¿Y SI EL NORTE FUERA EL SUR?
Por Alejandro Díaz.- Como si fuera contestación a la conocida canción de Ricardo Arjona, los aspirantes a encabezar la coalición opositora se manifestaron por tener un país con menos diferencias sociales, económicas y por supuesto, geográficas. Ciertamente hay gran diferencia de ingresos entre quienes habitan en el Norte, el Centro y el Sur del país, pero también entre los que viven en ciudades y los que viven en zonas rurales. Las diferencias son especialmente impactantes entre quienes viven en las zonas urbanas privilegiadas de CDMX o Monterrey y las paupérrimas sierras y selvas de Chiapas o Oaxaca.
En todo el mundo hay diferencias en relación con la geografía; en todo el hemisferio norte en cada país hay diferencias de un norte rico con un sur menos afluente. Eso quiere decir que también en México debemos seguir ocupados en atender la propuesta de Morelos de moderar la miseria y la opulencia.
Tienen razón los aspirantes opositores, y México debe escuchar su clamor, que es el de Morelos, pues es un llamado a la superación, a la solidaridad humana y a la generosidad. Estamos obligados a lograr que en los próximos años México no sólo progrese económica y socialmente sino eleve la condición humana de todos sus habitantes, en especial los de zonas pobres, rurales o del Sur.
La primera tarea es motivar a todos a superarse en su persona, estudiando, capacitándose con entrenamiento para trabajos cada vez más complejos. Por supuesto para ello se requieren maestros, planes de estudio y la colaboración con empresarios para ofrecer empleo al término del aprendizaje, así como los suficientes recursos para poder llevar el plan a la práctica. Seguramente ningún dinero sería mejor utilizado.
También debemos reforzar la solidaridad de los que somos afortunados por tener salud, educación y empleo para ofrecer a quienes carecen de todo ello para ofrecerles oportunidades de vida, incluyendo trabajo. Quienes son empresarios pueden entrenar y capacitar estudiantes y obreros para multiplicar oportunidades para el futuro, quienes producen riqueza en el campo pueden compartir con otros sus conocimientos y el acceso a una mejor vida. La solidaridad no debe ser un lema presidencial hueco, debe convertirse en la llave a un México más justo.
La generosidad natural de los mexicanos debe fomentarse para que alcance a quienes viven en las regiones menos favorecidas. Los gobiernos no se pueden limitar a sólo promover el entorno regional de zonas en desarrollo sino abocarse a facilitar el crecimiento de las zonas más deprimidas. Primero con caminos y carreteras que los unan con el resto del país y les permitan llevar sus productos a los mercados, y también con escuelas e institutos que les den a los jóvenes las herramientas técnicas y tecnológicas para enfrentar eficazmente el mundo moderno. Empresarios pueden colaborar ofreciendo empleos si trabajan de la mano con las comunidades, así como capacitación para formar pequeñas empresas.
No se trata de llevar maquiladoras a la sierra o a la selva sino en forma inteligente combinar las ventajas del entorno y de sus habitantes con los conocimientos técnicos para aprovechar oportunidades de mercado en beneficio de todos.
Las carencias y la pobreza no se van a resolver sólo con dádivas o con subsidios, requieren del trabajo coordinado de sociedad y gobiernos para resolverla. El Sur dejará de estar relegado cuando la mayoría de sus habitantes puedan aprovechar las oportunidades que se les brinden, pero aún más importante se podrán integrar a un progreso verdaderamente humano de todo México.