Yo soy mexicana, ¿y usted?. Por Esther Quintana
“Hay demasiado en juego para que nos rindamos a la política de la polarización”: Brad Henry.
Empecemos por el principio, porque para referirnos a algo, lo primero es saber que es. Hay un asunto que me preocupa como mexicana, como ciudadana y como persona, y se trata de la polarización. Un fenómeno que se cierne sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles y en cualquier rato, si no la ponemos en su lugar, nos puede partir en dos, y eso sería una tragedia para nuestro país.
¿Qué es polarizar? El diccionario dice que es: Acumular los efectos de un agente físico en puntos o direcciones opuestas de un cuerpo. En política, la polarización se refiere a un fenómeno en virtud del cual la opinión pública se divide en dos extremos opuestos. La polarización hoy día se está convirtiendo en un tema que no debemos pasar por alto, porque como CIUDADANOS de esta nación NOS ATAÑE.
Es preocupante, porque para el ciudadano de a pie no tiene mayor relevancia, y ese es el punto, que debe tenerla, porque a los primeros que daña la polarización al agigantarse es a los ciudadanos, y al paso que vamos, dado el impulso que le ha dado el individuo de Palacio Nacional, se puede convertir en nuestra némesis. Mis amigos, la polarización es fractura. En las ciencias sociales es la división entre individuos o grupos por razones políticas, ingresos, etc. En política se vincula a ideologías, siendo la más importante la de derecha-izquierda. Cuanto mayor es la distancia que separa las posiciones de los partidos, mayor es el nivel de polarización.
A esta se ha sumado otra que se denomina polarización afectiva, que no tiene nada que ver con ideologías, sino con los sentimientos favorables o negativos que despiertan los partidos y sus liderazgos en la población. Esta situación conlleva a que los seguidores de uno u otro se empiecen a comportar como si fueran sectas, y crecen la hostilidad y el desagrado entre ellos. Domina el “reptil” que se alberga en la parte más primitiva del ser humano, desplazando a la inteligencia y al raciocinio.
Una alta polarización política provoca que no se alcancen acuerdos y compromisos, lo que genera efectos muy dañinos para la sociedad, por ejemplo, la parálisis institucional, que detiene la aprobación de leyes que benefician a la comunidad, que en nuestro caso específico, lo que ha traído es la aprobación de leyes, producto del capricho del Poder Ejecutivo, para alimentar el deleznable presidencialismo y la efectividad de la división de poderes. Otro efecto nocivo es que el enfrentamiento y los agravios que se intercambian no permiten que transiten los acuerdos pensados a favor de la población.
Asimismo, la polarización provoca que los ciudadanos hasta se hagan de la vista gorda ante prácticas a todas luces antidemocráticas, venidas del partido en el poder, incluso hasta apoyar candidatos impresentables con tal de que el adversario pierda la elección. Y se va a arraigando la idea de que “todo se vale” y con ello se enraiza más la corrupción, se afecta la calidad del gobierno y se perjudica la eficiencia del Estado porque se incrementa el desdichado clientelismo, que contamina las preferencias electorales y no permite el desarrollo integral de las personas, las mantiene acorraladas y dependientes. Y la democracia no se fortalece porque su principal combustible es la PARTICIPACIÓN CIUDADANA, y hay millones estáticos, esperando cada mes la dádiva.
La polarización política aguda hace que afloren las emociones más básicas del ser humano, como la irracionalidad, el odio, el fanatismo. Esto refuerza las distancias, favorece la proliferación de visiones estereotipadas como “los buenos somos nosotros y los malos son los otros”. Vea las redes, se han convertido en el espacio ideal para polarizar. Esta circulación de mensajes, de comunicación segmentada, distorsiona la realidad, creando una alterna a modo. ¿A quiénes daña? A los más vulnerables, es decir, a aquellos con menos preparación, sin el criterio que dan la educación y la ciencia.
No permitamos que esta polarización ahonde, puede llegar a generar incompatibilidad de tal grado entre los partidos políticos, que se aliente la existencia de grupos antisistema que abominan las reglas democráticas del todo y entonces ¿qué será de nuestro país? Y no exagero ¿a poco usted cree que esas migraciones en masa hacia Estados Unidos, de países latinos y centroamericanos son nomás porque sí? Las condiciones en sus lugares de origen son invivibles.
No nos convirtamos en parte de bandos políticos, NO. Esa época ya la pagó nuestro país con sangre y mucho dolor. Somos MEXICANOS, no ganado con marca, nos pertenecemos a nosotros mismos, ningún partido, ningún candidato vale que nos rompamos como nación, costó mucho que lo fuéramos. Actuemos inteligentemente, informémonos respecto a quienes sean postulados como candidatos, no votemos por ningún impresentable, los partidos tienen que aprender que su permanencia depende de avalar a los mejores.
Yo quiero que el país crezca en desarrollo, y que ese desarrollo se traduzca en una vida digna para cada mexicano. Y eso implica educación y servicios de salud de primera y una lucha inteligente contra la inseguridad pública, que infortunadamente para nosotros, ha encontrado para fortalecerse, a toda una gama de corruptos en las propias instancias de gobierno.
¿Ve por qué tenemos que saber por quién votamos? No se arredre, infórmese, investigue, pregunte, no vuelva a sufragar a ciegas. Usted vale mucho, ES MEXICANO. Asuma su investidura de dueño de la casa. Y el dueño MANDA y DISPONE, no los que contrata y paga para que le sirvan.