Sí son diferentes, son peores
Marcos Pérez Esquer.- En vez de asumir su responsabilidad como primer mandatario, el presidente Obrador se la ha pasado estos 5 años en campaña. Es muy lamentable que quien luchó por lustros para ser presidente, no haya sido tal, ni siquiera ganando. Fue líder de su facción, vocero de su movimiento, pero nunca jefe de Estado, ni por asomo.
Jamás se condujo como el presidente de todas y todos los mexicanos. Gestionó el poder facciosamente sólo a favor de su camarilla. Mentira que primero los pobres, hoy hay más pobres que nunca; hoy la inflación (que afecta principalmente a los pobres) es la más alta de las últimas dos décadas; el sistema de salud fue desmantelado en medio de una terrible pandemia; el sistema educativo regresado al control de un sindicato mafioso; la corrupción aumentó; la inversión pública que pudo haber detonado la economía brilló por su ausencia, se limitó a tres grandes proyectos, carísimos, pero inútiles (un aeropuerto al que no vuela nadie, un tren que implicó un ecocidio de proporciones bíblicas, y una refinería que, aún antes de comenzar a operar, ya es obsoleta). Y no, los programas sociales no compensan todo lo anterior; al depauperar el nivel de vida de tantas personas, los programas se volvieron el principal ingreso de muchas de ellas -y no en el complemento que siempre debieron ser-, lo que los convirtió en vulgares mecanismos de control.
Pero regreso a la idea. Obrador sigue siendo candidato, sus corcholatas no levantan mayor emoción en el público, y él se ve obligado a entrar personalmente a la arena. Todos los días, desde la mañanera, haciendo uso de los recursos del Estado, apoya sin rubor a su movimiento, a sus corcholatas, exige la continuidad de su proyecto, y además, denosta a la oposición.
Me sorprende la gente que lo justifica diciendo que en su momento todos los presidentes han intervenido para apoyar a sus candidatos. Me sorprende porque eso, en su caso, no sería ninguna justificación, ¿no dicen que no son iguales?, en todo caso solo demostraría que hacen lo mismo, pero ahora cínicamente, lo que los convierte en diferentes, sí, pero porque son peores. Y me sorprende también porque es mentira que todos los presidentes hayan violado las leyes electorales como lo hace hoy Obrador. En su momento Fox fue acusado por Obrador por hacer declaraciones públicas que ayudaban al candidato Felipe Calderón, pero recordemos que se limitó a decir que no le parecía conveniente cambiar al jinete de un caballo en plena carrera. Esto es cosa de niños comparado que lo que ahora hace Obrador como presidente. Y más allá de esa simple frase nunca hizo mayor cosa para apoyarlo, recordemos que Fox había querido que lo sucediera Santiago Creel, quien perdió la interna contra Calderón. Como sea, esa simple frase de Fox provocó que Obrador le espetara aquella aún más desafortunada de “cállate chachalaca”, y exigió que se reformara el marco jurídico electoral para prohibir ese tipo de declaraciones por parte de servidores públicos. Así es, cuando Fox declaró aquello, hacer ese tipo de declaraciones no violaba la ley. Uno podrá pensar que era imprudente, inequitativo, lo que sea, pero no era ilegal. Fue a exigencia de Obrador que las leyes se modificaron para restringir ese tipo de intervenciones; leyes que ahora él mismo viola sin pudor.
Después, Felipe Calderón nunca hizo nada para favorecer a la candidata panista Josefina Vázquez Mota (en buena medida porque tampoco había sido su apuesta interna, él hubiera preferido a su delfín, Ernesto Cordero); de hecho, Calderón se quejaba de que el panismo le recriminara su falta de apoyo, aduciendo que él no violaría la ley de esa manera. Nadie le pedía violar la ley, pero sí que defendiera su gobierno, sus políticas públicas, su programa, para ayudar legítimamente a la continuidad del proyecto del PAN. Lejos de eso, está claro que en algún momento empezó a sentirse más cómodo con la idea de entregar la banda presidencial al priísta Peña Nieto, que a Obrador o a la propia candidata del PAN.
Peña por su parte, tampoco favoreció al candidato del PRI, José Antonio Meade. El priísmo se quejó de ese abandono. Si a alguien benefició con algún tipo de intervención fue a Obrador, cuando usó ilegalmente a la PGR para calumniar y perseguir al candidato panista Ricardo Anaya. Pero en todo caso, ese tipo de intervención indebida es diferente. Sumamente ilegal e inmoral, por supuesto, pero distinta a la violación de leyes electorales.
Lo cierto es que lo que hoy hace el presidente Obrador con tal desparpajo, no tiene precedente, y lo colocará en la historia no como un jefe de Estado, sino como un hampón.