¿Ultraderecha, derecha radical, extrema derecha?
Esther Quintana.- Cas Mudde es un politólogo neerlandés, autor de varios estudios sobre la extrema derecha y el populismo en Europa, y sin duda uno de los grandes conocedores del tema, en su análisis precisa que hay que distinguir en primer lugar la terminología, y tiene razón, no se trata de términos y conceptos de uso común. El término ultraderecha, refiere el estudioso, “englobaría a todos los derechistas que son antisistema”, es decir, aquellos que rechazan con alma y vida a la democracia liberal, mientras que la extrema derecha sería uno de los dos subgrupos en que divide a la ultraderecha y que estaría caracterizado por rechazar la esencia de la democracia, es decir, “la soberanía popular y el principio de la mayoría”, verbi gratia, el fascismo. El otro subgrupo de la ultraderecha es la derecha radical populista que, a diferencia de la extrema derecha en la terminología del experto, sí acepta la esencia de la democracia, “pero se opone a elementos fundamentales de la democracia liberal, y de manera muy especial a los derechos de las minorías, al Estado de derecho y a la separación de poderes”. Este segundo subgrupo de la derecha radical populista es el que, de acuerdo a Mudde, predomina en la ultraderecha del siglo 21, a la que él denomina de la cuarta ola, partiendo de que en el pasado ya hubo tres, y cuyos ejes temáticos son la inmigración, la seguridad, la corrupción y la política exterior, además de la cuestión del género. Acorde a esto, extrema derecha y derecha radical populista son intrínsecamente distintas con respecto a la democracia. Por lo general estos términos citados en el párrafo anterior son utilizados para referirse a partidos y movimientos políticos que impulsan y sustentan posiciones o diatribas nacionalistas, patrioteras, ultraconservadoras, relacionadas con prácticas antidemocráticas. En los últimos tiempos se ha reencendido el debate en torno a ellos dado el avance electoral de líderes como Donald Trump, Bolsonaro en Brasil, el AFD alemán y Vox en España. ¿Qué pinta México en este contexto? ¿Tenemos un partido de corte ultraderechista, de extrema derecha o de derecha radical?
En nuestro País la derecha como expresión ideológica ni siquiera tiene estatus científico. Al PAN le han colgado el sambenito, pero… Don Manuel Gómez Morín, fundador del partido, era católico, pero eso no obró para concebir a la organización como un apéndice de la iglesia, que es con la que se vincula a la derecha. Nuestra doctrina es eminentemente humanista, nuestros principios se arraigan en esa vertiente. La idea central del humanismo es el hombre, su inminente dignidad que lo hace receptor de todos los derechos y por ende del respeto irrestricto a esa investidura. Por eso defendemos el derecho a la vida y a la libertad, se trata de dos derechos fundamentales, intrínsecos al desarrollo pleno de un individuo dotado de inteligencia. Por supuesto que no comulgamos ni con gobiernos ni con ideas autoritarias. Los fundamentalismos y los radicalismos son reprobables, vengan de quien vengan. Son veneno para la democracia, para el estado de derecho, para la civilidad, para la vida en sociedad. No somos partícipes de la violencia porque esa es producto de la irracionalidad y por ende contraria a la inteligencia. El PAN nació desde 1939, estamos a punto de cumplir 82 años este mes de septiembre. Esta es la filosofía del PAN. Nuestra lucha a favor de México ha sido con las armas de las ideas, con el diálogo, apelando a la cordura.
Los únicos pactos que el PAN debe de hacer es con los mexicanos, con la sociedad de donde emergimos como partido político, las únicas cartas compromiso que debieran firmar quienes tienen un cargo público pagado con recursos públicos también, es con los dueños de este País. Les hemos fallado con creces a los mexicanos, en un acto de humildad debiéramos pedirles disculpas y remitirnos a los hechos de enmienda siendo una oposición acorde a este México que se debate en la debacle de la desconfianza y la incredulidad a todo lo que tenga que ver con partidos políticos y políticos. Si no lo hacemos, sí seremos responsables del avance de los ultras de izquierda o de derecha. La reflexión profunda y la autocrítica nos están haciendo falta a gritos. Esa debiera ser nuestra prioridad. No estamos viviendo nuestros mejores días, a nivel nacional somos la segunda fuerza política con una distancia inmensa de la primera y en Coahuila nos mandaron al carajo el pasado 6 de junio. Si esto no nos estremece y nos compele a trabajar unidos, organizados e inteligentemente, ya somos caso perdido. Tenemos una oportunidad de oro para demostrarnos de qué estamos hechos ahora que vamos a elegir dirigentes, nacional y estatal. A ver si votamos en conciencia y en entera libertad. Decimos que somos demócratas, ¿o no? Reza el
viejo adagio que “el buen juez por su
casa empieza”.