Soy feminista
Por Marcos Pérez Esquer
Soy feminista. Lo digo así, con todas sus letras. Soy feminista por una sencilla razón, comparto la idea de que las mujeres han sido históricamente marginadas de las decisiones y de la participación activa tanto en asunto públicos como privados.
Sostengo que eso es injustificado e injusto, y que por lo tanto, todos estamos obligados a reivindicarles sus derechos y apoyar con todos nuestros esfuerzos y todas nuestras posibilidades el avance de ellas en todos los ámbitos de la vida. Eso es lo justo.
Quien crea que el feminismo es cosa del pasado, o que ya no hace falta abanderar esas causas porque el asunto ha quedado superado, se equivoca crasamente. La discriminación y la marginación de las mujeres sigue siendo hoy día una detestable realidad en muchos aspectos.
Lo vemos por ejemplo cuando una mujer gana menos salario que un hombre por igual trabajo, esto es lo que se denomina “la brecha salarial”; lo vemos en aquellas que después de una jornada laboral tienen que desempeñar solas el rol de amas de casa, en lo que se conoce como “la doble jornada”; lo vemos cuando alguna, por más empeños que haga, por más que se prepara y brinde resultados, no puede superar cierto nivel en el estructura de la organización en la que labora, en lo que se conoce como “el techo de cristal”; lo vemos cuando muchas de ellas son víctimas de acoso sexual en sus trabajos, en la escuela, o en la calle, en lo que se conoce como “acoso sexual callejero”.
En fin, muchos ejemplos podría seguir dando para ilustrar los tipos de discriminación que siguen sufriendo las mujeres en el mundo que hoy compartimos, pero tengo que detenerme en uno que es atroz y que cada día se vuelve más y más horrífico: la violencia de género, que se traduce en violación y en feminicidio.
Apenas antier veíamos en las ocho columnas del diario Reforma, que en los últimos cuatro años los feminicidios han aumentado en un 150%. Debo decir, con vergüenza, que Sonora ha colaborado en el incremento de esta cifra, ya que entre el primer semestre de 2018 y el primer semestre de 2019, los feminicidios en la entidad aumentaron en un 70%, ¡en tan solo un año!
En la vorágine de este machismo que vivimos, las violaciones sexuales también siguen en aumento en todo el territorio nacional.
Tal fue el caso tan sonado de una joven de la Ciudad de México que sufrió una violación tumultuaria perpetrada nada más y nada menos que por un grupo de policías. Si, esos que eran los más obligados a protegerla, fueron justamente sus victimarios.
El caso resultó ser detonante de concurridas y encendidas protestas callejeras en la capital de país. Qué bien que la gente deje de voltear hacia otro lado y tome el toro por los cuernos, es lo menos que podemos hacer, exigir a las autoridades -con coraje e indignación- justicia, simplemente justicia, y, -como se dice en el lenguaje de los derechos humanos-, garantías de no repetición.
No deja de llamar poderosamente mi atención, que tantas personas hayan desviado la atención del foco del asunto, con el garlito ese de que las manifestaciones fueron violentas. Al respecto diría tres cosas:
Primero, que la violencia no pasó de un par de abofeteados por ahí y de algunas pintas en monumentos, y si acaso unos cuantos vidrios rotos; en definitiva, nada que no suceda con cualesquier protesta de cualesquier domingo capitalino, y por supuesto nada que en términos de violencia se asemeje ni por asomo a una violación sexual o a un feminicidio; ni punto de comparación;
Segundo, que todo parece indicar que los abofeteados fueron víctimas de porros enviados por Sheinbaum como provocadores para desprestigiar las manifestaciones, y bueno, no falta quien caiga redondito ante estos ardides, y;
Tercero, que frente a la indignación, a la impotencia, a la impunidad, al coraje, y al desdén de las autoridades, lo menos que se puede esperar es una manifestación encendida; entiendo perfectamente a las y los manifestantes; el día que una amiga, que una hija, que una hermana, que alguien querida aparece muerta o violada, lo menos que podemos esperar es la indignación; que se rompan algunos vidrios, que se rayen algunos monumentos, que se abofetee a algún necio o se lance brillantina a algún funcionario inepto.
Mi simpatía y mi empatía está con las víctimas, les creo más a ellas que a Sheinbaum, y como ellas, también yo exijo justicia.