Si a usted le importa México debe sumarse
Esther Quintana.- En México la participación ciudadana tiene décadas en el listado de los pendientes. Hay un desdén prácticamente generalizado por este tipo de quehacer tan sustantivo para el fortalecimiento de la democracia, no sólo entendida como una forma de gobierno, sino como forma de vida. Subrayando en lo particular los principios que la alientan, lo que tenemos a la vista es una deleznable ristra de prácticas ayuntadas en el clientelismo, en el asistencialismo ad perpetuam y lejanísimas de lo que inspira un auténtico compromiso ciudadano. No obstante, esto no deviene únicamente de la ausencia de la población, también arraiga en las vergonzantes estadísticas de marginación material e intelectual que encadena a millones de mexicanos.
La participación ciudadana es uno de los medios más eficaces para promover la solidaridad y la subsidiariedad, elementos sine qua non para generar sentido de identidad y pertenencia a una comunidad, que se traduce en el mejoramiento de la calidad de vida y en bienestar generalizado. La enseñanza de estos valores reafirma nuestra individualidad al servicio de la comunidad de la que somos parte. La participación desarrolla una serie de beneficios invaluables en quienes la asumen, como son la autonomía, la capacidad de razonamiento y elección, se fomenta el sentido crítico, la creatividad, se aprende a escuchar, a elegir en conciencia las alternativas más viables, se asume con responsabilidad el ejercicio de nuestra libertad de expresión, de pensamiento, se pierde el miedo a tomar decisiones, se transforma para bien el mundo del que se es parte viva. En México, ha sido muy limitada, incluso en los procesos electorales, y es, como lo explica la doctora Alicia Ziccardi, una consecuencia de lo que conlleva la subordinación a la representación corporativa que da lugar a un burocratismo excesivo y a una desmesura en la discrecionalidad con la que se toman decisiones por quienes detentan el poder. De ahí la segmentación de la ciudadanía entre beneficiados y excluidos de los bienes y servicios que ofrece el Estado. ¡Que sistema tan despreciable!
La participación es requisito sine qua non para el desarrollo de un pueblo. La participación plena y real demanda compartir el poder, demanda una relación clara y ordenada entre gobernantes y gobernados. Como en nuestro país es prácticamente inexistente, no obstante lo que se establezca en la ley, lo que tenemos es una falta de confianza en la autoridad y esto inhibe la participación activa de la sociedad, aunque desde mi punto de vista debiera de obrar a contrario sensu. Debiera encendernos, como mexicanos, el incumplimiento por parte del Gobierno de sus tareas intrínsecas, indignarnos el desprestigio de la clase política provocada por la prevalencia de intereses personales o gruperos, la actuación huérfana de compromiso de un número vergonzante de legisladores federales y/o locales que no representan los intereses de sus votantes, las prácticas antidemocráticas en la vida interna de diversos partidos políticos, en fin, toda esa bazofia que ha envilecido a la política y con ello debilitado más a nuestra democracia.
Los mexicanos tenemos que despertar del letargo, si estamos hasta la “ídem” de corrupción e impunidad institucionalizadas tenemos que participar. La participación ciudadana, su injerencia en los asuntos públicos, el conocimiento informado de nuestros derechos y deberes ciudadanos, y el de las funciones y facultades de los poderes públicos, entre otros aspectos torales, es lo que va a cambiar a México, es lo que va a dar a luz una cultura distinta, una en la que los ciudadanos seamos verdaderamente los mandantes. No hay de otra, entendamos de una vez por todas que la participación ciudadana es un instrumento de empoderamiento social.
Celebro que vayan creándose agrupaciones desde la sociedad civil interesadas en cambiarle el derrotero a México. Sólo hago votos para que no se corrompan, para que no se vuelvan presas de la mezquindad, y se empeñen en honrar cada uno de sus integrantes su investidura ciudadana en los hechos, en una acción conjunta que obre a favor de los mexicanos, sin distingo alguno. Que sea de tal fuerza el movimiento que los gobernantes tiemblen ante sus gobernados, que les de pánico fallarles, que entiendan que ocupar un cargo público es honor y privilegio, y que existe exclusivamente para servir a quienes los votaron en las urnas y les pagan la dieta.
Si usted quiere un país diferente al que hoy tenemos, uno en el que el imperio de la ley deje de ser aspiración y se convierta en realidad, súmese, participe ya. La causa que nos une se llama México. Busque la asociación que mejor se adapte a lo que usted quiere hacer por su país y hágalo.