de seguridad pública: designar al personal idóneo, saber delegar, crear ambientes de camaradería, trato cordial al personal; en su momento, ejercer el cargo con autoridad. Por primera vez me encontré alguien que va más allá de propuestas técnicas. Ojalá el libro lo patrocinara alguna editorial. En lo personal, le hablé para reiterarle mi admiración a un hombre que ha sido útil a México.