Ya basta de darle vueltas a la placita (Primera parte)
Esther Quintana
“Todos los grandes
cambios están
precedidos por el caos”:
Deepak Chopra
¿A usted le gusta cómo va el País? ¿Está de acuerdo con las medidas erráticas de un gobierno federal dirigido por un individuo que es esclavo de todos sus demonios interiores? La incapacidad del presidente López Obrador para gobernar y administrar están presentes TODOS LOS DÍAS, se solaza en exhibirla, es más, disfruta ponerla en la vitrina de su mañanera. Reta con ella, la restriega en la cara, escupirla le produce un placer irrefrenable. Sonríe y en la mueca le sale el camorrista innato que es… ¿A ver quién se atreve a desdecirme? Responde con su eterno estribillo… ”Nosotros no somos como ellos”, “nuestros adversarios…”, “nosotros tenemos otros datos”, “todos mienten, menos yo”… ”nosotros somos honestos, austeros”. Y no pasa nada, al grueso de los mexicanos le aterra romper con la cadena, que ya tiene décadas existiendo, pero hoy se vuelve más, pero más pesada. Tenemos que desmantelar el sistema político vigente que se constituyó en torno al Poder Ejecutivo, vía una acumulación de poder impresionante. Bajo estos lineamientos se ha privilegiado el liderazgo y el activismo del Presidente de la República, de tal suerte que los otros 2, Legislativo y Judicial, fueron quedando eclipsados. Esto ha sido y es una verdadera desgracia para el País. ¿Por qué? PORQUE NO EXISTE EL EQUILIBRIO DE PODERES, Y DONDE NO HAY ESTE BALANCE DE FUERZAS HAY CORRUPCIÓN Y UN DIABLAL DE IMPUNIDAD. Y para acabar de corolar el des… barajuste, los mexicanos no le dan ninguna importancia, podrían atenuarlo en las urnas no dándole la mayoría al mismo partido del Presidente. Pero aquí se lo entregan en charola de plata, setenta años al PRI y ahora a Morena. ¿Cuál transformación en este escenario?, ¿se puede resolver? Claro. ¿Cómo? Cediéndole facultades a los otros dos poderes constitucionales y con esto recobraría la legitimidad el sistema y la propia el Presidente. El resultado sería un esquema político de pesos y contrapesos en la vida institucional. Se acaba el tlatoani, asume su papel de Siervo de la Nación, como lo definió don José María Morelos y Pavón. Paso a otro punto. México necesita un Congreso en el que permee la pluralidad de visiones y de ideas, uno en el que los legisladores de los distintos partidos políticos se vean obligados a la discusión inteligente para llegar a acuerdos en favor de los mexicanos, no de su grupo parlamentario, ni de su partido. ¿Cómo? Con electores enterados de quién es quién, no decidiendo por canonjías, privilegios, complicidad, ignorancia, volantes, espectaculares, etc., sino porque se ha revisado su curricula, su trayectoria de vida, y entonces determinen con pleno conocimiento de causa si tiene el perfil para ser su representante. Ya verá usted cómo mejora el nivel de diputados, y a los partidos los presionas para que envíen a los mejores a las candidaturas. Eso por un lado, y por el otro, imponiéndoles la obligación de estar por lo menos dos veces al mes directa, personalmente, no por interpósita persona, con sus representados en el distrito por el que contendieron, informándoles sobre su quehacer en la Cámara, sobre iniciativas que se están discutiendo, escuchando propuestas de sus representados que pueden convertirse en Iniciativas de ley. Haciendo también visitas periódicas a escuelas de los tres niveles académicos para que niños y jóvenes vayan enterándose de que existen y qué hacen y aprendan a distinguir entre el trabajo de un diputado y un alcalde. Y a quien no cumpla, que se le descuente el día. Verá usted si no empiezan a cambiar su mentalidad las dos partes, representantes y representados.
¿Por qué tenemos tanto miedo a cambiar?, ¿es preferible seguir enroscados en el autoengaño, en la resignación, en el valemadrismo, en la flojera, para no cuestionar todo el lastre que arrastra el NEGARNOS a participar en la cosa pública?, ¿por qué hemos renunciado a caminar y preferimos hacerlo como si nos faltara un miembro de nuestra anatomía? Nuestra inacción es la que ha provocado, lo reitero, la perpetuación de este desgraciado sistema político que se distingue por la corrupción y la impunidad institucionalizadas en la vida pública y también en la privada, con sus desastrosas consecuencias, que nos afectan a todos, a unos más, a otros menos, pero ya sumadas se están cargando a este País al voladero. ¿No será hora ya de deshacernos de esa herrumbre y construir un modelo que se caracterice por asumir cada quien la responsabilidad que le corresponde y aprender a ser libres de toda la bazofia de un sistema podrido, obsoleto, peleado con todo lo que huela a renovación? Hagámonos cargo de las riendas de nuestra existencia, confrontemos con inteligencia nuestro miedo a la libertad. Atrevámonos a ponerle un hasta aquí al sistema de creencias con el que hemos construido nuestro errado concepto de identidad. (Continuará).