TREN DE JUGUETE. Por Alejandro Díaz
A contrapelo del refrán en inglés que dice “puedes diferenciarse al hombre maduro del niño por el valor de sus juguetes”, un hombre más que maduro acaba de inaugurar un tren carísimo que es poco más que su juguete. Si bien enlaza varios lugares emblemáticos de la península yucateca, su trazo y su costo dificultan su justificación económica. Quizá dentro de un siglo pueda ser auto sustentable y no requiera subsidios gubernamentales para operar, pero por el momento es más o menos un juguete.
Al igual que el aeropuerto nombrado en honor del general Felipe Ángeles (AIFA), se construyó por una orden presidencial sin estudios de factibilidad ni de mercado. Y en el caso del tren, además sin análisis de impacto ambiental ni de afectaciones al patrimonio indígena o al arqueológico. Se siguieron sus instrucciones sin cambiar una coma; se gastó, se gastó y se gastó… todo lo que hizo falta para que el inquilino de Palacio tuviera su juguete aunque no haya Seguridad Pública, Seguro Popular, medicinas o tratamientos para niños con cancer.
No estuvo en tiempo y costo como deseaba por falta de un plan maestro. A pesar de no tenerlo terminado, lo inauguró. Intentará completarlo en su sexenio al costo que sea pero por lo pronto ya superó el triple del costo anunciado en un inicio (de los 186 mil millones iniciales, va en 514 mil millones). Tarde y caro, pero parece que a su gusto.
Para construirlo arrasó miles de hectáreas de selva y millones de árboles maderables. No cuidó la vida silvestre ni respetó el sistema de cenotes y ríos subterráneos. Compró balasto (la grava que se añade sobre los durmientes para darles estabilidad) en Cuba cuando hay cientos de productores más cercanos, y sobre todo, mexicanos.
El Tren Maya, su juguete preferido, no es ecológico ni barato. Usa locomotoras a diésel, no eléctricas, y el alto costo de inversión no permite precios bajos. Se insinuaron costos de 50 a 100 pesos por pasajero que finalmente fueron fijados de 1166 a 1862. Si los precios no son competitivos con los autobuses verán como atraer pasaje. Los sistemas ferroviarios demandan un flujo mínimo de pasajeros para justificar viajes. Los turistas sí pueden pagar esos precios pero no llegan en números suficientes como para hacer rentable el tren.
Están utilizables solamente 632 kilómetros delos 1554 que están previstos, y han terminado menos de la mitad de las estaciones que habrá. Las que así se asumen las reportan con pasto recién colocado y montones de tierra pintados de verde, mientras sus baños son módulos rentados. Como en el caso del AIFA, salvo la estación Teya (en Mérida), el día de la inauguración no había aún accesos vehiculares terminados para quienes aborden el tren.
Dado que prácticamente todo está recién instalado sin haber realizado prueba alguna, falló todo lo imaginable: del agua para beber al aire acondicionado, de los baños a la iluminación interior; la velocidad nunca alcanzó la anunciada (160 km/h) y en ocasiones fue menor a 30 km/h.
No es de dudarse que en un futuro más o menos cercano se termine lo que aún está en construcción y será atractivo para muchos turistas. De lo que no se ha hablado es cómo hacer útil esta obra para “el pueblo”, ese del que tanto habla el inquilino. También falta que se aborde el asunto de la carga que supuestamente también arrastrará.
Lo que nadie repetirá es la exageración del inquilino que el Tren Maya es “la obra más importante en el mundo”. Quizá es tan sólo el juguete más caro del planeta.