UN PARTIDO GENUFLEXO
Por René Mondragón.- TÁ GÜENO
Este escribano acaba de leer un texto genial de mi querido León Krauze (@LeonKrauze -https://politica.expansion.mx/voces/2022/09/15/) que lo es, por varias razones que dan título a esta colaboración.
León describe magistralmente la estructura metodológica, praxis, postura política, visión, misión y mecanismos de operación del Partido Revolucionario Institucional, al establecer tres momentos atemporales de “El viejo PRI, el nuevo PRI, el PRI de siempre.
Hace tiempo, en alguna otra entrega, este amanuense comparó al tricolor con la postura del vecino país del norte, al señalar que los Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses. Guardando las debidas dimensiones, en el PRI se vive lo mismo.
Subyacen en él las fuertes necesidades de poder, dinero e influencia política. Nació para eso y para hacer lo necesario -lícito, legal, ilícito o ilegal- para conservar y perpetuarse en el poder, sin importar que para ello sea miembro de la II Internacional Socialista, se revista de “Dictadura Perfecta” o, incluso, cuando estuvo a punto de cambiarse el nombre a Partido de la Solidaridad con el presidente Salinas.
DESCRIPCIÓN PUNTUAL
Krauze define con enorme precisión: Al PRI le importa el poder primero y el poder después. Ya en tercer sitio… le importa el poder. No tiene principios, sino posiciones en referencia directa a necesidades de esa búsqueda. No hay más.
Brillante, ¿no?
Así ha sido. Esa ha sido su historia desde la fundación, aunque jamás imaginaron que llegarían tan lejos. Los ateos y jacobinos dentro del partido -esos que comen curas al mojo de ajo- se retorcieron con la relación y cercanía presidencial con el Nuncio Girolamo Prigione. Más tarde se rasgarían las vestiduras cuando la modificación constitucional reconociera a la Iglesia.
La visita de Juan Pablo II en 1979 provocó, en opinión de muchos priístas, una regresión y un artero ataque a la separación Estado-Iglesia. De todas formas, el PRI, como dicen los rancheros, “aguantó vara”
Igual sucedió cuando Luis Echeverría -el mal que sí duro 100 años- y López Portillo dieron al traste con la economía nacional, desataron una inflación brutal, incrementando los niveles de pobreza, miseria y marginación social.
INTENTONAS
El PRI nació para camuflarse a voluntad. Eso, como dice Krauze, también es una constante. Siempre demandaron democracia sindical y Fidel Velázquez se enquistó en la CTM. Con Bartlett, reconocieron “el fraude patriótico” cuando ya no fue posible esconder sus trampas y manipulaciones electorales, haciendo todo, para quedarse en el poder. Se les cayó el sistema y tampoco pasó nada.
Intentaron lavarse la cara con una nueva camada de priístas intentando acomodarse a las nuevas circunstancias. Les ganó el espíritu chocarrero de la corrupción y traicionaron la confianza del electorado con otra serie de escándalos, corrupción, transas y opacidades. Es que, como dice el columnista, “El PRI nunca dejará de ser el PRI”. Siempre buscará el poder a costa de lo que sea, para servirse de él y ordeñarlo con especial enjundia.
Aunque habrá que observar el desarrollo de la telenovela es el pleito y los acuerdos entre AMLO y Alito versus la Coalición, es vital recordar que al PRI le interesan las posiciones y el poder. No hay principios ni valores, solo intereses, aunque para ello sea necesario instrumentar una “cadena de favores”.
En efecto, se trata de un partido que se inclina, hace genuflexiones, rinde tributo y se dobla ante el poderoso ya sea para obtener beneficios o para asegurar que las trapacerías salgan a la luz pública. Por eso la novedosa lealtad al presidente y la inclinación a favor de MORENA.
Sin duda, el PRI seguirá siendo nota. Al tiempo.